Acabábamos de terminar un paseo familiar en el zoológico, encontrándonos casi a la salida del mismo con un personaje semejante a un monje budista de imponente apariencia, quien conversaba gentilmente con un grupo de mujeres y luego se dirigía a nosotros, solicitando acompañarnos en nuestro viaje de regreso a casa.
Él mencionaba estar buscando a una hija suya, y había algo en su mera presencia que me infundía una gran confianza, pareciéndome asimismo alguien conocido.
Mientras atravesábamos las calles, se me aparecía un jovenzuelo, un chico que solía asistir a la misma escuela que yo mientras vivía en Trujillo: Ese chico era mayor que yo, estando él en secundaria mientras yo todavía me encontraba en el quinto grado de primaria.
Recién entonces yo podía verme a mí mismo como un niño de unos once o doce años, pero ante las provocaciones burlonas que me hacía el mozuelo, yo procedía a arremeter contra él, torciéndole la muñeca y derribándole al suelo.
Aún derribado, el mozuelo seguía mostrándose burlón, dirigiéndome en cuando unas sonrisas sarcásticas y comentaba burlonamente que se había dado cuenta de que yo ya no era más el niño pequeño que alguna vez conoció, aprendiendo que ya no debía meterse más conmigo.
A pesar del evidente sarcasmo en sus palabras, yo me mostraba cuando menos en parte orgulloso de esa victoria, pero a mi triunfo seguía un hecho alarmante: Nos habíamos quedado atrapados en una suerte de edificio semejante a la torre Eiffel, habiendo caído el invierno repentinamente en la ciudad, congelándose la entrada de dicha torre.
El monje y yo nos dirigíamos a uno de los pisos superiores de la torre, al cual se ascendía a través de una escalera en espiral: Allí se encontraba una librería, distrayéndome yo con un libro de ilustraciones infantiles, mientras el monje hablaba con el librero: De alguna, el librero parecía tener algo que ver con nuestro aprisionamiento, pero el monje lograba convencerlo de liberarnos, mostrándose sin embargo al término de aquella conversación un tanto afligido, como si acabase de perder algo de gran valor para él.
El edificio-torre era partido por la mitad, aunque ninguno de los que nos encontrábamos dentro del mismo sufría daño alguno, y unos cuantos de sus residentes tenían que acostumbrarse a vivir en un departamento cortado a la mitad.
Al retomar nuestro viaje de vuelta a casa, el monje se despedía amablemente de nosotros, y en cuanto él se marchaba, toda aquella tranquilidad, alegría y seguridad que nos transmitía con su mera presencia parecía esfumarse de golpe, anunciando mi madre de manera alarmada que debíamos volver en seguida a nuestro respectivo hogar antes de que este fuese partido por la mitad.
En un santiamén volvíamos a nuestra vivienda, la cual también parecía semejante a una gran torre, pero estábamos ya convencidos de que dicha edificación sería inevitablemente cortada por la mitad, razón por la cual nos apurábamos en llegar hasta su planta superior, a fin de salvar siquiera algunas de nuestras cosas.
Eventualmente, nosotros tres (Mi madre, mi hermano mayor y yo, puesto que mi padre se había separado de nosotros) nos encontrábamos con un oficial de policía vestido de verde que llevaba puesto un sombrero semejante al que usan los instructores militares, deteniéndonos de golpe ante su aparición.
El extendía una mano hacia nosotros, y al tomarla, éramos inmediatamente transportados hasta un sitio completamente distinto, una nueva casa donde seríamos "reubicados": Esta era semejante a un gran restaurante giratorio, aunque dicho lugar se hallaba casi completamente vacío, puesto que apenas si habíamos tenido tiempo de salvar unas pocas cosas nuestras.
Mi madre nos aconsejaba dormirnos, pero yo no quería hacerlo, sino que más bien observaba desde la distancia cómo es que venía acercándose el objeto destinado a partir nuestra vieja casa por la mitad: Dicho objeto se trataba de un enorme sobre con una estampilla, que se desplazaba a través del suelo girando sobre sí mismo con una gran velocidad.
Yo estaba convencido de que aquel sobre había sido enviado por un hombre joven, un personaje caricaturesco que mi mente consideraba como un "enemigo de mi familia", y luego divisaba desde la distancia avanzando por la calle a tres mujeres cómplices de ese enemigo nuestro, quienes también tenían que ver con la extraña naturaleza de aquel mismo sobre gigantesco: Eran tres brujas, quienes avanzaban campantes a través de la calle realizando movimientos ridículos, casi danzando.
La primera, y la más grande de ellas, tenían la piel verdosa, semejante a un reptil. La segunda tenía la piel anaranjada, mientras que la tercera poseía una tez más bien pálida, casi grisácea. Las tres tenían los globos oculares completamente amarillos, lo que le daba un aspecto más inhumano, aunque no me parecían terroríficas en lo más mínimo, sino más bien estrafalarias, produciéndome una gran indignación el desparpajo que mostraban en su andar mientras nuestra casa estaba a punto de ser cortada.
Mi padre llegaba de noche a casa, acompañado por una persona más, a quien no podía ver bien el rostro, aunque esa persona también se quedaba a vivir con nosotros. Aparte, mi padre preguntaba por el bondadoso monje, mencionando que no había tenido la oportunidad de despedirse de él, pero yo le tranquilizaba diciéndole que yo ya me había despedido de aquel noble personaje en nombre de toda la familia.
Cabe decir además que este sueño se me presentaba como una mezcla de animación con realidad: Mi familia y yo aparecíamos como seres humanos de carne y hueso, mientras que el monje se mostraba a ratos como alguien real, y a ratos se mostraba como un personaje animado, sacado de una serie de animación japonesa.
Físicamente me recordaba a Zaheer, de la serie La Leyenda de Korra, aunque sus actitudes me hacían pensar más bien al tío Iroh de la serie predecesora, Avatar: La leyenda de Aang.
Una de las mujeres con quienes él conversaba al comienzo de nuestro sueño era Kaoru, de la serie Samurai X.
Su vestimenta era oscura, casi enteramente negra.
El mozuelo burlón era un personaje real, luciendo exactamente igual a la memoria que conservó de él durante el último año que lo vi, cuando era un chico de primaria.
Dentro del edificio en el cual nos quedábamos encerrados, se aparecía repentinamente Bob Esponja, quien presa de la desesperación, quien luego de anunciar que no quería morir sin haberle dado su primer beso a nadie, tomaba a una cucaracha caricaturesca del suelo, la cual reaccionaba a su beso con profundo desagrado.
Ese beso provocaba un gran enojo e indignación a Helga G. Pataki, un personaje de la serie animada Oye Arnold, quien también se encontraba en ese edificio, e instaba al monje a hacer algo para remediar la situación, hecho que nos motivaba a subir hasta el piso de la librería.
El librero era un personaje real: Se trataba de un viejo, cuyo rostro no podía ver claramente, observándole desde la distancia como una figura borrosa.
El policía vestido de verde era un personaje animado: Parecía sacado de la nueva serie de Scooby Doo Misterios S.A. realizada en el año 2010, y en un momento dado, se presentaba una escena que nada tenía que ver con el resto del sueño, la cual también parecía una escena sacada de la nueva serie de Scooby Doo: En dicha escena Velma, Fred y un personaje que no podía identificar, aunque poseía una cabellera blanca, se dedicaban a pedir dulces durante la noche de Halloween.
Los tres eran niños, que luego se perdían en medio del bosque y comenzaban a discutir, tratando a aquel personaje que me resultaba completamente desconocido como si fuese un amigo suyo de toda la vida.
El jovenzuelo que yo consideraba como un rival de mi familia era un personaje de caricatura, a quien yo me imaginaba como Carlos de Archie, en una de sus versiones más modernas, llamada Los Misterios de Archie, aunque en un principio yo me lo había imaginado como Cerebro, el rival de Dexter en la serie infantil El Laboratorio de Dexter.
Las tres brujas eran personajes de colorización opaca, que me recordaban a las caricaturas de Hanna-Barbera de los años 70, también por lo repetitivo y cómico de sus movimientos.
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Diario de Sueños y Pesadillas
Não FicçãoPues eso, un diario de las cosas que sueño últimamente.