Especial 200k de vistas

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DIOS QUE CANTIDAD EXUBERANTE DE LECTURAS TODAVÍA NO LO PUEDO CREER REALMENTE JAJAJA, MUCHAS GRACIAS.

Ahora a lo que pidieron, dolor de alma crónico <3.

Para aclarar, esta es la continuación de los especiales que había hecho del AU que creé. Se olvidaron de que había puesto fin en la última parte creo XD, pero ahora estamos de vuelta con esto.

Ray, hace meses que no sales. Norman te está buscando...— Isabella trató inútilmente de comunicarse con su hijo, recluido por decisión propia en su departamento. El chico levantó la cabeza de las almohadas y mirando hacia la puerta, pensó un segundo. Se levantó de mala gana y tuvo la intención de dirigirse a su ropero, pero un fuerte mareo a causa de la anemia por su mala alimentación lo obligó a tomarse unos momentos antes de poder caminar. Ya con su equilibrio y visión recuperadas, se cambió las ropas por algo más apropiado que su pijama. Salió así de su casa, y le dirigió una mirada a su madre; ninguno dijo una palabra, en un entendimiento mutuo. Ella dejó en la mesa un desayuno que él apenas tocó antes de irse. Norman lo esperaba afuera,viendo al cerezo perder sus pétalos ante la brisa fría de un invierno deprimente. Allí, el albino miró al azabache, que esquivó su mirada incómodo.

—Así que... ¿Cómo estás? Después de lo de...— No se atrevió a mencionar la entrega de la pelinaranja al culto en su totalidad, aunque no pudo evitar hacer una pequeña mención. El ojiazul sonrió triste.

—Tú más que nadie debería saberlo.— Ray asintió, en un silencio compasivo que le tenía a él y casi a sí mismo; una compasión hacia el dolor helado y al mismo tiempo abrazador de perder a tu amada. Hace tiempo se dejó de preguntar cuántos otros también perecieron estas situaciones desgarradoras, cuántos lo superaron y cuántos se ahogaron en esa tristeza insoportable que te rogaba que dejaras de salir a la superficie para respirar y que te entregaras a las corrientes y marea. Supo que eran muchos más de los que podía pensar y que lo seguirían siendo, puesto que cambiar estas situaciones se hacía más imposible cada vez. Ray miró a su amigo; claramente su situación había empeorado, con aquellas ojeras surcando debajo debajo de sus ojos y sus mejillas hundidas. No soy el único viajero que no ha pagado su deuda... Pensó en que quizás Norman también le habría gustado escapar con Emma. Pero ella no habría cedido por nada del mundo.

—¿Y qué has estado haciendo?— Le preguntó.

He estado buscando un camino para seguir otra vez.— Confesó, aún con aquella pequeña sonrisa herida en sus labios. —A Emma no le habría gustado que me quedara sin hacer nada durante mucho tiempo. Es más, hoy tengo una junta con un grupo de investigaciones...— El de ojos verdosos se acercó al cerezo.

—Eso es asombroso.

—Es en el parque de enfrente en un rato. Si quieres puedes acompañarme.— Estuvo a punto de negarse, pero al recordar las palabras de Norman sobre lo que Emma querría que él haga pensó qué es lo que a tí te gustaría que haga con su vida. Y, suspirando, decidió aceptar.

—Bien... Veré si voy un rato más tarde.— El de ojos azules sonrió satisfecho.

—Bien, yo voy a ir yendo.— Saludando con la mano, cruzó la calle. Ray se quedó viendo el cerezo.

Llévame de vuelta a la noche en la que nos conocimos... Para que pueda decirme a mí mismo qué demonios se supone que debo hacer. Y entonces me voy a poder decir a mí mismo a no pasear tanto a tu lado.— Pidió, casi en un rezo. —Tenía todo, la mayor parte, un poco  y ahora nada de tí. Llévame se vuelta a la noche en la que nos conocimos.— Dudó, inseguro de sus palabras y deseos. —No sé qué es lo que se supone que haga, siendo perseguido por tu fantasma. Así que, por favor... Llévame de vuelta a la noche en la que nos conocimos. Cuando la noche estaba llena de terrores y tus ojos estaban llenos de lágrimas... A cuando aún no me habías tocado. Llévame de vuelta a la noche en la que nos conocimos.— Y así, cruzó la calle para llegar al parque. Una bocina a su izquierda lo sorprendió y lo obligó a quedarse de piedra en su lugar, sin ser capaz de procesar nada más que el insufrible dolor que llegaría a causa de ser embestido por el coche. Trató de mantener los ojos abiertos, pero la vista se le había borrosa y rojiza, y sus párpados le pesaban más de lo normal. No se podía mover y la tierra entraba por sus fosas nasales. Cuando volvió a abrir los ojos se encontró en un prado de hierba verde puro y un cielo rosado a causa del ocaso que se efectuaba. Caminó hasta encontrarse, en una colina, el mismo árbol de cerezos que había plantado. Y corrió más rápido, se tropezó con cada piedra y se levantó al ver tu figura acariciar las ramas más bajas de la enorme planta. Una vez allí, trató de recuperar el aire. Te giraste para mirarlo y sonreíste.

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora