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La espada Fang Xin de Xie Lian se enrolló con el látigo sin nombre de Qi Rong. Ambos jalaron sus respectivas armas y el dios arrastró un poco al fantasma debido a su gran fuerza. Era posible que terminará venciéndolo en un dos por tres, pero Qi Rong se negaba a rendirse.

Entonces, el fantasma extendió la mano conjurando su suona y tocó unas cuantas notas antes de que la seda RuoYe saliera disparada hacia él, la cosa enroscó su muñeca pero las notas ya interpretadas afectaron al dios disminuyendo un poco su fuerza, lo suficiente para ser ligeramente arrastrado por su contrincante. Inevitablemente, terminaron en un estira y afloja que los sumió en un punto muerto y decidieron parar.

— Has mejorado mucho— dijo Xie Lian con una sonrisa.

— Tuve un buen maestro— dijo Qi Rong como si nada.

El asunto era que, finalmente, Qi Rong se había comido su orgullo y le había pedido consejos a Xie Lian por sugerencia de Chu WanNing. Claro que, Chu WanNing no mencionó específicamente a Xie Lian, solo dijo que buscara a alguien más fuerte que él y Qi Rong no pensó en nadie más. Tampoco podía decirse que la relación entre los dos fuera mala, sino todo lo contrario: era cada vez más común que los dos primos hablaran por medio de sus matrices de comunicación y Xie Lian siempre trataba de visitar a Qi Rong y a Gu Zi cada que podía.

— Primo, quiero que le eches un vistazo a Gu Zi— dijo Qi Rong cuando el muchacho se había acercado a ellos. 

El semblante triste de Gu Zi se forzó a cambiar a una serenidad que no tenía en ese momento mientras se acercaba a Xie Lian y Qi Rong sintió que algo andaba mal, pero tampoco quería dejar a Gu Zi: las dos veces que lo había dejado solo le habían pasado cosas malas y no quería que hubiera una tercera vez. De modo que se quedó, mirando como su primo examinaba a su hijo hasta que se fue, entonces Gu Zi se acurrucó en el regazo de Qi Rong evidentemente deprimido.

— Hey, ¿qué pasa?— preguntó Qi Rong acariciando el cabello de Gu Zi.

Las palabras altisonantes y el tono duro se habían ido. Gu Zi había sacado la dulzura oculta en el fondo del corazón de Qi Rong y el fantasma estaba dispuesto a dársela toda ahora que tenía la oportunidad. Sin embargo, las palabras de Gu Zi lo hicieron sentir terriblemente mal. Si estuviera vivo, sentiría escalofríos recorriendo su columna vertebral.

— La abuela Ye está enferma— dijo Gu Zi, y se echó a llorar—. La abuela Ye está muriendo y no puedo curarla.

πππππ

Los años no pasan en vano para los mortales. 

Qi Rong recordaría por siempre la primera vez que vio a esta mujer, cuando unas personas quisieron asaltarla para quitarle el bebé que estaba cuidando en ese momento ya que trabajaba como niñera. Recordaría cómo ella se internaba en el bosque todos los días para verlos a él y a su hijo, recordaría la primera vez que llevó a sus hijos con ella y recordaría todas las ocasiones en que ella le dio consuelo y comprensión.

Recordaría por siempre cómo ella fue la segunda persona que le dio amor incondicional a pesar de su horrible carácter.

Por eso ahora que la miraba detenidamente no podía creer que iba a perderla. Lo peor de todo era que ni siquiera había rastros de su enfermedad: aunque presentaba los signos típicos de la vejez, ella seguía luchando para no dejarse vencer por la edad siendo una mujer robusta y erguida.

Pero ahora el agotamiento era más evidente: su figura comenzaba a encorvarse, el brillo de sus ojos era cada vez más tenue, las arrugas en su cuerpo eran más notorias. Su cabello encanecido caía a mechones cada vez que se peinaba. El paso del tiempo le causaba estragos.

— Madre, no podemos perderte.

Ye HuangFei estiró una mano huesuda acariciando con ternura a Qi Rong. Gu Zi se encontraban detrás de él, recargado en una pared, mientras Qi Rong, Su Jinwei y Su Ziming rodeaban su cama.

— Mis niños, no se sientan mal— dijo—. Recuerden que morir es parte del ciclo de la vida.

— Pero no queremos que mueras— dijo Su Jinwei, sollozando.

— Todavía te necesitamos— dijo Su Ziming.

Gu Zi se desplomó en el suelo, cayendo de rodillas, y su cabeza tocó el piso.

— Lo siento— dijo—. Lamento no poder curarte. Mi poder de fénix aún es inútil.

— No vuelvas a decir eso nunca más— replicó Ye HuangFei con tal dureza que todos los presentes temblaron—. Y levántate, nadie en mi familia se va a arrodillar nunca más.

— Ven aquí— dijo Qi Rong—. Eres parte de esta familia.

El adolescente se acercó, y la mujer le acarició el rostro con calma.

— No te sientas inútil— dijo—. No hay nada que hacer. Solo quiero pasar mis últimos momentos junto a ustedes. ¿Podrán cumplir el deseo de esta anciana?

— Lo haremos— dijeron todos al unísono.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora