La letrista {Rayxtú}

LXIX

Con la búsqueda de los Siete Muros.

“Buscad el día y la noche con el ojo del dragón de Cuvitidala. Primero id 10 RI al norte, luego 10 RI al este, luego 10 RI al sur, luego 10 RI al oeste. Luego ir 10 RI hacia el cielo y 10 IR hacia el suelo. Cuando la flecha se detiene entre la arena y el sol se pone por el este, la tierra gritará y las paredes aparecerán. Lo que nos separa de él, los Siete muros.”

—... Nos están cargando.— Dijo Lannion, viendo el holograma que salía de la lapicera.

—Lea como lo lea, nos están cargando.— Apoyó Thoma. —Es que no tiene sentido. Sí vas al norte desde acá, después al este, al sur y al oeste, si siempre hacés la misma distancia, volves al punto de partida.

—Pero si ya vimos esto de Cuvitidala.— Sonrió el rubio.

—¡Sí, sí!— agregó su amigo.

—¿Terminaron de descifrar lo que les pedí?— Preguntó Ray. Gilda salió de la habitación y volvió con una pila de libros.

—¿Descifrar?— Preguntó Yugo, abriendo uno de los libros. —Ah... Estos son los documentos antiguos del archivo.

—Sí.— Confirmó la de cabellos verdes. —Ray nos pidió que los leyéramos.

—Pero no es solo que la lengua es antigua, algunas páginas están hechas pedazos, y la caligrafía es tan mala que no se puede saber qué lengua es.— Refutó el adulto.

—Es latín espejado.— Sonrió Don.

—¿Latín espejado...?

—El latín era la lengua común del antiguo imperio Romano.— Mencionaste. —Y que esté espejado quiere decir que las letras están invertidas a propósito.

—Me sorprende que te dieras cuenta...— Dijo Violet, abriendo uno de los libros. Le sonreíste.

—Ray y yo lo notamos cuando revisamos el archivo. En otro estante había un diccionario de latín que nos llamó la atención... Pero no teníamos tiempo antes de que saliéramos a Goldy Pond, así que les pidió a ellos que lo descifraran.

—Así que lo leímos, y Ray y __________ tenían razón.— Continuó Don. —Esos libros son una colección de notas de distintas personas.

—De épocas y lugares distintos, probablemente lo más antiguo sea la parte en latín.— Agregó Anna. —Y es probable que sean del clan que hizo la promesa... Del clan Ratri de hace mil años. Investigamos las palabras que podíamos leer e hicimos deducciones, así que no podemos saber con certeza lo que decía el texto. Pero ahí aparece el dragón de Cuvitidala.

—Cuvitidala...— Suspiró Emma. —¿Es un lugar, o...?

—Lo más probable es que sea un lugar.— Afirmó Gilda. Tomó el libro y lo abrió. Señaló un lugar en uno de los extremos de la hoja. —Miren, hay un mapa. Acá. Hay unas coordenadas escritas por encima.

—¿Son las mismas coordenadas de la pluma?— Preguntó la de cabellos naranjas.

—“Buscad el día y la noche en el ojo del dragón de Cuvitidala”.— Recordaste. —Del resto de las pistas no tenemos idea.

—Sí. Entonces, vayamos primero a Cuvitidala.— Dijo tu pareja. —D528-143...

—Es bastante lejos.— Murmuró Yvette, con el ceño fruncido.

—¿Quiénes van?— Preguntó Yugo.

—El ayudante nos dijo que no nos moviéramos de acá, lo básico es proteger el refugio.— Explicó Ray.

—Vamos a ir pocos. Sí somos muchos, vamos a llamar la atención.— Hablaste.

—Un pequeño grupo de Élite.— Sonrió Emma, divertida.

—Entonces vamos a ir...— Empezó tu novio. —_________, Emma y yo, junto con Don y Gilda.— Los dos mencionados se quedaron de piedra, sin saber qué decir.

—¡Ey, Ey!— Llamó la atención Yugo. Sacudía las manos, tratando de ocultar su preocupación. —¡¿Van a estar bien siendo solo chicos...?! Obviamente va a haber montones de demonios, y no tienen un guía que conozca el camino. Irían a una tierra que ni yo ni nadie conoce.

—Entiendo que es peligroso y me tranquilizaría mucho que nos acompañaras, Yugo, pero...— Explicó Emma. —Con la llamada del ayudante, ahora lo sabemos con certeza. El enemigo nos acecha.

—Sí.— Apoyaste. —Seguramente están buscando este refugio. Así que no podemos ni queremos dejarlo desprotegido, es la base en la que vivimos todos juntos. Por eso, te queremos pedir que protejas y mantengas escondidos a todos y a este refugio. Además, Don y Gilda son hermanos en los que podemos depender.

—¡Eso, eso!— Exclamó Emma, feliz.

—Sí, aprenden bastante rápido y cuando escapamos...— Había empezado a decir Ray, pero se detuvo al ver como los dos chicos lloraban desconsolados. —¿Eh...? Bueno, si no quieren...

—¡Obvio que queremos!— Chilló Don, alzando los brazos al aire.

—Estoy tan feliz...— Balbuceó Gilda, entre lágrimas. —Pensé que íbamos a tener que quedarnos de nuevo... Esperar sin poder hacer nada fue tan duro... Me alegra poder acompañarlos.— Don sonrió, comprensivo, y le pasó un brazo por los hombros para abrazarla.

—¡Vamos a darlo todo de nosotros, ¿No, Gilda?!

—¡Sí!

—Perdón por interrumpir el momento.— Apareció Yugo, empujando de los hombros a Violet y Zack. —Pero si es posible, llévense a estos dos también. Acá vamos a ser suficientes. Solamente cuatro no pueden hacer buenas guaridas, y estos son bastante útiles.

—Así que estás preocupado, Yugo.— Mencionó Guillian, con falsa inocencia. El adulto se quedó de piedra, como si ese comentario se le hubiese clavado.

—¿No les molesta, Zack, Violet?— Preguntaste.

—Encantados.— Dijeron ambos al mismo tiempo.

—Bueno, entonces salimos en una semana.— Indicó Ray. —Hasta entonces, hay que prepararnos bien.

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—Si tienen a Zack que sabe de primeros auxilios y a Violet que tiene buena vista nocturna, van a estar bien...— Yugo murmuraba, sentado en el banquito frente al teléfono. Lucas lo miraba con diversión.

—¿Siempre fuiste así de sobreprotector, Yugo?— El contrario no se molestó en contestar, muy centrado en sus pensamientos y farfullos. Por encima de la sala secreta, los niños se habían reunido en el pasillo frente a la puerta de salida.

—Cuidense mucho, tienen que volver bien.— Pidió Yvette, dándote un último abrazo.

—Sí, que nadie venga con el estómago atravesado o algo así.— Pidió Thoma.

—Si serás...— Suspiraste y negaste con la cabeza. —Todos volveremos bien.

—Bueno.— Ray empezó a subir por la escalera, siendo seguido por Zack y Violet después Emma y vos saludaron con la mano.

¡Nos vamos!