65.

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Recién había llegado de laburar cuando mi hermano mayor me dijo que ya venía con Emma. Al parecer iría antes de lo que pensaba a casa de Mauro, aunque no podía contarle nada a Santino.
Esperé sentada en el sofá hasta que llamó y entonces fui a abrirle la puerta y esperar a que apareciese con Emma en brazos y lo demás cargando sobre sus hombros.
- ¿Todo bien?
- Sí, se durmió en el auto así que...poca tarea vas a tener.
- Gracias, todo un detalle.
Sonrió ya con todo lo que tenía en el suelo y Emma en mis brazos. Estuvimos hablando un rato más y finalmente se fue. Esta vez, por suerte, no dijo de quedarse a cenar.
Dejé un par de cosas de Emma en casa, después la abrigué un poco más por si acaso y salimos para esta vez llamar a un taxi que nos llevase hasta la dirección que Mauro me mandó por mensajes hace unas horas.
Gracias a Santino, estuvo todo el tiempo dormida, así que pude relajarme a la vez que hablaba con el conductor aunque sin mucha charla, por si Emma acababa despertándose.
Cuando llegamos, le pagué y me ayudó con todo lo de Emma hasta que ya tenía todo, entonces se marchó. Entonces, le llamé.
- Angie.
- Estoy por acá, vamos, donde me mandaste.
- Está bien, voy a por vos.
- Dale, ¿Me mandaste a dónde no era, pelotudo? ¿Tan secreta es tu dirección?
- No, pero estoy en casa, tarada, pensá un poco.
- Bueno, bueno.
Rió levemente y después terminó la llamada. Chasqueé la lengua porque justo hoy hacía bastante frío de noche, así que estaba yo sola con Emma en su silla dormida y con su bolso colgando de mi hombro. Por suerte no me traje la silla y directamente la llevé en mis brazos para hacer todo más rápido.
Cuando levanté mi mirada de ella, me lo encontré a él acercándose caminando aunque de forma rápida.
- Perdón, perdón, no sabía que hacía tanto frío.- puse los ojos en blanco y él sonrió antes de darme un corto beso y saludar a Emma.
- Tardaste eh.
- Unos minutos, tampoco para tanto.
- La próxima vez, directamente dime qué vaya a llamar a tu puerta, pelotudo.
- Bueno, no quería que estuvieses sola, no sé.
- Vos y tus ideas.
Esta vez fue él quien puso los ojos en blanco mientras me ayudaba, sosteniendo el bolso de Emma a la vez que caminábamos hacia su casa.
- Te mudaste.
- Como vos.
- Bueno, pero lo mío era algo obvio, vos no hacía falta.
- Tampoco estaba mucho en la anterior así que...bienvenida a la nueva.- sonrió pasando hacia dentro de ella y yo le seguí detrás de él.- La cena va a tardar.
- Raro era que cocinaras vos.
- Dale, si te encantaban mis milanesas.
- Me encantaban.
- Porque hace tiempo que no las probás, sino cambiarias de opinión.
Sonreí y me senté en el gran sofá de su salón mientras que él iba a la cocina, dejando el bolso en una silla que tenía por ahí.
Acerqué la silla de Emma donde estaba para poder dejarla allá, más cómoda que en mis brazos y también para mí. Después, la alejé un poco por si acaso la despertaba de tanto movimiento.
- ¿Sigue dormida?- preguntó él, volviendo a dónde estaba yo pero está vez con un vaso de lo que parecía Hennesy.
- Sí, por suerte.
- ¿Tanto llora?- preguntó sonriendo, sentándose a mi lado.
- No mucho, pero cuando lo hace le gusta hacerse notar.
- En eso salió a vos.- le miré confundida y él rió.- Joda, joda.
- ¿Va a tardar la cena?
- ¿Ya tenés ganas de irte?- preguntó haciendo un puchero y yo sonreí.
- No, boludo, es que tengo hambre.
- Me tenés a mí de mientras.
Puse los ojos en blanco y volvió a reír, no muy fuerte por Emma. Se acercó a mí para besar mi mejilla y abrazarme, haciendo que poco a poco me apoyase en él y quedasemos abrazados con mi cabeza en su pecho.
- Te extrañé.- susurró, pero lo oí y no pude evitar sonreír.
- Pensaba que era la única.- respondí, haciendo que se separase un poco de mi para poder verme.
- ¿Y por qué nunca me llamaste?
- ¿Y por qué nunca lo hiciste vos?- sonrió y yo hice lo mismo.- Supongo que no sabíamos qué era lo que teníamos que hacer.
- Ya...si lo hubiésemos sabido hubiese luchado por vos.
- Lo hiciste.
- Dale, Angie, cuando terminaste conmigo te dejé ir y ya.
- ¿Y qué podías hacer? Suficiente que la relación duró más de lo que tenía que durar.
- Bueno, pero ahora todo bien, ¿No?- asentí y él sonrió antes de darme un corto y lento beso.- Entonces ya fue, el pasado es pasado.
- Mientras vos estés acá...
Le abracé más fuerte a la vez que me acerqué a él para besarle ahora yo durante más tiempo hasta que le dejé beber de su vaso, volviendo a quedarnos abrazados.
Aunque tenía hambre, tenerle cerca me ayudaba bastante con el sueño al parecer. Quizás era porque me tranquilizaba tenerle al lado, sabía que ya no sólo estaría yo para vigilar a Emma y que si pasaba algo estaría él, y al final siempre acababa casi durmiendome cuando estabamos abrazados.
Por suerte, la cena llegó y le ayudé con ella, despertándome de nuevo. Sin decirle nada, él mismo me trajo una birra, supongo que no se atrevía a traer más alcohol que ese porque hacía tanto tiempo que no nos veíamos que aún no conocíamos los cambios que cada uno había tenido.
- ¿Te he dicho ya que me gustas con el pelo negro?
- No.
- Pues me gustas con el pelo negro.- sonreí y él rió.- No sé, te ves distinta.
- Estoy distinta, un embarazo cambia, ¿Qué querés?
- Pero no dije que estabas peor, estabas distinta, pero seguía igual de linda que antes.- puse los ojos en blanco y él rió. Sabía que a veces no aguantaba que la gente me dijese cosas bonitas porque no sabía cómo reaccionar.- Perdón, perdón, pero lo tenía que hacer.
- Bueno, a vos tampoco te queda mal el pelo negro.
- ¿Viste? Re fachero.
- Vos siempre, pero así más.- sonrió y yo también.- La próxima vez, traigo la cuna para quedarme a dormir acá.
- Puedo ir yo a la tuya después.
- Y hacemos el tour, ¿No? Yo a la tuya y vos a la mía.
- Nadie nos echa en falta, ¿No?
- A mí no, a vos igual sí.
- Mañana, hoy nadie me rompe las bolas porque les dije que estaba ocupado con una morocha.
- ¿Sólo una morocha?
- Mi morocha.
Sonreí y él dio un sorbo corto a su caso antes de besarme. Seguimos cenando mientras hablábamos de nosotros ahora.
Me contó sobre las canciones que tiene guardadas, sus proyectos futuros y en general como le había ido estos meses sin mí. Yo tampoco tenía mucho que decir, porque al final todo era mentira.
Lo único que hice fue quitar a mí primo para decir que él era Lautaro y su casa en España era nuestra casa acá en Buenos Aires. Así, no mentía tanto y al final, se reía e interesaba porque la historia era la misma con diferentes nombres.
Terminamos de cenar y Emma ya estaba despierta de unos minutos antes, así que obviamente se despertó buscando a su madre, la que no vio durante todo el día.
Mauro, mientras, limpió todo hasta que por fin Emma ya no lloraba ni nada y tan sólo estaba en mis brazos. Entonces, volvió y se sentó de nuevo a mi lado, pasando su brazo alrededor de mis hombros.
- Ché, ¿Me dejás agarrarla?
- ¿De la mano?- pregunté sonriendo y frunció el ceño.
- Dale, boluda, en brazos.
- Ya sé, ya sé, pero hacelo con cuidado, ¿Sí?
- Ya se que si no me enfrento a vos, así que tranquila que lo haré con cuidado.
Sonreí y lentamente, fui pasandosela hasta que pudo tenerla bien en sus brazos, sonriendo al verla. Aquella imagen me alegraba y me hacía que sintiese lo mismo que al principio de nuestra primera oportunidad.
Pero también me rompía el corazón pensado que pudo haber sido así desde un principio. Que se perdió el nacimiento de su hija y la conoció meses después.
- ¿Todo bien?- preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- Sí, sí, sólo estoy...cansada.
- ¿Querés que nos vayamos?
- ¿Venís al final?
- Claro, con vosotras a dónde sea.
Sonreí y él también. No pude evitar acercarme a él para besarle y después abrazarle por la espalda, apoyando mi cabeza en su hombro para quedarnos los dos viendo cómo Emma se relajaba en los brazos de su padre minutos antes de que nos levantasemos y llamaremos un taxi para ir de nuevo a mi casa.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora