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—¿Ya vamos a llegar?

—Ya te dije que no.

Debido a que la distancia que iban a recorrer no era lo suficientemente larga para justificar el uso de una matriz de acortamiento de distancia, y a que debían llegar discretamente, Lang QianQiu decidió pedir un carruaje y emprender el viaje al lado de Qi Rong.

Sobra decir que se arrepintió a mitad de camino.

El Supremo de los bosques no dejaba de molestarlo, preguntando lo mismo una y otra vez, hasta que el dios perdió los estribos. Cuando Qi Rong se acercó a él y preguntó por centésima vez, Lang QianQiu se abalanzó sobre él apretando su cuello con una mano, mientras que con la otra se las arreglaba para sujetarle las muñecas por encima de la cabeza.

—Ya. Basta —jadeó.

Su cálido aliento impactó de lleno en el rostro de Qi Rong, que tragó saliva trabajosamente con las cuerdas vocales fuertemente apretadas por el agarre del dios. El ser estrangulado no lo iba a matar, pero había servido para hacer que se callara. La calamidad se movió, forcejeando para liberarse, y farfulló:

—Ya entendí... Suéltame.

Lang QianQiu ignoró sus palabras, clavando la mirada en sus ojos, bajando por su cuello, deteniéndose en la pálida piel que se podía vislumbrar a través de las túnicas abiertas por la brusca lucha. Qi Rong no dejaba de sacudirse, y el dios se inclinó hacia él, de tal modo que los flecos de su cabello rozaron el rostro del fantasma cuando sus labios se unieron en un beso corto, que con el paso de los minutos se fue intensificando. La mano de Lang QianQiu que sujetaba el cuello de Qi Rong soltó su presa, deslizándose por debajo de las túnicas para dejar al descubierto el pecho de la calamidad.

El dios liberó las manos del fantasma, y su otra mano se posó en la espalda del otro, pegando el cuerpo de la calamidad al suyo. Qi Rong no perdió el tiempo, apartando las ropas de Lang QianQiu sin dejar de besarlo; para después efectuar su actividad favorita: morder esos exquisitos y fabulosos pectorales que lo habían tenido babeando incluso desde antes de que aceptara estar enamorado de él.

Y entonces... Lang QianQiu se apartó bruscamente y se agachó arrastrando a Qi Rong con él.

—Pero qué co...

—Shhh.

Lang QianQiu tapó con brusquedad la boca de Qi Rong con una mano, mientras que con la otra le indicó que esperara, y escuchara. El dios sintió como su piel se erizaba y, sorpresivamente, el fantasma comenzó a temblar aferrándose a su pareja; como si temiera ser arrastrado por una fuerza desconocida. Para su fortuna, su nueva condición como Supremo le ayudó a resistir aquello... sea lo que sea que fuera aquello. Un segundo después, una serie de proyectiles mágicos atravesaron el carruaje, pulverizando los asientos hasta donde hacía pocos instantes estuvieron a punto de revolcarse.

En ese momento, una voz demandante se escuchó:

—Están ingresando al territorio del Reino del Alma Muerta. ¡Preséntense ahora o serán hechos prisioneros!

*****

Qi Rong avanzó cruzado de brazos, refunfuñando en voz tan baja que solamente Lang QianQiu podía escucharlo. Apenas habían tenido tiempo de arreglarse para verse como personas decentes antes de que fueran bruscamente sacados del carruaje semi destruido. Lang QianQiu actuó con rapidez antes de que fueran tomados como hostiles, diciendo:

—Mi nombre es Lang QianQiu, coronado con el título de Tai Hua. Vengo a ver a Su Alteza el Príncipe Heredero.

El hombre que había soltado la demanda lo miró con sospecha, diciendo:

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora