59.

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- No sé.
- Dale, subís, te duchas y te cambias.
- No tengo muchas ganas.
- Sólo hoy, hace una bocha que no nos vamos de fiestas sólo nosotros.
- Juan, no es mi culpa que todos hayáis desaparecido durante días.
- Había mucho laburo que querés.
- Ya nada.
- Dale, vamos hoy sólo.
- ¿Y qué hago con ella?- Juan miró a Emma y sonrió.
- Se la dejas a tus viejos, como siempre.
- No sé...es precipitado.
- Es sólo una noche, no me seas boluda, además, si pasa algo pueden llamar a Lautaro.
- Ya...- no, aún no le había contado nada a ninguno de mis amigos. Sólo lo sabían mi hermano Santino y mi madre, aparte de Cande y Mauro.
- ¿Entonces? Hacelo por mí.
Sonrió sin dejar de tener a Emma en sus brazos y suspiré. Lo odiaba, pero no podía negar que tenía ganas de salir y despejarme después de estos días de tranquilidad pero a la vez tan extraños.
Me he tenido que enfrentar a estar estos días cuidando sólo yo a Emma, sin la ayuda de Lautaro que aunque no fuese su padre de verdad para mí ya lo era. Realmente se comportaba así.
Y a su vez, he tenido que enfrentarme a no estar más con Lautaro y mis sentimientos hacia Mauro. Como dijo mi madre, no podía esquivar más el tema de que realmente no lo había olvidado y no podía evitar sentir algo al verle, aunque fuese lo mínimo que podía después de todo lo que hemos pasado.
- ¿Y? ¿Qué decís?
- Por una noche...
- Listo, vos llamás a tus viejos, yo voy ahora a buscar ropa para vos.
Le miré confundido pero sonrió de nuevo y se levantó del sofá, yendo con Emma en brazos hacia mi habitación. Suspiré e hice lo que dijo, quedando con mis viejos en que iría a dejarles a Emma y a primera hora de la mañana volvería para llevármela y que pudiesen descansar.
Cuando fui a mí habitación, Juan había tirado toda mi ropa a la cama y hablaba con Emma sobre los conjuntos posibles para esta noche como si ella pudiese responder. Sonreí desde el marco de la puerta, apoyándome en este con los brazos cruzados mientras veía esa escena.
- ¿Qué? ¿Te parece este top? Le va a quedar lindo.
- ¿Todo bien por acá?
- Todo piola.- Juan desvió su mirada de ella a mí y sonrió.
Reí levemente y me acerqué para llevarme a Emma. Me fui al salón y unos segundos después volvió él, sentándose conmigo para seguir hablando hasta que se fue para arreglarse también él.
Yo dejé a Emma un rato sola en el salón y me fui a duchar, secándome el pelo antes de ver que había elegido Juan. Al final era más bueno de lo que pensaba.
Un simple top blanco junto a una falda negra y unos tacones no muy altos. Me terminé por maquillar y busqué una campera antes de volver al salón para cambiar ahora a Emma. Ya las dos listas, esperé a que Juan volviese.
Cuando me avisó por mensaje, salimos del departamento para subirnos en su auto, dejando a Emma en su asiento para bebés que había llevado de casa.
Fuimos a la casa de mis padres y les dejé a Emma. Me despedí de ellos con un abrazo e igual con Emma, aunque con más delicadeza. Salí y me subí de nuevo en el auto de Juan, yendo al boliche con  la música a todo volumen.
- ¿Nos saltamos la previa?
- Llegamos tarde así que...
Levanté mis hombros y seguí cantando mientras Juan reía sin dejar de mirar la carretera hasta que llegamos. Bajamos y juntos fuimos hacia donde habíamos quedado con los demás.
Saludé a todos poco a poco, según llegaban, hasta finalmente poder entrar juntos. Me quedé con Diana y Claudia en la barra, comenzando a beber mientras que ellos iban directamente a bailar y buscar alguna chica. Tenían la cosas claras hoy.
Estuve hablando con ellas hasta que bebimos lo suficiente para sólo querer bailar, así que fuimos directas a la pista sin saber dónde estaban los demás. Minutos después, mientras reíamos y bebíamos, apareció Matías para unirse antes de irse a beber con Diana en la barra.
Más tarde, acabé alejándome de todos para ir con Claudia al baño. Fuimos luego a la barra, donde nos encontramos con Nicolás y una piba que no conocíamos. La saludamos y estuvimos hablando mientras bebíamos, hasta que parecía que Nicolás prefería quedarse solo con ella.
Entonces, Claudia desapareció, pero por suerte Juan vino a mi rescate para llevarme a bailar. Cuando nuestros vasos se terminaron, volvimos a la barra.
Nuestros vasos estaban por la mitad cuando Diana y Matías volvieron a aparecer, quedándose un rato corto antes de irse a fumar. Sin saber dónde estaba Claudia, pero sí Nicolás, la llamé por si se había ido y no hacía falta esperarla cuando nos fuéramos.
No respondió, pero a los segundos me mandó una foto con un pibe. Se la enseñé a Juan y reímos, terminando de bebernos el vaso. Pedimos de vuelta y fuimos de nuevo a bailar, uniéndose después Matías y Diana una vez volvieron de afuera.
- Ché, vení que estoy por desmayarme.- reí y me dejé llevar por Diana, que tiraba de mí agarrándome de la muñeca.- ¿Cuántos llevas ya?
- Perdí la cuenta.- sonreí y ella también, negando con la cabeza.- ¿Vos?
- Nunca llevo la cuenta.- reímos y le dio el último trago a su vaso.- Afuera creo que alguien te esperaba.
- ¿Qué?
- Sí, vi a alguien que parecía algo perdido.
- ¿Quién?
- Si te esperas a que vaya a fumar vamos juntas si querés.
Puse los ojos en blanco y ella rió antes de seguir bebiendo en la barra hasta que nos cansamos y fuimos a bailar, acabando mareadas. Al mirar la hora, me había pasado la noche de un lado a otro.
- Estoy por morir ya, ¿Y si nos vamos?
- ¿Y Nicolás?
- Se fue con una wacha.- respondió Juan.
- ¿Y Claudia?
- Con un pibe, no sé.- respondí yo.
- ¿Y qué hacemos acá como pelotudos?
- Lo que somos.
- Que lindas palabras, Diana, me emocionas, de verdad.
- Dale, vámonos ya.
Chasqueé la lengua y aunque no me quería ir, Matías me tomó de la mano y me llevó hasta fuera junto con Juan y Diana, que iban detrás nuestra riéndose.
- ¿Y cómo volvemos?
- Manejo yo.
- Pero si no podés.
- Eso es...verdad.
- Bueno, un taxi, ya fue.
- O un Uber.
- No me hinches las bolas, Diana, un taxi, dejate de joder.
- Bue, ortiva.
Reí y él negó con la cabeza mientras Diana iba a abrazarle. Acabó por pedir ese taxi, alejándonos de la puerta mientras esperábamos.
Juan estaba apoyado en la pared, Diana fumando tranquilamente y yo con Matías, los dos apoyados también en la pared con su brazo alrededor de mis hombros.
- Che, Angie, mirá, allá está el que te dije.
Levanté una ceja y dirigí mi mirada hacia donde decía, donde había un gran grupo de personas que iban de un lado a otro, haciéndose oír con risas y demás. Realmente estaban escabiados.
Pude identificar a un par, pero sobretodo a él. Reía mientras hablaba con un amigo con su brazo alrededor de una chica rubia. Nada nuevo, supongo.
- Bueno, ya fue.
- ¿No lo vas a saludar?
- Que hincha bolas que sos...
Susurró Matías negando con la cabeza, haciéndonos reír. Unos minutos después, el taxi llegó.
Juan estaba medio dormido en la pared, así que tuve que levantarle y acercarlo hasta donde estaba el taxi.
- ¡Angie!
- Opa.- miré mal a Juan y este sonrió antes de que yo mirase a quien me llamaba.
- Hola.
- ¿A dónde vas?
- A casa ya.
- ¿Ya? Dale, es re temprano.
- Para él no.
- ¿Qué onda, Mauro? ¿Cómo te va la vida de rockstar?- preguntó sonriendo Juan, haciendo que yo pusiese los ojos en blanco y él sonríese.
- Ya veo...
- Ché, no te preocupes, lo llevamos nosotros.
De repente, Diana apareció para agarrar del brazo a Juan, sonriéndome mientras que yo la miraba confundida.
- Es una hincha bolas, pero vos haz lo que tengas que hacer.
Matías sonrió también, caminando junto a Diana y Juan hacia el taxi mientras que yo les veía confundida. No sabía muy bien que estaba pasando ahora mismo.
- ¿Y ahora...?
- Te puedo llevar yo, bueno, un amigo.
- Algún día tenés que manejar.
- Dame tu auto a ver.
- No tengo así que...
Sonrió y negó con la cabeza antes de alejarse y dejarme sola un tiempo. Cuando volvió, me agarró de la mano y sin decir nada me llevó hasta un auto, donde uno de los que estaban en su grupo estaba montando.
Me senté atrás y Mauro en el copiloto, diciéndole mi dirección antes de que comenzase a manejar. De repente todos los planes habían cambiado.
- ¿Necesitas que te acompañe?
- Vos decidís.
Le dije, los dos ya fuera del auto al aparcar justo en frente del edificio. Sonrió y yo me di la vuelta para empezar a caminar hacia la puerta. Cuando le di la vuelta a la llave y abrí, sentí su presencia detrás.
Caminamos en silencio hasta la puerta del departamento. Al abrirla, me di la vuelta para verle.
- Ya llegué.
- Lo veo.
- Ya está, ¿No?
- No sé, vos decidís.
- Ya...
Él sonreía, cerca de mi y con sus ojos en los míos, que lo miraban indecisos de lo que podía pasar. Pero como dijo Juan y afirmó el alcohol, una noche era una noche.
Terminé por acortar la distancia besándole mientras pasaba mis manos por detrás de su cuello para acercarle a mí. Él agarró mi cintura y terminó de pegar nuestros cuerpos antes de andar al compás para poder cerrar la puerta con él dentro.
Torpemente, llegamos hasta mi habitación mientras ya nos habíamos empezado a quitar la ropa. Como pudo se quitó los zapatos antes de que yo comenzase a caer lentamente en la cama.
Cuando sus labios volvieron a los míos, sus manos a su vez me quitaban el top y desabrochaba mi falda. Yo aparté su remera e hice lo mismo con sus pantalones, enredando entonces mis piernas en sus caderas para tenerlo pegados mí.
Se deshizo de mi corpiño y más tarde, cuando yo ya estaba por quitarle definitivamente los pantalones, él comenzó a bajar mi falda y sus besos hasta mi cuello. Dejó un par de mordiscos leves en él y luego volvió a besar mis labios con más rapidez y necesidad. Mientras, sus manos ya comenzaban a pasearse por mi cuerpo casi desnudo y las mías se enredaban en su pelo.
Terminó por desnudarme y entonces me hice un espacio para buscar rápido protección antes de terminar de quitarle el bóxer. No quería otra Emma.
Sonrió, miró mis ojos y mis labios y me besó a la vez que nuestra distancia   desaparecía completamente. Comenzó despacio, dejando que sólo soltase algún gemido cuando sus labios se separaban de los míos.
Dejó de besar mis labios para volver a atacar mi cuello a la vez que el ritmo aumentaba. Mis dedos ya se enredaban con más dificultad en su pelo, mordiendo mi labio inferior para ahogar los gritos. Aún así, no se nos dejaba de oír.
Cerré mis puños y sus labios dejaron de besar mi cuello para tan sólo esconder su cara entre este y mi hombro, sin dejar de aumentar el ritmo mientras sentía su respiración pesada.
Con mis manos en su espalda le pegué más a mí sí era posible, dejando que mi cintura llevase el movimiento como podía hasta que se me hacía imposible moverme sin temblar.
- Mauro...
- La concha de la gorra, Angie...
Apretó su mandíbula, yo mordí con fuerza mi labio inferior e intenté no clavar con mucha fuerza mis uñas en su espalda.
Sus manos agarraron con fuerza las sábanas a la vez que su respiración se entrecortaba, susurrando mi nombre sin parar hasta que mis piernas comenzaron a temblar. Arqueé mi espalda y lentamente, la tensión se fue yendo hasta que su cuerpo se relajó y cayó a mi lado de la cama.
Nuestras respiraciones se entrecortaban, sonriendo sin mirarnos.
- Como lo echaba de menos...
Susurró, haciendo que le mirase para sonreír antes de besarle.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora