CII

350 41 20
                                    

Vivamos todos, Peter Ratri.

—Podrían matarme, pero me dicen que vivamos todos juntos... Qué tontos.— El albino sonreía con cierta triste ironía que te desconcertó. —Por eso terminaron como comida. Y ellos también son adorables. Lo que les hicieron a ustedes, chicos ganado... Es lo que los humanos le hacen una y otra vez a sus pares desde siempre. Sí... Aunque los humanos no comen humanos. Vayan adonde quieran y hagan lo que quieran. Ustedes ganan, pero recuerden una cosa: El otro mundo tampoco va a cambiar. Porque ellos, los demonios, son un reflejo de los humanos. "Code Solid", díganle eso a mi tío. Si quieren hacerlo, inténtenlo. Vale la pena ver hasta dónde pueden llegar en ese mundo.— De pronto sacó un cuchillo y lo acercó a su propio rostro. Helada, por un segundo te pareció que su sonrisa se reflejaba en la filosa hoja de metal. —Perdón, pero no puedo ir con ustedes. Pienso disfrutar de ese nuevo mundo desde las profundidades del infierno.— Lo puso junto a su garganta y Emma empezó a correr para detenerlo. —Adiós.

—¡Peter!— Exclamó tu amiga. Rápidamente, todos se acercaron para ayudar, cubriendo la herida y parando el sangrado como podían. Mientras tenías su cabeza en tu regazo te pareció ver una mirada de ligero arrepentimiento y disculpas, que fue desapareciendo a medida que cerraba los ojos y, eventualmente, su vida escapaba. Todos se pusieron de pie y observaron el cadáver.

—Miranos, Peter. Vas a ver que vamos a conseguir una vida en la que todos podamos vivir en familia y reír.— Dijiste, antes de darte la vuelta y seguir el camino, seguida por el resto del grupo. 

—Entonces ¿Qué es lo que piensan hacer después?— Cuestionó Isabella.

—Nos vamos a ir por el momento.— Dijiste. —Los dos mil soldados siguen ahí y todavía hay cosas que tenemos que hacer. Pero queríamos hablar con las mamás si veníamos a Grace Field House. Vamos al mundo humano.— Isabella abrió los ojos con sorpresa. —Cuando termine todo vamos a ir, y ustedes también. Ya hicimos Emma y yo esa promesa con ⸷ⵥᕒᖭᘠ. Obviamente, si ustedes no se oponen. Cuando todo termine y la promesa se ponga en marcha, las mamás y las hermanas, y los chicos y adultos de las otras granjas, todos juntos vamos a ir al mundo humano. 

—¿Nos van a perdonar...? ¿A nosotras...?— Murmuraban las madres. —No... Pero...

—Nos vamos a quedar acá.— Sonrió la adulta de ojos morados. —Aprecio tus sentimientos, pero nosotras...

—Dejá de decir esas cosas.— Interrumpió Ray. —¿No estabas harta? Si te arrepentís de algo, solucionalo del otro lado.— Los ojos de su madre se empezaron a cristalizar. —Yo me alegro de estar vivo. Y por estar vivo, hay culpas que tengo que expiar y arrepentimientos que tengo que solucionar. Pero esto está bien. Ya no odio a nadie, no guardo rencores. Así que vamos... Ustedes también.

—¡Eso, vamos, vamos!— Apoyaron los más pequeños. Empezaron a correr hacia las aturdidas mujeres, sonriendo. —¡Mamá, mamá!— La azabache se arrodilló en el suelo, llorando de arrepentimiento.

—Perdón... Perdón, gracias, chicos...— Balbuceaba, mientras los abrazaba.

—Entonces está decidido.— Suspiró Emma, más tranquila. —Cuando nos ocupemos de todo, vamos a volver a Grace Field House. Hasta entonces este lugar va a continuar.

—Los vamos a esperar.— Prometió la mujer que te crió. —No te preocupes, no los demonios ni los vasallos del clan Ratri saben de nuestra traición. Podemos hacerlo. Nosotras nos ocupamos de Grace Field House, Phil y el resto, y los demonios. Tengan cuidado.

—Sí. Ya volvemos.— Sonreíste. —¡Nos vemos!— Empezaron a retirarse del lugar mientras se comunicaban con el equipo de afuera. —¿Cómo van los preparativos de evacuación?— Le preguntaste a Norman, que repitió la pregunta para Cislo con el micrófono. Su expresión cambió con rapidez. —Los soldados comenzaron a moverse extraño... Todos se están alejando de sus puestos y se dirigen al puente exterior.

—Esperen, miren.— Los llamó una de las madres, que tenía una tableta entre las manos. Una voz salió del aparato.

—Anuncio oficial. Esta es una ordenanza de la capital real para todos los ciudadanos. Todas las granjas van a ser abolidas según las órdenes de la nueva reina, Mujika. 

—¡¿Mujika está viva?!— Exclamó Gilda.

—¡Y es reina! ¡Ahora la sangre va a poder distribuirse como teníamos planeado!— Continuó Don.

—Pero no solo eso, las granjas fueron abolidas.— Continuó Oliver. —¡Ya no va a haber granjas!

—¡Todos los chicos ganado son libres!— Gritaste, saltando de la felicidad. A tu alrededor celebraban y lloraban de alegría. Sentiste que alguien tiraba de tu brazo y giraste la cabeza para encontrarte con la sonrisa radiante de Ray, que con un movimiento suave te acercó a él. —¿Y esto?— Le susurraste, sonriendo también.

—Solo dame un segundo, por favor.— Apoyó una mano en tu mejilla y no pudiste evitar soltar una pequeña carcajada antes de acercarte y besarlo. Sentiste su sonrisa ensancharse sobre tus labios y ese pequeño gesto hizo que el corazón te saltara en el pecho. Cuando se separaron te miró, con los ojos brillantes de satisfacción.

—Ey, tórtolos, vengan a celebrar.— Habló Norman, apoyando una mano en el hombro de tu pareja, que le arqueó una ceja todavía sonriendo.

—Ah, pero si pudieras con Emma no te quejarías tanto ¿Verdad?— El albino enrojeció hasta las orejas y te reíste, recordando cómo solían molestarlo al respecto cuando eran niños. Te alegraba que al menos esa parte de él no haya cambiado nada.

—Ya, ya, vas a tener tiempo para cortejarla cuando estemos en el mundo humano.— Agregaste.

—¡Yo no voy a...!— Trató de objetar tu mejor amigo.

—Exactamente, pero hasta entonces, a nosotros déjanos tranquilos.— Te besó nuevamente, y no podrían haberte importado menos las protestas de Norman a tus espaldas. Cuando apareció Emma guardó finamente silencio, porque ella los tomó a ambos de los brazos y los comenzó a arrastrar.

—¡No se queden atrás!— Los reprendió, aunque también sonreía. —¡Ahora vamos a poder sacar a Phil y al resto! ¡Apuren el paso, apuren el paso!— Se soltaron de su agarre y corrieron a su lado por los pasillos hacia una de las granjas. Escuchaste una campana y todos corrieron por el bosque, viendo cómo la casa se hacía cada vez más grande y más cercana. No habías estado en esa granja antes, pero sentías que conocías el terreno mejor que a ti misma. Entonces viste al niño y Emma, que ya era bastante veloz de por sí, apuró aún más el paso y exclamó el nombre del niño.

—¿Qué?— Se dió vuelta con rapidez, probablemente por haber reconocido la voz de la chica. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verla.

¡Ya volví, Phil!

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora