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—¿Por qué esa mugrosa secta tiene que estar en el culo del mundo?

Lang QianQiu puso los ojos en blanco. Las únicas ocasiones en las que Qi Rong no se quejaba era cuando dormían (aunque, técnicamente no lo necesitan), cuando comían (que tampoco lo necesitan), o cuando tenían sexo (cosa que mucho menos necesitan pero que les da mucho placer). El resto del tiempo era un constante "¿ya vamos a llegar?" "¿cuánto falta?" "¿qué tan lejos está?" y, por mucho que amara a este fantasma, si llegaba a hacer otra queja al respecto le iba a retorcer el cuello.

Espera, ¿lo dijo en voz alta o lo pensó?

—¿Qué? —le increpó Qi Rong volteando a verlo, sonriendo con perspicacia al notar la expresión aturdida de Lang QianQiu—. ¿Te gusta mi cara? Pero qué digo, claro que te gusta mi cara, no por nada la besas cada que tienes oportunidad. ¿Acaso quieres un beso, eh?

El fantasma se acercó al dios y dijo:

—Te mueres por besar a este ancestro, ¿no es así?

—Quítate del frente, estorbas la vista —dijo Lang QianQiu moviéndose hacia un lado, apartando la mirada de Qi Rong.

—Ah, vamos, no seas...

La palabra "aburrido" fue sustituida por un grito de sorpresa cuando ambos cayeron por un barranco que había aparecido sorpresivamente. Ambos rodaron por la pendiente, golpeándose con las rocas y ramas que se encontraban en su camino hasta que llegaron a un fondo boscoso y se detuvieron.

—Te dije que no me dejabas mirar —dijo el dios, tosiendo levemente.

—Patrañas —dijo Qi Rong, poniéndose de pie al tiempo que ayudaba a Lang QianQiu para levantarse.

—¿Y ahora qué? Vamos a tardar más en llegar a...

—Shhh.

Lang QianQiu abrió la boca para replicar, pero Qi Rong le puso el dedo índice sobre los labios con el ceño fruncido, mirando hacia un lado de él. Unos minutos después bajó la mano sujetando las solapas del cuello de su ropa y lo jaló bruscamente como si fuera a besarlo; pero en su lugar le susurró al oído:

—Algo nos está espiando justo ahora. Tal vez sea peligroso.

Lang QianQiu se puso en alerta, haciendo un gran esfuerzo para no llamar la atención. A decir verdad, el trabajo subrepticio no era lo suyo, le había quedado más que claro en aquella misión de Ciudad Fantasma dónde se había encontrado por primera vez con Xie Lian: lo suyo era el enfrentamiento directo con el enemigo. Qi Rong puso las manos en las mejillas de Lang QianQiu y mantuvo la mirada del dios fija en él para mantener su atención ocupada.

Los dedos del fantasma tamborilearon en el rostro del dios, lo que éste interpretó como una señal, y una mirada rápida le hizo darse cuenta que los insectos del lugar se dirigían disimuladamente hacia un mismo sitio.

En ese instante, un grito agudo se escuchó rompiendo el silencio del bosque.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora