92.

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- Lo odio.
- Angie.
Chasqueé la lengua y desvié mi mirada a la ventanilla, ignorando la risa de mi hermano mayor, José.
Hace unos minutos había quedado con Mauro en dejarle de nuevo a Emma, pero sólo hasta esta noche. Así que, llamé a José y le pedí si podía venir a por nosotras a casa y llevarme a la de Mauro, ya que los demás que conocían estaban laburando ahora y él estaba en su descanso.
Ahora, me llevaba hacia el bar para que abriese por fin al decidir el jefe que hoy lo hiciese más tarde por un problema suyo, no por los míos con Mauro.
Cuando llegamos, me despedí de él y abrí oyendo como se iba en su auto. Esperé un rato mientras preparaba las cosas al cocinero hasta que finalmente apareció y pudimos comenzar a laburar, aunque estaba claro dónde tenía mi mente hoy y casi siempre.
La gente venía y se iba, incluso una vez apareció Santino para saludar cuando era su descanso de pocos minutos y después se volvió a ir. Por suerte, siempre estaba Juan para hacerme compañía.
- ¿Y no te dijo nada?
- Nada.
- ¿Nada de nada?
- No, Juan, nada de nada.
- Vaya...que pelotudo.
- Lo sé.
- Bueno, igual está así siempre, ¿No? Así que no es raro.
- Ya sé que no es raro, pero no sé, yo quiero que me responda a lo que le dije, no que se quede callado como si nada le importase.
- Le importa.
- Pues no lo parece.
- Dale tiempo, Mauro aunque no quiera siempre vuelve a vos.- fruncí el ceño y él sonrió.- Y vos a él eh, son los dos unos drogadictos del otro.
- Gracias eh.
- De nada, bebé.
Puse los ojos en blanco y rió, cambiando después de tema para quedarse un tiempo más hasta acabarse su café e irse, dejándome sola de nueva.
Atendí todo lo que pude, miré mi celular esperando algún mensaje y me fui a ayudar al cocinero antes de estar en mi corto descanso para comer y volver al trabajo.
Las mesas se vaciaron, como siempre, a la hora de la siesta, y luego volvieron poco a poco los clientes y mis visitas, en este caso mi madre.
Se quedó conmigo hablando un tiempo, sobretodo preguntando si sabía algo de Mauro. Ya que hoy se quedaba él a Emma, les tuve que decir a mis padres que no hacía falta que la cuidasen hoy y entonces, vinieron todas las preguntas y después de todo lo que a pasado intenté responder a todo.
Aún así, el tiempo se fue lento, sin dejar de atender a la gente o ayudar al cocinero hasta que por fin el reloj se acercaba a la hora de cerrar y a la hora de que Mauro viniese a darme a Emma como quedamos.
Cuando el último cliente se fue, yo terminé de limpiar la barra y comencé a contar la plata de hoy mientras el cocinero también limpiaba todo en su zona. Finalmente, terminó antes que yo, despidiéndose.
Al segundo, me llegó un mensaje de Santino avisándome de que ya venía para acá, como le pedí. Me gustaba andar con Emma, pero después de laburar estaba muy cansada para hacerme todo el trayecto hasta mi casa y más tirando de su silla, así que cuando podía, venía.
Terminé de colocar todo, agarré mis cosas y salí para cerrar el bar. Cuando me di la vuelta, el auto de Santino aparcó en frente, bajándose para ir directamente a mí a abrazarme como saludo.
- ¿Y este?
- No viene.
- Bueno, vamos a esperar.
Sonrió y se encendió un cigarro mientras que yo suspiraba y apoyaba mi espalda en la pared, descansando ahí.
El tiempo transcurría con lentitud, pero aún así Mauro no aparecía y ya cansada, empecé a mandarle mensajes que no le llegaban, molestándome más.
- ¿Nada?
- Nada.
- Mejor vamos a casa, él sabe donde es así que...
Miré a mi hermano mayor y asentí la cabeza a la vez que suspiraba, yendo con él a su auto. Nos subimos y me llevó a casa como me dijo, donde tampoco estaba Mauro.
Entramos y yo fui a dejar mis cosas y cambiarme de ropa mientras que Santino me sacaba la cena, sentándose conmigo a comer, aunque yo estaba más atenta a mí teléfono. Pero sería sin dar señales de vida.
Más molesta que antes, comencé a llamarle, pero igualmente no sirvió de nada.
- No lo entiendo, quedamos en una hora.
- Igual se olvidó.
- Bueno, entonces la próxima vez me olvido yo de contestarle los mensajes al gil.
- Uh, que mala onda.
- Santino, si lo que quiere es enseñarme que me equivocaba y que al final es un tipo responsable, esto no le ayuda mucho.
- Vos tranquila, lo importante es que Emma esté bien, ¿No?
- ¿Y si no lo está?- negó con la cabeza y yo chasqueé la lengua.- Vale, vale, está bien, pero su padre es tremendo gil.
- No te voy a negar eso.
Sonrió y yo suspiré de nuevo, terminando de cenar. Como después no aparecía tampoco Mauro, Santino decidió quedarse a esperar conmigo por si necesitaba un auto para ir al final a un sitio.
- Angie...
- ¿Qué?- dejé de mirar la puerta para mirarle a él.
- Yo me voy a dormir, mañana tenemos que laburar.
- ¿Y por qué mierda no aparece?
- No lo sé, pero si querés me quedo acá y así te hago compañía.
- Está bien...
Mi hermano se levantó y como dijo, se fue a la habitación, cerrando la puerta para que la luz del salón no le molestase.
Quería quedarme esperándole para poder preguntarle qué pasó, pero también me estaba quedando dormida. Hasta que por fin la puerta sonó, sobresaltandome.
Me levanté del sofá de un salto y fui a abrir, esperándolo a la vez que sentía como detrás de mí Santino salía de mi habitación. Y por fin apareció con Emma en brazos y sus cosas colgando de su hombro.
- Ya estamos.
Dijo sin preocupación, dejando sus cosas en la entrada y Emma en mis brazos. Lentamente, Santino se acercó por detrás para que le pasase a Emma y se fue con ella a la habitación, sabiendo lo que iba a pasar a continuación. Ya no lo aguantaba más.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora