XCVIII

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Tengo un hermano menor muy idiota.

—¿Dijo hermano menor...?— Susurraste.

—¿Pensás matarme?— Continuó la reina. —A pesar de ser el hijo del rey, quedaste envuelto en esa antigua fe y te rebelaste contra la familia real. Sos el traidor que escapó con esa, la de sangre maldita.— Mujika hizo una mueca, y por un segundo pensaste que iba a llorar. 

—Vos sos la traidora.— Respondió Sonju. —Desobedeciste el orden que debíamos proteger por tu codicia, tergiversaste todo con esa "promesa" de mierda. Y encima intentaste monopolizar y eliminar esta sangre. Me da náuseas. 

—Bien.— Habló su hermana. —Por si no lo sabés todavía, no me interesa. 

—Emma, Ray, ______, Norman.— Los llamó Mujika. —Aprovechen para llevarse a ese chico.— Miró a Zazie, que estaba inconsciente en el suelo.

—No... Todavía no lo podemos mover.— Contestó Norman.

—Mujika, ¿Qué es eso?— Cuestionó Ray. —¿Qué es esa reina?

—La reina Legravalima tiene dos núcleos.— Informó la demonio. —El primero fue destruido y ahora revivió con el segundo. Es un rasgo hereditario secreto que se transmite en la familia real desde la primera generación. Yo tampoco sé mucho al respecto, pero incluso en la familia real, rara vez nace descendencia así. 

—¿Y Sonju?— Preguntaste. Ella negó con la cabeza.

—No debería tener esa característica. Al igual que los otros demonios, de los hijos del rey anterior, solo Legravalima debe tener dos núcleos.— El demonio de cabellos rojizos se paró en frente de la monarca, que lo atacó con velocidad, extendiendo sus garras. Él la esquivó y con su lanza rebanó su estómago, pero el instrumento se quedó pegado a partes del cuerpo de la reina. 

—¡Es el pegamento de los subordinados de Geelan!— Exclamaste. Sonju se vio obligado a soltar su arma y retroceder.

—No te preocupes.— Le contestó su oponente. —Te la devuelvo.— Voló hasta rebanar el brazo izquierdo del demonio.

—¡Sonju!— Exclamó Ray.

—En efecto... Mi núcleo está ahora en mi estómago.— Habló la reina, regenerando su torso. —¿Y qué? No cambia nada que lo sepas. No podés hacer nada, no te lo voy a permitir.— Se comenzó a acercar a su hermano, abriendo los brazos. —Ya seas vos, que apena sos parte de la familia real, o cualquier otro. Qué libertad.— Alzó las manos al cielo, extasiada. —¡Esto es poder! ¡Poder abrumador! Nunca lo entenderías, Sonju, ¡Esta omnipotencia, no puedo evitar sonreír! ¡No solo reviví, renací! Puedo usar los recuerdos, fuerzas, todo de aquellos que comí como si fuera mío. ¡No entenderían el estado que alcancé! Este mundo únicamente lo perciben los elegidos. Todo el mundo me pertenece, todas las vidas son mi alimento. Mis súbditos, el pueblo, mis enemigos y el ganado... ¡Mi familia, todos! ¡Comeré más que nadie y me volveré más fuerte que nadie! Todavía no, no alcanza. Puedo comer más. No alcanza. No alcanza. ¡No alcanza! La Sangre Maldita, Grace Field House...— Su cabeza se deformó abriendo una enorme y única cavidad con dientes filosos y enormes, que se abalanzó sobre la pequeña demonio de cabellos morados.

—¡Retrocedé, Mujika!— Clamó Sonju con vehemencia, regenerando su brazo y corriendo hacia ella. La monarca, sin embargo, se quedó quieta a centímetros de la demonio.

—¿Qué es esa cara? ¿Por qué no retrocedés?— Cuestionó.

—Me das pena.— Sentiste un escalofrío recorrer tu columna al oír la voz de Mujika suspirar eso, con aquellos ojos negros y vacíos, amenazados a romper en llanto. —¿Por qué... tenés tanta hambre? Vivís en la opulencia y podrías tener todo lo que quisieras.— En ese momento Sonju se paró en frente de la reina, blandiendo su lanza y obligándola a retroceder. —Gracias, Sonju, no te preocupes.— Él la miró confundido.

—Me preguntaba qué pensabas...— Comentó la reina. —Pero, ¿Que tengo hambre?

—Sí. Tenés hambre. Sin importar cuánto comas, consigas o alcances, nunca es suficiente. Me das pena. Te compadezco.— Sonju estaba cada vez más tenso, pero no se interpuso. Ustedes miraban en silencio. —¿Qué es lo que querés en realidad? ¿A qué le tenés miedo? Si solo hubieses sido capaz de sentir satisfacción, otra habría sido la historia. Atrapada por una codicia sin límites, olvidaste el respeto a los dioses y te devoraste el mundo... sin darte cuenta de que eso te lleva a tu propia destrucción.

—Tonterías.— Refutó Legravalima. —La codicia es una virtud. Todos desean y actúan por ella. La codicia es la fuerza que todo lo mueve. Una codicia sin límites es un poder sin límites. ¿Los dioses? ¿Respeto? ¿Vida? No me pienso humillar ante nadie. Desde que nací fui diferente al resto. Era más especial que nadie. ¡No hay nada a lo que le tenga miedo! ¿Hablás de mi destrucción? Me hacés reír. 

—No, vos ya estás destruida. Ya estás muerta.

—¡Ya hablaste demasiado, ahora desaparecé!— Se volvió a abalanzar en contra de la Sangre maldita, con la intención de acabarla. Sonju se tensó en su lugar, determinado a protegerla. Sin embargo, antes de que cualquier encuentro diera lugar, el cuerpo de la monarca explotó.

—Comiste demasiado.— Continuó hablando Mujika, impasible. —Tus células hace rato alcanzaron su límite. El segundo núcleo no tiene ningún poder especial, ingeriste veneno y un gran número de cadáveres... Demasiado al mismo tiempo. Cuando el primer núcleo fue destruido, quedaron agonizando y entraron en caos. Y al empezar a mostrar lo que comiste tal cual era, me di cuenta de que era porque no los habías digerido lo suficiente.— Las voces entonces comenzaron a hablar y gritar, quejarse y llorar, suplicar por piedad y maldecir la corona.

"Maldita reina".

"Me duele, tengo miedo".

"¡Mamá, mamá!".

"Le ruego nos ayude, su majestad".

"Qué vergüenza".

"¡No quiero morir, maldito!".

La reina comenzó a tomarse la cabeza, en respiraciones agitadas y cayendo al suelo de rodillas.

—Pensé en por qué existo.— Habló todavía Mujika. —¿Quiénes somos? ¿Qué queremos ser? Pensé en por qué nací en este mundo, durante 700 años, y finalmente lo entendí cuando conocí a Emma y al resto. Hace mucho, hicimos una promesa. Separamos de este mundo a los humanos. Yo nací para cambiar a nuestra especie, y este es el momento en el que nuestro mundo va a cambiar.— Las voces comenzaron a hablar nuevamente.

"Soy Krone".

"Soy Michelle".

"Soy Geelan".

"Soy Dozza".

"Soy Bayon".

"Soy Va...".

La reina comenzó a deformarse nuevamente, y las voces se aminoraron. Te limpiaste la cara con la manga de tu disfraz de demonio, tomando aire.

—Yo... ¿Quién soy?— Balbuceó la monarca, como últimas palabras.

—Vas a ser devorada por las vidas que comiste.— Le habló Mujika a aquella masa amorfa, llena de cabezas.

Adiós, su majestad... Reina Legravalima.

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora