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Dos años pasaron con la velocidad de un parpadeo. Claro que cuando tienes cientos de ocupaciones que viven en tu mente, lo último que piensas es en el tiempo. Y durante esos dos años, Qi Rong había estado yendo de un lado para otro sin cesar.

Por un lado, tenía las plegarias de QingDeng. El Supremo de verde había atendido desde cosas sencillas como ayudar con las cosechas, proteger a los viajeros y cosas así hasta lidiar con cosas más grandes como amenazas de fantasmas e invasiones de otros pueblos.

Por otro lado, cuidaba de Gu Zi y seguía supervisando la construcción del que sería el hogar de las bestias cambiantes. Desde su nombramiento como gran maestro, Gu Zi había acogido a una gran cantidad de bestias cambiantes que habían abandonado sus escondites y ahora vivían en QingDeng, mezclados con la población hasta que su nuevo hogar estuviera listo. Por supuesto, era tarea de Qi Rong cuidar de todos esos tipos hasta que su hijo creciera y tomará su lugar.

Y como si fuera la cereza del pastel, Qi Rong tenía que lidiar con Lang QianQiu, que cumplía su palabra y se la pasaba pegado a él cuidando de Gu Zi. Las únicas ocasiones en las que no lo tenía como lapa al cuello era cuando tenía que irse a cumplir con sus plegarias y cuando tenía que subir a la capital celestial a lo que sea que hagan los estirados del cielo allá.

—Es demasiado cansado lidiar con tu yifu —dijo Qi Rong una noche.

Se encontraba tendido en el techo de la casa mirando las estrellas. Gu Zi, que para estas alturas era un pequeño fenix del tamaño de su brazo, estaba acostado sobre su pecho jugando con los cordones de su túnica. El ave levantó la cabeza al escuchar a su padre y abrió el pico lanzando un leve graznido.

—Sí, sí, ya sé que debo darle tiempo y blablablá. ¡Pero es peor que yo cuando estaba pegado a las faldas de mi primo! Y mira que eso ya es mucho decir. Y además, se cree con el derecho a cuestionarme, el muy cabrón. ¿Qué se cree? Estoy harto de su cantaleta de "eso no es lo mejor para Gu Zi". ¿Él qué sabe? Yo soy tu padre y sé qué es lo mejor para ti.

Gu Zi lanzó una serie de graznidos, cortos y largos.

—Ya sé que se preocupa por ti —dijo el fantasma—. Pero me tiene harto, me acosa como si pensara que voy a comerte cuando no está mirando. Podría hacerle una broma así… si no ne fuera a traer más problemas después. Por cierto, si me peleo con tu Yifu y las cosas no salen bien, no quiero que lo odies. Y si salen bien, no quiero que me odies a mí.

El fénix levantó la cabeza con alarma, graznando estridentemente en un claro signo de alarma para después irse volando. Qi Rong se puso en pie rápidamente y salió corriendo tras él gritando:

—¡Qi LianHua! ¡Vuelve aquí ahora mismo, no tienes edad para volar tú solo por ahí!

Como era de esperarse, su pequeño fénix no le hizo caso y estuvieron fuera toda la noche, por lo que al día siguiente, Chu WanNing lo hizo puré en su entrenamiento.

—Eres un Supremo Rey Fantasma —lo regaño Chu WanNing con severidad—. ¡No puedes permitirte deslices como estos por falta de atención! En la batalla, esto significaría una nueva muerte.

Qi Rong, severamente lastimado, volteó hacia Gu Zi y le dijo:

—Esto es tu culpa.

El fénix volteó la cabeza y voló hasta posarse en el hombro de Su Jinwei, molesto. Qi Rong se puso de pie y se sacudió la ropa, Su Ziming se acercó a él y le dio un trapo húmedo que usó para limpiar sus heridas. Ya estaba muerto, no tenía que preocuparse por una infección.

—¿Qué pasa con Gu Zi? —preguntó Chu WanNing con preocupación, ya que era la primera vez que veía al joven comportarse de ese modo.
—Ayer le mencioné algo sobre Lang QianQiu y no le gustó —dijo Qi Rong, rascándose la cabeza—. A mí tampoco me gustó decírselo, pero tiene que hacerse a la idea de ello.

Chu WanNing abrió la boca para decir algo, pero Mo Ran interrumpió:

—¿No se supone que ustedes los fantasmas tienen sus cenizas para sobrevivir? —preguntó.

El tono altivo de su voz y su porte arrogante le dieron a entender a Qi Rong que estaba ante Taxian-Jun; por lo que rodó los ojos y dijo con fastidio:

—Sí. Pero recrear un cuerpo nuevo es una mierda muy engorrosa. ¿Y tú te crees que no duele morir? Imbécil.
—¿Y dónde están esas cenizas?
—Qué te importa.

El sitio dónde un fantasma guarda sus cenizas era un secreto. Al ser su posesión más valiosa, ya que era lo único que los anclaba a la vida, los fantasmas guardaban ese secreto con celosa devoción. Claro que existían los idiotas que entregaban a alguien sus cenizas para terminar siendo estafados; el único al que le había ido bien entregando sus cenizas era a Hua Cheng, solo porque Xie Lian se lo tomó en serio y cuidaba esa cosa más que a su propia vida. Qi Rong había considerado entregarle sus restos a Gu Zi, pero tomando en cuenta que el chico se convertiría en una gran pira ardiente cada vez que fuera a morir pues… no sería muy seguro; así que las mantuvo en un refugio seguro que nadie conocía y que solo él recordaba. Así que, por ese lado, no tenía nada que temer.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora