XVIII

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Los cuatro niños bajaban por las escaleras, dirigiéndose al comedor.

— La verdad es que me sorprendió. — Habló el albino. — Una cosa es que se dieran cuenta Ray o _____ que leen libros todo el tiempo...

— Pero que Emma notara el Ex libris... — Agregó el azabache. Había tomado tu mano mientras salían de la biblioteca, acción que se mantuvo hasta este momento.

— No lo noté. — Dijo la de cabellos naranjas, sorprendiéndote.

— ¿Eh? — Balbuceó Norman.

— No fui yo quien lo notó. — Aclaró ella. — Phil se dió cuenta y me contó. El libro de dibujos que estaba leyendo era del señor Minerva... Y justo era una historia que hablaba del código Morse. Después solamente investigué los otros libros.

— Ahora tiene sentido. — Mencionó Ray. Soltaste una pequeña risita por su comentario.

-— ¿Eh? ¿Qué querés decir con eso? — Cuestionó la de orbes verdes, indignada. Diste una mirada al rededor cuando llegaron al comedor, y notaste algo que te inquietó.

— ¿Dónde están Don y Gilda...? — Balbuceaste. Los cuatro se pusieron a buscar al par de diez años.

— ¡No están en la despensa! — Informó el de ojos azules. Te diste vuelta con dirección al pasillo, con clara preocupación, y para tu sorpresa, te encontraste con Don y Gilda.

— Don. Gilda. — Murmuraste, más tranquila.

— Menos mal, estaba segura de que... — Empezó a decir Emma.


— ¿Adónde fueron? — Preguntó el de ojos negros, interrumpiendo a la muchacha. Miraste de reojo como los más chicos los miraban confundidos.

— Estamos llamando la atención... — Informaste, mientras tomabas el brazo de Ray, tratando de calmarlo.

— Dejémoslo para después. — Sentenció Norman.

{~°~}

— ¿Entonces? — Preguntaste. Ya había terminado la hora del baño y había empezado el pequeño tiempo libre que les daban antes de acostarse, por lo que se encontraban en el comedor.

— Entramos a la habitación secreta de mamá. — Confesó el castaño. — Era u sótano.

— ¿Cómo entraron? — Preguntó asombrada Emma.

— Don... Le robó la llave del bolsillo a mamá... — Aclaró Gilda.

— ¡¿Del bolsillo de mamá...?! — Repitió anonadada la pelinaranja.

— ¿Y mamá? — Preguntaste.

— No creo que se diera cuenta. — Explicó la de lentes. — Ya le devolvimos la llave, así que... Probablemente...

— Hicieron algo muy estúpido. — Sentenció Ray. — ¿Qué habrían hecho si esa habitación tenía cámaras, micrófonos ocultos o alarmas? — Parecía bastante enojado por las acciones de los dos menores. — Si mamá o la hermana se hubieran dado cuenta, ustedes... No, ustedes no, todos nosotros...

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora