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-- Siglos atrás --

El grupo de soldados rebeldes llegó a su campamento en medio del bosque. El anochecer se acercaba, pero aún podían verse los últimos rayos del sol en el horizonte, ocultándose con lentitud. Dos de ellos sostenían un saco cuyo interior se agitaba, y una vez llegaron a la seguridad de su campamento lo soltaron con brusquedad. Un grito ahogado se escuchó del saco y el comandante a cargo del lugar se acercó.

—No sean tan duros con nuestro nuevo huésped —dijo—. Debe estar lo mejor conservado posible para que nos sirva de carnada.

Sus palabras ocasionaron un coro de carcajadas y uno de los hombres retiró el saco bruscamente, dejando ver a Qi Rong. El joven príncipe mostraba algunos golpes y moretones, tenía un trapo metido en la boca y sus manos estaban atadas a la espalda, al igual que sus pies. Sus ojos fúricos se dirigieron hacia toda la gente que lo rodeaba como si de ese modo pudiera maldecirlos a todos y escapar con facilidad.

—Se resistió bastante, pero al final logramos capturarlo —dijo uno de los hombres, empujando a Qi Rong con el pie hasta que quedara boca arriba y lo miró con desprecio—. ¿Estás seguro que el príncipe heredero vendrá a buscarlo? Es molesto y revoltoso, si yo estuviera en el lugar de Su Alteza, lo dejaría a su suerte.

—Vendrá —dijo el comandante con seguridad.

Nadie tenía idea de cómo podía estar tan seguro de eso, pero todos creyeron ciegamente las palabras del comandante. Tenían una trampa elaborada para el príncipe, pero debían asegurarse que él apareciera o nada de esto tendría sentido. El comandante se acercó al joven maniatado y arrancó un trozo de su túnica, entregándosela a uno de sus hombres, e indicó:

—Espera a que caiga la noche y estén todos reunidos en el palacio. Una vez veas al príncipe heredero, lanza una flecha con este trozo y la ubicación de la trampa para atraerlo allí.

El hombre asintió y se fue. El comandante dirigió una mirada de indiferencia a Qi Rong y ladeó la cabeza pensando en qué deberían hacer con este príncipe grosero y altanero durante el tiempo que estuviera prisionero allí. Al final, decidió dejar que sus hombre hicieran lo que quisieran con él y solo dijo:

—No lo maten. Lo necesitamos con vida.

Tras decir esto, el hombre se fue; tenía muchas escaramuzas que planear y lo que ocurriera con su rehén le daba lo mismo mientras estuviera respirando. Aunque el comandante no dijo nada explícitamente, los demás entendieron la intención tácita en sus palabras y decidieron aprovechar la oportunidad que tenían. Después de todo, nunca tendrían otra oportunidad como esta en la vida. Y hablando en serio, ¿quién se preocuparía por este chico?

El primero de ellos se acercó pateando a Qi Rong con fuerza en el estómago, y después le quitó el trapo de la boca. Al instante, el joven comenzó a toser violentamente, escupió en el suelo, y cuando recuperó el aliento, gritó:

—¡Malditos infelices! ¡Voy a hacer que se arrepientan!

—¿Ah, sí? —dijo uno de los hombres—. ¿Tú y cuántos más?

Todos se echaron a reír cuando el príncipe cautivo volvió a ser golpeado una, y otra vez, todos turnándose para darle una paliza, recordando lo dicho por su superior. Debía permanecer con vida, por lo que no podían golpearlo mucho a pesar de lo mucho que disfrutaban oírlo gritar y maldecir de formas poco decorosas para un miembro de la realeza. Durante los días siguientes, y los años venideros, Qi Rong no tenía claro quién había iniciado aquello, pero uno de esos tipos tuvo una idea, concebida con el único propósito de humillar al cautivo aún más.

El hombre se acercó a Qi Rong y rasgó su túnica dejando sus piernas al descubierto.

—¿Qué mierda crees que estás haciendo? —increpó Qi Rong, sacudiéndose inútilmente para alejarse del hombre—. ¡No te atrevas a ponerme tus sucias manos encima!

Obviamente, el tipo no hizo caso y sus largos dedos recorrieron las piernas del joven príncipe. El trapo fue forzado nuevamente dentro de su boca mientras el resto de los guardias se unían al primero y su cuerpo era tocado de formas lascivas por todos ellos, hasta que alguien lo sujetó del cabello y restregó su cara en las partes íntimas de otro de los guardias, mientras el resto reía y se burlaba de la situación. Cuando el acto los aburrió, alguien trajo un balde de agua y se entretuvieron el tiempo restante hundiendo la cabeza del joven en el agua, una y otra vez, haciéndole perder la consciencia para reanimarlo e iniciar nuevamente el proceso; qué terminó cuando el comandante regresó y dijo:

—¡Traigan al prisionero! ¡Su Alteza ya viene!

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Yo advertí que iba a inventarme cosas, no me peguen (?)

¿Extrañaron esta actualización? Decidí irme de vacaciones, pero ya volvimos al 100 como debe ser <3

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora