12/09/2021

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En la primera parte de mi sueño, mi familia y yo asistíamos a una especie de evento de artes marciales que acontecía en un local subterráneo, al cual solamente podíamos acceder por una estrecha escalera de piedra blanca: Todos los participantes de aquel evento eran niños que vestían una indumentaria un tanto semejante a la usada por los personajes de la serie Avatar: La Leyenda de Aang; y si bien no recuerdo un gran detalle de los enfrentamientos en sí, recuerdo claramente cómo es que un niño pequeño vestido de azul de cabello corto y negro lograba derrotar fácilmente a su adversario de mayor estatura, empotrándolo contra una pared de una patada.

En un momento dado, yo me distraía poniéndome a leer un libro perteneciente a la colección española "Biblioteca Universal de Misterio y Terror", el cual para mi sorpresa, tenía unas páginas en formato de historieta, presentando un "chiste" de Condorito. El "chiste" en cuestión era en realidad una secuencia monstruosa, que representaba cómo es que Condorito, Yayita, Don Cuasimodo, Coné e inclusive el Padre Venancio torturaban a Doña Tremebunda, cortándole ambos brazos mientras la mantenían amarrada, y luego la cocinaban en una olla llena de agua hirviendo semejante a un caldero, comiéndose luego sus carnes.

Los dibujos eran igual de caricaturescos que en los chistes habituales, pero había algo monstruoso en los ojos de los personajes, casi demoníaco. Me sentía enfermo y horrorizado mientras leía esas páginas.

En la tercera parte de mi sueño, mi familia y yo viajábamos en automóvil a través del desierto, y durante el trayecto mi madre me señalaba una "huaca incaica", que no era nada más que un muro medio derribado acompañado por unas cuantas columnas, adornado por unos burdos motivos que no parecían realmente incaicos, sino más bien una versión estereotipada de los mismos, que hacía pensar en películas y series hollywoodenses que entremezclan motivos incaicos, mayas y aztecas.

Mi madre mencionaba que ese lugar era un refugio natural para las ranas que habitaban en aquel desierto, sintiendo yo lástima por dichos anfibios, al ver aquel lugar completamente seco.

Repentinamente, y casi al término del sueño, de aquella huaca brotaba un chorro de agua fresca, de forma semejante a un géiser, pero no era agua hirviente, sino agua fresca que atraía al lugar a numerosas ranas que salían de la nada.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora