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Habían pasado seis años. Gu Zi había empezado a cultivarse por su cuenta, tal como Chu WanNing lo había anticipado, y fue cuestión de tiempo para que los gemelos Su lo imitaran. Sin embargo, eran niños al fin y al cabo, por lo que también se dedicaban a jugar y hacer todas esas cosas de niños que Qi Rong no había tenido oportunidad de hacer.

Claramente el buen ancestro aprovecharía esta oportunidad para tener su infancia perdida.

— Pareces más un hermano mayor que un padre— comentó Ye HuangFei con una carcajada.
— Nunca tuve tiempo de jugar sin que nadie se burlara de mí, así que ahora que puedo no voy a dejar pasar la oportunidad— dijo Qi Rong dejándose caer en el pasto.

Seguía viviendo en el bosque. Su casa-cueva había sido acondicionada debidamente para las necesidades de un niño de siete años, incluso el mismo Gu Zi ayudó dando consejos que Qi Rong obviamente aplicó. Lo que su niño diga, él lo hace, prometió ser un buen padre desde que tuvo la oportunidad de regresar de la muerte y está dispuesto a cumplirlo. Por supuesto, había dejado que el bosque entero fuera su patio de juegos aún con la gran cantidad de ofrendas que la gente se animaba a dejar alrededor del bosque. Qi Rong estaba sorprendido de cuánto había crecido su culto, lo cual significaba que estaba haciendo un buen trabajo respondiendo plegarias de los inútiles del pueblo.

Y obviamente eso significaba que podía ir y restregarle su éxito en la cara al idiota de Taxian-Jun, oh sí. Va a disfrutar tanto cuando eso suceda, disfrutará su cara de…

— ¡Gege-chatarra!

La fantasía de Qi Rong descarriló al escuchar a Gu Zi. Estaba seguro de que si no estuviera muerto su corazón estaría latiendo furiosamente en este momento. En todos estos años, había una sola persona a la que Gu Zi llamaba de ese modo y era alguien a quien decididamente no quería ver. Pero aún así corrió porque temía la posibilidad de que quisieran llevarse a su hijo.

— No puede llevarse a este niño— dijo Ye HuangFei cargando en brazos a Gu Zi.

Su Ziming y Su Jinwei, siendo ya adolescentes, se pararon frente a su madre como si quisieran defenderla mientras Gu Zi se mantenía en silencio. Frente al grupo se encontraban dos hombres, uno vestido de blanco y el otro con vestiduras rojas, lo cual hizo escupir a Qi Rong; que se acomodó las túnicas, se acordó de que ya podía hacerles frente sin que su cara terminara estrellada en el suelo y salió a su encuentro.

— ¿Qué mierda están haciendo aquí?— gritó a los dos visitantes mientras se acercaba.

Qi Rong había fantaseado ocasionalmente con este encuentro. En su mente se imaginaba como un glorioso capitán que sacaba a patadas a estas dos personas entre las exclamaciones de admiración de los humanos que había adoptado como su familia. Imaginaba a Gu Zi, Su Jinwei y Su Ziming aplaudiendo encantados mientras Ye HuangFei exclamaba una y otra vez: "que fuerte es la deidad de los bosques". Qi Rong les dejaría en claro las cosas a ambos idiotas y obtendría su justa retribución por 800 años de indiferencia y violencia recibidos.

Sin embargo, ahora que los tenía frente a frente solo pudo mirar al hombre de blanco y dijo sin emoción alguna:

— Primo Príncipe Heredero.

Los ojos de Qi Rong se encontraron con los ojos de Xiè Lian, y los dos se miraron con la misma expresión de incomodidad. Técnicamente, solo se tenían el uno al otro, eran los últimos de la realeza de Xian Le, pero por primera vez en toda su vida Qi Rong admitió que no deseaba ver a su primo. Su admiración ciega se había convertido en odio, ese odio se había convertido en resentimiento y el resentimiento… sorprendentemente, ya no estaba. Ahora solo había un gran hueco.

— Si venías a quitarme a mi hijo, ya te puedes ir por donde viniste— dijo Qi Rong.
— Solo quiero asegurarme de que tiene una buena vida— dijo Xiè Lian.
— ¡Claro que tiene una buena vida!— gritó Qi Rong—. ¿No te lo dije la última vez que nos vimos? Este ancestro tiene un hijo, no iba a dejarlo sufrir de ningún modo.
— Gege, deje que me haga cargo de esta basura inútil— dijo Hua Cheng.
— Tú cállate— increpó Qi Rong—. Esto no tiene nada que ver contigo, maldita serpiente tuerta. Largo de mi bosque.

Hua Cheng llevó una mano a su cintura para tomar su arma, pero Xiè Lian se lo impidió. En su lugar, fue él mismo quien arrojó su seda blanca para atacar, pero Qi Rong fue capaz de esquivarla; lo que sorprendió tanto al dios como a la calamidad.

— Este ancestro aprendió algunas cosas— dijo Qi Rong, ufano.
— ¡Ese es mi papá!— exclamó Gu Zi aplaudiendo.

El fantasma verde sonrió. No era lo que había pensado, pero le servía igual.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora