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Desperté por culpa de la alarma. Una mañana más, tenía que abrir el bar. Suspiré y al segundo todo vino a mi cabeza haciendo que levantase mi mirada para verle dormido con sus brazos rodeandome.
Sonreí y comencé a moverme lentamente hasta poder levantarme de la cama sin despertarle. Cuando iba a salir de la habitación, oí balbucear a Emma, así que la tomé en brazos y salí con ella hacía la cocina.
Le di el pecho mientras desayunaba y después la dejé en el sofá junto con un par de sus juguetes para ir yo a buscar la ropa que me pondría para hoy.
Me cambié en la misma habitación, mirando a Mauro dormido. Después, fui al baño y terminé de arreglarme, mandando un mensaje a mis padres para decirles que iba a dejar a Emma pronto.
Cuando volví a la habitación, me acerqué lentamente a la cama hasta volver a estar a pocos centímetros de él.
- Mauro...- susurré, intentando que se despertase aunque sabía que no lo haría así.- Mauro.
Le moví lentamente, haciendo que chasquease su lengua. Sonreí y seguí moviendole y llamándole hasta que sus ojos se abrieron para recorrer la habitación en un segundo antes de verme y sonreír.
- Buen día, reina.- sonreí, oyendole con su voz ronca de recién despertado.
- Buenos días.
- ¿A dónde vas?- su sonrisa desapareció, comenzando a mirarme confundido.
- Tengo que ir a laburar, ¿Recuerdas?- resopló y sonreí.- Dale, vestite y vamos juntos si querés.
Sus ojos, que los había cerrado hace unos segundos, se volvieron a abrir para de nuevo mirarme y sonreír tras lo que acababa de decir. No dijo nada, tan sólo bajó sus ojos y en un movimiento rápido me besó, aunque no con esa velocidad, sino de una forma lenta y suave, cortándolo a los pocos segundos para volver a llevar su mirada a mis ojos, esta vez a pocos centímetros.
- Está bien.
Sonreí y me alejé lentamente mientras su voz grave retumbaba en mi cabeza. Él se levantó poco a poco a la vez que yo salía de la habitación para irme con Emma al salón y cambiarle de ropa a ella, que aún estaba con su pijama.
Unos segundos después, conmigo colgandome el bolso de ella en mi hombro, salió por fin Mauro de mi habitación aún con su cara de recién despierto y su pelo algo despeinado, no tanto como las anteriores noches.
- Estoy.
- Ya lo veo ya.
Sonreí y él agarró su campera, que aún seguía en el sofá. Salimos con él detrás de nosotras. Esta vez, iríamos andando porque todavía quedaba tiempo para el laburo, así que no había prisa.
- ¿Y aún no tenés un auto?
- No.- le respondí.- Santino me solía llevar, pero ahora está más ocupado con el laburo así que voy caminando o como sea a los sitios.
- ¿Y con Emma cómo hacés?- aún se me hacía raro escuchar su nombre con su voz.
- Bueno, pues la llevo como ahora, en su silla, o me llevo su asiento para colocarlo en el taxi o en cualquier auto.
- Te saldría mejor un auto.
- Sí, si tuviera plata.
- Si querés...
- No.- le interrumpí, sabiendo lo que iba a decirme.- No hace falta.
- Está bien, está bien, igual siempre me podés llamar a mí.
- Vos no conducís.
- Pero tengo amigos que sí y seguro que me ayudan si les digo que necesitas un auto.
- Claro, claro.
- Dale, negativa.
Reí levemente y él sonrió con sus manos en los bolsillos de la campera. Miré hacia el frente y seguí caminando.
- Angie.
- ¿Qué?
- Nada, solo que me gusta despertar con vos.
- Mauro...
- Dale, no dije nada.- esta vez sacó sus manos para colocarlas en frente de él como defensa.
- Ya, por ahora.
- Pero es la verdad.
- No sé si es lo mejor.
- ¿El qué?
- Lo que sé que estás pensando.
- ¿Tanto crees que me conoces?
- No lo creo, lo hago.
- A ver, prueba.
Nuestras miradas volvieron a encontrarse, esta vez en un desafío que no quería estar porque sería sacar ese tema que aún no estaba preparada a hablar con él. No sabía ni lo que quería, como para debatirlo con él, que es el gran "problema".
- Déjalo, ¿Sí?
- Cagona.- levanté una ceja y él sonrió, volviendo a mirar al frente antes de comenzar a buscar algo en su riñonera. Tabaco.
- No soy cagona, pero no quiero hablar de eso.
- ¿Y por qué?
- Porque no estoy lista.
- ¿Por Lautaro?
- ¿Puedes dejar ya a Lautaro?
- No sé, Angie, si fue el pibe con el que me engañaste y después es padre de tu hijo supongo que será importante, ¿No?- sus ojos volvieron a mí, pudiendo notar algo de molestia en ellos.
- ¿Otra vez con eso? Dijimos que lo íbamos a olvidar.
- Lo he olvidado, ¿Sí? Pero parece que no querés hablar de él.
- Porque no quiero, no me importa.
- ¿No te importa el padre de tu hija?
- No, no es tan importante.
- Si vos decís...yo creo que sí.
- Lo será para vos.
- Eso estoy diciendo, Angie, yo no sería capaz de cuidar a mi hija sin su madre.
- ¿Serias acaso capaz de cuidar a tu hija con o sin madre?- ya que estábamos...
- No sé, no me vi en la situación nunca.
- Ya... entonces mejor no opinar, ¿No?
- Bueno, está bien, sólo te dije que me gusta dormir con vos y mirá todo lo que hacemos de nada.
- Supongo que hay cosas que no cambian.
Él puso su cigarro ya hecho entre sus labios y luego me miró, encendiendolo sin desviar sus ojos de mí. Por suerte, ya llegamos a casa de mis padres y él se quedó lejos a esperarme.
Fui, les dejé a Emma y me despedí con un abrazo a los dos, volviendo con Mauro a los pocos segundos. Cuando volvimos a caminar, esta vez hacia el bar, lo hacíamos en silencio.
Podía notar algo de tensión, quizás por los temas que hemos hablado en tan pocos segundos y con tan poca profundidad. Primero, nuestra relación. Segundo, Lautaro. Tercero, Mauro y su paternidad futura aunque no tan futura
Al final, me sentía mal, porque quizás lo mejor era hablarlo y yo volvía a huir de aquello creyendo que la respuesta estaba en mi, cuando era cosa de dos.
- Mauro.
- ¿Qué?- veía de lejos el bar.
- Perdón.
- ¿Por qué?
- Por lo de antes, no te deje hablar.
- Bueno, está bien, no pasa nada, no fue nada.
- Ya...
- ¿Todo bien vos?- preguntó, esta vez mirándome. Levanté mis hombros y sonrió levemente.- Tenés algo que decirme, pero no sabés cómo, al igual que ayer.
- No es nada tampoco.
- ¿Entonces? Si no es nada...
- No lo es, bueno no sé.
- Angie.
- A mí también me gusta dormir contigo.- supongo que era la forma más fácil de decirlo. Viendo cómo sonreía parecía que sí.
- Podríamos hacerlo más seguido entonces, ¿No crees?
- Ya lo hicimos una vez y acabamos durmiendo en separado.
- Porque no supimos controlar la relación. Yo acabé ignorándose sin saber cómo incorporarte en mi vida con la música y aquello me enojaba tanto que acababa discutiendo con vos por cualquier cosa.
- Y yo no soportaba la idea de que te fueras porque tenía tanta poca fe en mi y en lo nuestro que pensaba que cualquier piba podría romperlo y me mataba aquello tanto que cuando vos no discutias, lo hacía yo.
- Y así hasta que al final no hubo otra solución que esa, dormir separados.- nuestros pasos se hicieron más lentos a la vez que nuestras palabras pesaban más en nosotros, haciéndonos recordar todo.
- Pero.
- Pero antes de eso todo estaba bien, cuando sólo quería estar con vos.
- Y yo con vos.- sonreímos.- Me hacías olvidarme de los estudios de...de todo durante el tiempo que estaba contigo, supongo que también de esa parte de mí que luego acabó con lo nuestro.
- Y vos me alejabas de todo, en general. No sé, volvía a sentirme el Mauro que aún ni estaba en el Quinto cuando estaba con vos.- esta vez, sonreí yo, también recordando aquello.- Angie, podemos volver a intentarlo.- y frenó, haciéndome a mí parar también.
- Pero podemos volver a equivocarnos, Mauro, mi vida ya no es la que era.
- No me importa, Angie, no me importa que ahora seas madre, ni que tu familia me odie o cualquier otra escusa que te puedas inventar para no enfrentar que aún me querés.
- Atrevido.- sonrió y yo también.- Pero será más difícil que antes.
- Pero al menos ya sabemos que peor no lo podemos hacer, ¿No?
Sonreí y él también, sabiendo que me había convencido con una frase tan sencilla pero tan verdadera. Asentí lentamente a la vez que daba un paso hacia delante, acortando nuestra distancia antes de atreverme a besarle para de nuevo aceptar el desafío de tenerle en mi vida no sólo como un conocido o un antiguo amigo.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora