54.

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- Angie, ¿Estás bien de verdad?
Asentí mirando a un punto fijo en la carretera y oí a mi hermano chasquear. Estábamos cerca de casa, pero no sabía muy bien que hacer ahora mismo.
Después de que Lautaro se marchara, volví a la casa de mis padres solo para decirle a Santino que me llevase a casa y tomar a Emma lo antes posible, despidiéndome de todos rápido para meterme en el auto y olvidarme de todo. O intentarlo.
Mi mente seguía ahí, en su mirada pacífica y sus palabras punzantes. No sabía por qué me dolía todo lo que me había dicho cuando en realidad, no había dicho nada malo, sólo me decía que me gustaba Mauro. Aún así, me dolía.
Y de nuevo, volvía su pregunta a mí. ¿Me gustaba y no lo había olvidado? No sabía responder, verdaderamente sólo me creaba dudas y más preguntas pero no encontraba una respuesta de verdad. Quizás porque, sea cual fuese esa respuesta, me iba a hacer daño e iba a cambiar todo para bien o para mal y no quería averiguar cuál de los dos iba a ser el desenlace.
Desvié mi mirada hacia la ventanilla y noté como el cielo comenzaba a nublarse. Parecía que tampoco era su día.
Por fin llegamos a mi casa, bajando los dos en silencio. Me ayudó a llevar las cosas de Emma, tan sólo mirándome a veces de reojo, esperando quizás a que dijese algo.
- Angie.- levanté mi mirada de la bolsa que había dejado en mi apartamento con las cosas de Emma y le miré.- Sé que te pasa algo, desde que hablaste con Lautaro estás rara.
- Estoy bien, Santino, sólo...cansada.
- ¿Segura? Mirá que me podés decir lo que quieras, yo voy a escuchar y te voy a intentar ayudar en todo.
- Lo sé, pero estoy bien.
Asintió no muy seguro y yo hice una leve sonrisa para que por fin se dejase de preocupar tanto y se despidiese de mí con un gran abrazo.
Suspiré ya sola en casa y fui a dejar todo en su lugar antes de llevar a Emma a su cuna para que estuviese más cómoda mientras yo me cambiaba, tumbandome en el sofá sin saber qué hacer.
Acababa de romper con alguien que me había hecho feliz todo este tiempo sin esperar nada, desde que nos conocimos lo había hecho. Siempre me había ayudado, escuchado y comprendido todo. Posiblemente había sido la relación más sana que había tenido incluso con todo lo que le oculté y aún no sabe.
Lautaro me había querido con una hija, con mi historia y mis mentiras, pero no saber si de verdad yo sentía lo mismo fue lo que le hizo dejarme. Y lo peor, es que lo entiendo.
No sé puede estar con alguien que no sabes si de verdad está acá, con vos, o está pensando en otro lugar con otra persona. Y aunque yo no había tenido dudas con Mauro en todo este tiempo, supongo que ya saber que el padre de Emma era alguien como el grandísimo Duki ya era raro para él.
Al final, yo siempre acababa estropeando todo. Cuando estuve con Carlos, la que empezó engañando al otro fui yo, con Mauro exactamente. Cuando dejé a Carlos porque también me engañó y empecé una relación con Mauro, acabé casi engalandole y todos mis ataques de pánico y celos hicieron imposible una relación que ya empezaba a ser difícil desde el principio. Y ahora, cuando ya había encontrado alguien y tenía una relación estable, vuelvo a engañarle con Mauro y lo alejo de mí, aunque él no sabía que había estado con Mauro no sólo en mis pensamientos. Simplemente, era yo el problema.
Resoplé abrumada de tantos recuerdos, pensamiento y preguntas y me levanté para buscar algo que me relajase, acabando en el sofá sin nada, tan sólo intentando dormir con toda la casa oscura y la música con poco volumen. Aún así, lo único que hacía era pensar en él, en Lautaro, en Emma, en todos.
Emma. Ella se merecía una mejor madre, alguien que no rompiese una relación que realmente era buena para Emma y sobre todo, que desde un principio no ocultase quien era su verdadero padre. Quizás todo hubiese sido más fácil.
Sí, igual Mauro no parece el prototipo de padre, pero él siempre fue atento conmigo, igual podría haberlo sido con ella. Dudaba bastante de que no se hiciese cargo, tan sólo sabía que le iba a costar más por todo lo que él también llevaba consigo. No era fácil la fama y es difícil cuidar de un bebé mezclando esa vida que llevaba.
Tal vez en un tiempo se hubiese acomodado y adaptado a la situación, sabiendo cuando estar con su hija y cuando seguir con su vida. Pero no pensé eso cuando supe lo de Emma y lo primero que quise era desaparecer, huir de él, porque lo único que hacía en aquel entonces era huir de mis problemas.
Ahora que, por ejemplo, he enfrentado a mis problemas de pánico y estoy bien, podría hacer frente a decirle que va a ser padre. Pero no va a serlo, lo es y llegar ahora después de tantos meses y presentarle a su hija sabía que me iba a traer más problemas que si lo hubiese antes. Es decir, había llegado tarde.
Suspiré y miré la hora. Ya era por la tarde y no había hecho nada antes de mañana tener que ir a trabajar.
Me levanté y fui a por Emma, quedándome con ella en el salón mientras miraba una película para que pasase más rápido el día. Literalmente, no quería hacer nada más que esto y que llegase la hora de dormir.
Cuando ya era tarde, me hice la cena y seguí con ella hasta que se durmió y la llevé a la cuna. De nuevo, volvía a estar sola en el salón y los pensamientos volvieron a mí.
Esta vez, después de verla tranquila en mis brazos, eran más dolorosos. Dolía más pensar que eras una mala madre, que no iba a hacer nada bien porque hasta ahora no lo había hecho. Realmente, no sabía qué hacer. Me sentía sola en este momento, tan sólo conmigo y sin conocerme de verdad.
No quería llamar a mi hermano, no quería preocupar a ninguno de los tres. Si llamaba a mis padres tendría que contarles todo y no era una opción. Mis amigos seguramente ya estarían dormidos y tampoco sabían toda la historia, sólo Juan, y ahora está laburando. No quería preocupar a nadie, pero sólo hacía más que nublar mi mente y volver a sentir esa presión en el pecho que me hacía difícil respirar y calmarme.
Busqué en mi teléfono a quien pedir ayuda y al ver su número, dude. No sabía si me lo iba a atender, si se iba a preocupar o si vendría a tranquilizarme como necesitaba ahora mismo. No me importaba nada más que eso, y no sabía si iba a pasar.
Aún así, ya no me quedaba nada, así que llamé y esperé a que alguien atendiese.
- ¿Sí? ¿Quién es?
- ¿Sandra?
- ¿Angie? ¿Sos vos?
- Ho...hola.
- Angie, ¿Cómo está todo? ¿Todo bien?- ¿No sabía nada?
- Sí, sí...todo bien, ¿Está Candela?
- Sí, ahora le digo, me encantó oírte Angie, aunque sea esto.
- A mí también, Sandra.
Sonreí levemente imaginándome por un momento la escena de Sandra con Emma y esperé a que hablase Candela.
- ¿Qué querés?
- Hola, yo...
- ¿Pasó algo?
- Eh...yo...te necesito, por favor...
- ¿Qué pasó ahora?
- Cande, lo siento, de verdad yo no quería pero...por favor, te necesito conmigo.
- ¿Todo está bien?- su tono de voz cambió y se le notaba más preocupada.
- No, nada lo está.
- Está bien, ¿Estás en tu casa?
- Sí, estoy acá.
- Voy ahora, tranquila.
- Gracias, Cande.
Y terminó la llamada. Resoplé echando mi pelo hacia atrás y como dijo, la esperé sentada en el sofá con mis piernas temblando y mi respiración cada vez más cortada hasta saber que estaba acá, entonces la esperé en la puerta hasta que llegó por fin a mí departamento.
- Angie, ¿Todo bien?
- Sé que no tendría que decirte esto a vos, pero una vez fuimos mejores amigas y necesitaba contárselo a alguien.
- ¿Qué pasó?- preguntó, ya las dos sentándonos en el sofá.
- Lautaro terminó conmigo.- decirlo en alto me hizo cuenta de que de verdad había pasado y las lágrimas comenzaban a amenazar con salir.- Yo...no sé, me dijo que no había olvidado a Mauro y no pude hacer nada, ya había tomado la decisión por mí, por nosotros.
- Angie...
- Sé que no tendría que decírtelo, que hice mal con todo lo que pasó con Mauro, pero necesitaba decírselo a alguien y vos siempre supiste escucharme, sólo que a veces era a mí a la que le costaba decir las cosas...y yo no quiero alejarme de vos, nunca lo quise pero sé que no va a ser lo mismo yo...yo no sé a quién tengo ahora y quién no, de verdad, no sé porque todo a mi alrededor es una mentira y cada día pienso que vivo algo que no es pero yo lo decidí y...- aquellas lágrimas habían salido y comenzaban a hacer más daño junto a los sollozos que me hacían difícil hablar bien bajo su mirada preocupada cada vez más.
- Está bien, Angie, está bien, tranquila, vení.
Y sin decir nada más, me abrazó como solía hacer, dejando que llorase sin saber que más decir para no hacerme más daño. A mí y a Emma.
- Está bien... tranquila, todo pasará, es sólo un pibe más... sé que es el padre de Emma y ahora tiene que ser difícil al estar separados pero...lo superarás, haceme caso, igual que superaste a mi hermano.- se separó de mí y me sonrió levemente.- Y a mí me vas a tener siempre, me tuviste hasta cuándo desapareciste.
- ¿Incluso después de todo lo que ha pasado?
- Lo tuyo con mi hermano es otra historia, yo prefiero la nuestra.- sonrió y yo hice lo mismo.- Estoy acá, Angie, todo va a estar bien, ¿Sí?
Asentí y de nuevo volvió a abrazarme, dejando que respirase mejor sin las lágrimas ya, tan sólo una sonrisa al saber que al menos no estaba tan sola como hacía unos minutos.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora