La letrista {Rayxtú}

LXVI

¡Vamos a salvar a ___________!

Ray miraba a la lejanía en silencio. Los niños estaban reunidos en una fogata, comiendo las cosas que habían recolectado. Emma hablaba animadamente de sus hermanos a los chicos de Goldy Pond, que la miraban maravillados. Los mayores miraban al rededor, con una ligera tensión. Dos chicos se acercaron a Ray.

—Vigilamos nosotros ahora.— Avisaron. El azabache se dió la vuelta y parpadeó varias veces, como si despertara de un sueño.

—Ah... Gracias.— Empezó a alejarse cuando escuchó que le hablaban.

—¿Habrá llegado bien?— Se quedó mirando, sin entender. —Esa chica me salvó...— Algunos niños se acercaron.

—A mí también.

—Y a mí.

—A mí igual. Si no fuera por ella... Tal vez no seguiríamos con vida. ¡Espero que se salve! Le quiero dar las gracias. Tenemos que llegar a salvo... Todos juntos, para que ella nos vea bien.— El de ojos negros parpadeó, sorprendido. Soltó un suspiro, esbozando una pequeña sonrisa.

—Sí, eso le gustaría.

{~°~}

Abriste los ojos lentamente. Miraste a tu alrededor; sentías que los párpados te pesaban y tenías el cuerpo entumecido. ¿Eh...? ¿Es el hogar...? ¿Es un sueño? O tal vez... ¿Morí? Cerraste los ojos y los volviste a abrir, tratando de enfocar lo que veías. De pronto, había varias personas al lado de tu cama y sentías que te sostenían la mano con fuera. Cuando miraste viste a tu novio con una gran sonrisa de alivio pintada en el rostro. Detrás suyo se asomaba Emma, Gilda y Anna, que te miraban alegres. Parecía que Don se quería largar a llorar y Chris le palmeaba suavemente la espalda. Estaban todos los chicos del hogar y algunos de Goldy Pond.

—¿El refugio...? ¿Chicos...?— Balbuceaste. Sentiste la garganta seca y tu voz raspada y ronca.

—Sí.— A Ray se le quebró levemente la voz al contestarte, y de pronto todos saltaron sobre tu cama.

—¡___________! ¡Despertaste!— Exclamaron. Yvette se limpió las lágrimas de la cara.

—¡No despertabas y no despertabas, pensé que te habías muerto!— Lloró.

—¿Están todos... Bien?— Susurraste.

—Sí.— Te contestó tu pareja. —Todavía hay algunos que no se pueden mover, pero todos están acá.— Te miró por un segundo que pareció eterno. —Bienvenida, _________.— Sonreíste.

—Ya llegué.— Viste de reojo como un adulto azabache se escabullía por la puerta y tu sonrisa se ensanchó. No ibas a permitir eso. —Ah, Señor.— Lo llamaste, haciendo que se detuviera en el acto.

—¡Tonta! ¡Seguí durmiendo, no le va a hacer mal a tus ojeras de mapache!— Arqueaste una ceja en falsa ofensa.

—Gracias por salvarme.— Hablaste. Pareció quedarse en blanco por un segundo.

—No, eh... Yo también, perdón... Por todo...— Los niños lo fueron empujando hacia tu cama, cosa que no parecía agradarle, pero no opuso resistencia.