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Nota de la autora: Que hermosa la sonrisa de Ray aaaAAA

Tenemos que superarlos antes de que se vaya el sol.

Caminaban tratando de hacer el menor el menor ruido posible, mirando alrededor con atención. Posaste una mano en uno de los árboles; era azul, y daba la impresión de que era una vela derretida. Ray te acarició la espalda con suavidad.

—¿Estás bien?— Preguntó en voz baja. Le sonreíste.

—Sí, solo estaba pensando en que no había nada como esto en el hogar... Da la sensación de que están petrificados.— Tu pareja asintió suavemente con la cabeza, pensando.

—Acá hay un montón de “comegente” salvajes.— Empezó a decir el señor. —Los de esta zona son salvajes, pero forman manadas. Normalmente se mueven en grupo, así que si hay uno cerca, seguro hay más. Y encima son muy agresivos. Osea que si nos encuentran, estamos muertos. Llaman a sus compañeros, te atacan todos juntos y comparten todo sin dejar un hueso. Hay pocas probabilidades de sobrevivir si nos encuentra uno. La única opción es matarlo antes de que llame a sus compañeros. Es absolutamente imposible para ustedes.— Luego, siguió caminando como si nada. Tragaste saliva, frunciendo el ceño. El azabache te tomó de la mano y te sonrió con confianza. Siguieron caminando en silencio durante horas.

—¿Cuánto falta?— Preguntó Emma, luego de un rato. Ray sacó un reloj de su bolsillo.

—Deben quedar dos horas para que se vaya el sol.— Indicó.

—Bueno, entonces sigamos.— Opinaste.

—Sí, por ahora avanzamos bastante.— Habló el adulto. —Todo va bien hasta ahora.— Aún así, pudiste notar que ese hecho no lo ponía muy feliz. Siguieron caminando hasta llegar a un tronco de un árbol caído que tuvieron que trepar. —Por la derecha.— Dijo el hombre. Miraste el suelo notando unas huellas y compartiste una mirada con Ray.

—¿Seguro que para la derecha?— Preguntó. El señor murmuró algo antes de responder.

—No, para la izquierda.— Se corrigió.

—Viejo de...— Se quejó tu novio. Lo tomaste del brazo, negando con la cabeza, diciéndole que no lo dijera. Él suspiró y se quedó callado.

—¿Cómo se dieron cuenta?— Inquirió la de cabellos naranjas.

—Las huellas.— Le explicaste. El señor los miró de reojo. Ya entiendo... La antena es la del plan y el emo es el del conocimiento, y la mapache es el puente entre ambos. La primera causa más problemas, él ayuda desde atrás y la última es la conexión entre los dos. Sin ella, puede que haya peleas internas. Me pregunto quién de quedará más callado... Al ver al otro muerto. Por otro lado, es muy aburrido si todo va bien. Emma se detuvo con un sobresalto.

—¿Sentís algo, Emma?— Le dijiste. Un demonio de ocho patas saltó de la nada sobre la de ojos verdes. La tomaste de la capucha y la empujaste hacia a tí, evitando que el demonio la atrapara. Ambas cayeron al suelo con fuerza. La de cabellos anaranjados se levantó tan pronto como pudo sosteniendo su arma hacia el ser, pero de quedó de hielo mientras el adulto disparaba repetidas veces al comegente.

—¡_______! ¡Emma!— Exclamó el azabache, lanzándose sobre ambas y tomándolas de los hombros.

—¿Estoy... Viva?— Se preguntó la chica.

—¡¿Qué...?!— Preguntó el muchacho.

—Pensaste que habías muerto, ¿No?— Dijo el adulto. —En realidad moriste. No pudiste disparar a tiempo.— Soltó una carcajada. —¡Que divertido! ¿Es la primera vez que un comegente te ataca desde arriba? En esta área hay muchos. Yo ya lo sabía.

—¡Viejo de...!— Volvió a quejarse Ray, pero Emma lo interrumpió.

—Pero gracias... Me salvó.— Dijo.

—Tenemos que escapar rápido, antes de que sus compañeros se den cuenta y vengan...— Dijiste, parándote.

—¿Quién te salvó?— Inquirió el mayor.

—¿Qué...?— Balbuceaste.

—No te salvé, un comegente no muere tan fácil. Se regenera de inmediato... Y llama a sus compañeros.— Se dieron la vuelta para ver, horrorizados, que el monstruo ya se había levantado y sus heridas estaban casi completamente curadas. La criatura tomó aire y soltó un grito que retumbó en todo el bosque, obligándolos a taparse los oídos.

—¡Mierda!— Soltó Ray, ya cansado de aguantarse el enojo. —¡¿Por qué no nos dijiste que no se había muerto antes?!

—Fue a propósito.— Contestó el adulto.

—¡¿Qué?!

—No les dije que no estaba muerto a propósito para molestarlos.

—¡¿Cómo...?!

—No pasa nada, no pasa nada, yo no voy a morir. Pero ustedes están en problemas. No se los pudo comer y encima lo atacaron. Ahora están furiosos.— Mientras explicaba esto, trepaban un árbol, tratando de escapar. —Como ven, es aún peor que el solo hecho de que haya llamado a sus compañeros.

—¡Viejo de mierda!— Exclamó el azabache.

—Este es el primer acto de este descenso al infierno. Sus vidas están en mis manos. A ver... Vamos, procuren sobrevivir. Que vista espectacular, tan maravillosa.

—¡Estás mal de la cabeza!— Le gritó el de ojos negros.

—¡Mirá quién habla!— Refutó. —Perdón. Todo estaba yendo demasiado bien, así que me estaba aburriendo un poco.— Se paró, mirándolos. —Bueno, supongo que van a morir, pero esfuércense, yo me voy pero los voy a estar mirando.— Saltó a una rama cercana, alejándose.

—¡¿Qué...?!— Balbuceaste.

—Si uno muere, ayudo a los que queden.— Y sin más, se fue.

—¡Señor!— Gritó Emma.

—¡Déjalo!— Le indicó Ray.

—Sí!— Lo apoyaste. —Si nos va mirar es porque realmente va a estar cerca, los chicos del refugio no están en peligro no estamos perdiendo a nuestro guía. ¡Primero tenemos que superar esto!

—¿Pero cómo...?— Empezó a decir el azabache.

—¡Chicos! ¡Están trepando!— Gritó la de ojos verdes.

—¡Por acá, rápido!— Guiaste. Cuando todos pasaron por la rama, tomaste tu arma y apuntaste hacia lo que sería la copa de los árboles, disparando y haciendo que se obstruyera el camino. —¡Dispará la pistola esa, Emma! ¡La bala verde!— Gritaste. La muchacha siguió tu orden y sacó la pistola de cuatro cañones que habían encontrado en el hogar, puso la bala, se sacó el seguro al arma y apuntó.

Luego de eso, tiró del gatillo.

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Hola! AnonnimousAngels reportándose.

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Sin nada más que decir y con todo el amor del mundo,

Cambio y fuera.

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora