LXIV

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¡___________!

Ray apretó los labios, aterrado. Pensaba que mi vida iba a ser una condena. Pero el tiempo que pasé con ellos cinco... Fue muy divertido. Para mí, ellos eran lo más importante. Con ellos cinco, yo... Leuvis te dejó caer con suavidad en el suelo.

—Fue realmente divertido, gracias. Vos, ustedes... Se ganaron todo mi respeto.— Sonrió. Todos empezaron a disparar, con una furia creciente. El demonio empezaba a detener las balas con las manos. ¡__________! ¡__________, No te mueras! ¡Tenés que levantarte! ¡Arriba! Apenas si veías. Cuando cerraste los ojos, en vez de ver todo negro, viste una hoja en blanco, con notas musicales dibujadas. Una partitura, con voces acompañantes que entraban y salían, pero había una que era siempre contaste. En el lugar donde debía estar el nombre del instrumento, estaba tu nombre. Las demás voces también tenían los nombres de la gente que conocías: Emma, Ray, Norman, Valentino, Gilda, Don, Mamá... Todas las personas que habías conocido en tu vida estaban en esa obra musical. Volviste a ver tu línea. Las notas de volvían cada vez más espaciadas, la tinta negra tiñéndose de rojo, apareciendo silencios.

—¡No!— Gritaste. Tu voz hizo eco en aquel lugar.— No puede terminar así. ¡No quiero que termine así! ¡Todavía puedo seguir! ¡Tengo que seguir!— Para tu sorpresa, la melodía de Valentino empezaba a resurgir. Aparecieron notas que hicieron desaparecer tus silencios, y viste como aquella visión se hacía lejana y tus ojos volvían a la realidad. Por un segundo, antes de volver a abrir los ojos, te pareció ver a tu hermano despidiéndose con la mano a la lejanía. Te miraba lleno de esperanza, con un mensaje claro: "Todavía no. Todavía no nos vamos a ver, ___________. Sigue luchando por el futuro que queremos ver". Te pusiste de a duras penas y sacaste el arma de los cuatro cañones que habían elegido en el refugio. La miraste, dudosa. No puedo hablar, mantenerme parada me consume toda la fuerza... ¿Cómo...? ¿Cómo se los comunico? ¿Qué hago?

—¡Rodéenlo!— Se escuchó la voz de Ray en la balacera. —¡Ahora sí! ¡Disparen sin parar!— Lo miraste a la distancia. ¿Ray...? Sí, eso sirve... ¡Eso sirve! Levantaste la pistola y apuntaste, casi cayendo al suelo por el retroceso del disparo. Leuvis estaba rodeado desde todas las direcciones pero no parecía importarle, así que se puso en posición para detener todas las balas con sus manos. Para cuando se dio cuenta de la bala distinta, ya era muy tarde. Una granada cegadora diminuta, uno de los cuatro disparos de aquella arma, lo alcanzó de lleno. Al no parar el impacto, todas las otras balas también lo alcanzaron, destruyendo su cuerpo con un sonido de millones de desgarros. Sonrió por última vez.

—Cómo me gustan los humanos.— El señor disparó desde el tejado, atravesando su ojo con una sola bala, y el ahora cadáver del demonio cayó al suelo ensangrentado. Los humanos... Ganamos. Nigel se limpió los ojos con la manga de su campera.

—¿Lo derrotamos...?— Preguntó. —A Leuvis. Lo derrotamos. ¡Lo derrotamos! ¡Lo logramos! ¡Somos libres!

—¡Con esto, el coto de caza está acabado!— Exclamó Emma. —Los días de terror... El sufrimiento de trece años del señor y Lucas... Con esto terminan.

—Lo logramos.— Suspiró Violet. —Finalmente, finalmente... ¡Lo hicimos, chicos!— De pronto, Nigel giró en sus talones.

—¡Cierto, Adam!— El mencionado se sacó los escombros de encima con un ademán de molestia, pero apenas tenía heridas menores. —¡Menos mal!— Diste un paso adelante.

—Emma, tu espal...— Empezaste a caer hacia adelante, y tu vista se puso borrosa, esta vez sin poder abrir los ojos. Ray te atrapó antes de que cayeras y te sostuvo en sus brazos, con un brazo en tu espalda y otro sosteniendo tus piernas desde las rodillas.

La letrista {Rayxtú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora