LXXXIV

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"Perdón, _______."

Cuando finalmente salieron de la habitación, todos en el escondite parecían sorprendidos.

—Ah, debe ser porque no salgo muy seguido de mi habitación.— Rio Norman. Rápidamente los tranquilizó. Los llevó a una enorme casa, al parecer construida en el tronco del árbol. Cuando entraron vieron los que los chicos corrían de aquí para allá, jugando y gritando de felicidad.

—También pueden usar la casa del lado por el momento, la comida ya va a estar lista.— Sonrió el albino. Algunos niños se le acercaron. —¿Qué pasa?

—Eh... Norman... ¿Vos sos el "jefe"? Hayato dijo... Que el jefe era como un dios. Y vimos que recién todos estaban sorprendidos cuando venías... Sos genial y tenés este escondite asombroso... Ahora sos el señor Minerva, ¿No? ¿Cómo deberíamos llamarte, Norman? ¿Señor Minerva? ¿O jefe?

—Mm... Es cierto.— Se agachó para estar a la altura de los niños y pensó durante algunos segundos. —Cuando hay mucha gente sería mejor que me llamaran "jefe", porque para Hayato y el resto soy William Minerva. Pero yo soy Norman. Por más que cambie el lugar y sea más alto que el techo del hogar, sigo siendo el Norman que todos conocen. 

—¡¿En serio?!

—¡Sí, en serio! Vengan para acá.— Abrió los brazos, sonriendo. Justo en el momento en el que los niños saltaban sobre el mayor se abrió la puerta, mostrando a Hayato junto con el grupo que se había quedado con los heridos. Norman los saludó desde el suelo. —Ah, tanto tiempo, Anna. ¿Cómo están Chris y los demás?— La rubia ya lloraba, y Hayato parecía ver un fantasma de su sorpresa. 

—Se pasaron un poco, por más que creciste seguís siendo bastante frágil, eh...— Reíste.

—No, es que todos están más grandes de lo que pensaba.— Se excusó tu amigo.

—Ajá...— Dudaste. 

—Hayato se sorprendió.— Mencionaron los menores. —Se congeló en varios sentidos.— Esto pareció hacer que el mencionado reaccionara, y rápidamente sacudió la cabeza.

—¡¿Lo conocen?! ¡Entonces traigo la comida del jefe para acá también!— Se fue corriendo con velocidad, sin dar espacio a decir nada más.

—Pero es una buena persona.— Mencionó Emma. Pronto, todos se sentaron en las largas mesas repletas de alimentos. 

—No se contengan, coman todo lo que quieran.— Dijo Norman.

—¿Podemos comer tanto...?— Dudó Emma.

—¿Hay suficiente para Hayato y todo el resto?— Preguntaste. Minerva pareció sorprendido por sus preguntas, pero luego suspiró.

—No se preocupen, hay suficiente. Coman todo lo que quieran hasta llenarse.— Agradecieron por la comida y los niños comenzaron a saltar sobre sus platos, comiendo felices después de tanto tiempo. Halagaron la comida y hablaron muchísimo, rieron hasta que les dolió la panza. De a poco, se fueron retirando a las habitaciones, y Norman los acompañó. —Su familia está llena de chicos buenos.— Mencionó Norman. 

—Menos mal. En serio no cambiaste... Norman.— Mencionó la de cabellos anaranjados. Él la miró. —Estás vivo y sentado a mi lado. ¡Ah! ¡Sería un desperdicio irse a dormir!— Sacó un tablero de ajedrez y lo puso entre ella y el chico. —¡Juguemos, Norman! ¡Y después _______, y luego Ray!

—¡¿Eh?!— Se quejó tu novio. —¡Guarden todo de una vez y váyanse a dormir!

—Decís eso, pero seguro vas a terminar jugando.— Canturreaste. Y ciertamente pasaron toda la noche jugando hasta que cayeron dormidos del cansancio. 

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora