88.

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El teléfono comenzó a sonar, despertándome en mitad de la noche. Resoplé, confundida mientras buscaba a ciegas el teléfono en mi mesa de luz antes de que Emma se despertara. Hasta que lo conseguí.
- ¿Sí? ¿Quién es?- pregunté, susurrando para no hacer más ruido.
- Soy yo.
- Mauro.- en un segundo, con tan sólo reconocer su voz, me desperté completamente.
- ¿Estabas dormida?
- Eh... sí, sí, ¿Pasó algo?- se me hacía tan raro que me llamase cuando me dijo que no quería saber más de mí.
- Nada, sólo te quería avisar de que iba a ir a por vos después de que termines de laburar hoy.
- Ah, pero, ¿Por algo?
- Sólo intenta que Emma esté allá, ¿Sí?
- Vale...
- Chao.
- Cha...
Pero ya había terminado la llamada con el mismo tono cortante que el principio. Miré su nombre en la pantalla de mi celular y suspiré, dejandolo de nuevo en la mesa de luz para acomodarme de nuevo.
¿Para qué quería verme si no quería saber nada de mí? ¿Me iba a dar otra oportunidad? Lo dudaba, ni siquiera me dejó explicarle por qué lo hice. Pero sino, ¿Por qué era?
Intenté ignorar por un momento aquello y volver a dormirme hasta que una hora después sonase la alarma y me tuviese que levantar para prepararme e ir a laburar.
Cuando ya había desayunado, estaba vestida y con todas las cosas preparadas, vestí a Emma y me fui con ella en su silla hasta la casa de mis padres como de costumbre.
Al dejarla allá, me despedí de ella y de ellos y antes de irme les avisé de que más o menos a la hora a la que yo terminaba de laburar fuesen al bar a dejarmela, como me dijo Mauro. Aunque a ellos no les dije por qué era.
Fui al bar y como siempre, lo abrí y esperé detrás de la barra a que el cocinero viniese para ponernos a laburar los dos en los desayunos y más tarde y las personas que pasaban a entretenerse en su mañana hasta la hora de comer.
Después de mi descanso de pocos minutos sin más noticias de Mauro, seguí detrás de la barra y atendiendo a las mesas cuando podía hasta que no hacía falta mi presencia allá y me iba a ayudar al cocinero.
Las horas pasaban lentamente, alimentando más mis ganas y mis preguntas sobre lo que le pasaba a Mauro.
Intentaba pensar alguna razón por la que me llamase a esas horas para pedirme aquello, pero no encontraba muchas y las que pensaba no tenían mucho coherencia.
Lo único que tenía claro era que no quería darme otra oportunidad, porque era demasiado raro si eso sucedía. Y sólo pensar aquello, me hacía hundirme más y perder las pocas esperanzas que me quedaban, quitándome las ganas de verle está noche.
Pero por suerte, el día pasó y como siempre me quedé sola en el bar a terminar de guardar todo. De repente, la puerta volvió a abrirse, ya que todavía no había puesto la llave.
- Angélica, cariño, tendrías que cerrar la puerta a estas horas.
- Se me olvida, perdón.- sonreí y mi madre chasqueó su lengua, pasando con Emma dormida en su silla.
- Es por tu bien, ya lo sabes.
- Sí, sí, lo sé, ¿Y papá?
- En el auto esperando a que vuelva, ¿Por qué querés que traigamos acá a Emma?
- Nada, nada, es por estar un poco más con ella.
- Está bien, en ese caso ya nos vamos, que aún no hemos cenado.
Asentí y fui a abrazarla para preocuparla menos, ya que notaba que no estaba muy segura de lo que le contaba y de lo que pasaba en general. Aún así, se despidió y me dejó a solas con Emma.
Terminé de colocar las mesas, agarré mis cosas y salí del bar con Emma para acabar por cerrarlo completamente y esperar allá a Mauro. Hasta que vi un auto acercarse, parar a pocos metros y dejarle allá para que vaya hacia mí caminando.
- Hola.- se me notaba nerviosa, porque de nuevo lo tenía en frente después de todo.
- Hola.
Me saludó, pero al instante desvió sus ojos a Emma para sonreír y levantarla con cuidado de su silla, teniéndola en sus brazos sin haberla despertado. Aquello se me hizo demasiado raro, como supongo que sería todo ahora hasta acostumbrarme.
- ¿Y para qué querías que nos viésemos?
- Por ella.- afirmó mirándola sin dejar de sonreír.- Por mí hija.
- Nuestra.
- ¿Ahora es nuestra?- y entonces fue cuando me miró directamente a los ojos, intimidandome al notar que no era la misma mirada de siempre, sino una vacía, seria.
- Mauro...
- Teníamos que hablar de cómo íbamos a hacer las cosas ahora, ¿No?- asentí y él volvió a mirarla unos segundos antes de volver de nuevo sus ojos a mí.- Quiero estar un tiempo con ella.
- Y podés estarlo.
- Unos días.- asentí lentamente, pensándolo mientras lo hacía.- Por todos los meses que he estado sin saberlo.
- Está bien...- cada vez que recordaba el daño que le hacía, me sentía más cansada y dolorida. Aún así, estaba segura que él estaba peor que yo, después de todo fue el que sufrió las mentiras.
- Después de eso, podés tenerla vos la mitad de la semana y yo otra.
- Me parece bien.
- Aunque bueno, ahora te necesita más.
- Siempre podés ir a verla, cuando vos quieras.- asintió sin decir nada y yo tragué saliva, aún nerviosa.
- Cuando tenga que irme a hacer conciertos y vuelva, quiero estar con ella unos días, como ahora.- asentí y él volvió a mirarla.- Y nada más.
- ¿Y nosotros?- pregunté con miedo, sabiendo que su respuesta me hundiría definitivamente porque sería la conclusión de todo lo nuestro.
- ¿Qué de nosotros? ¿Hay un nosotros?
- Vos dirás.
- Para que haya un nosotros, tendría que haber confianza y está claro que vos no la tuviste en mí y yo ya no la puedo tener en vos así que no hay nada.
Asentí porque no podía decir nada, un nudo en la garganta se hizo dueña de mis palabras y me hizo muda durante unos segundos donde pensaba que me derrumbaría delante de él. Pero me mantuve en pie, intentando parecer fuerte cuando quería salir corriendo para llamar a Juan y pedirle que se quede conmigo una noche en más, aunque sabía que no podría y al final acabaría llorando sola en mi cama.
- ¿Querés decir algo más?- pregunté lentamente, intentando que no se me cortase la voz.
- Nada más, mañana voy a por ella a tu casa, ¿Sí?
Asentí una vez más y él se despidió de Emma para dejarla de vuelta en la silla y marcharse al auto, que seguía en el mismo sitio de antes, esperándole.
Después de verle alejarse, comencé a caminar hacia mi casa aguantandome las lágrimas, aunque algunas se escapaban de mi control. Definitivamente, habíamos terminado.

Sol y Luna (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora