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Chu WanNing alzó la espada Huaisha y dijo:

—Pelea conmigo.

La espada dorada en su mano tenía un aura aterradora, la cual hizo temblar a Qi Rong e, involuntariamente dio un paso atrás preguntando:

—¿Por qué?

—Necesitamos averiguar tus habilidades ahora que eres un rey fantasma.

—Ah...

Qi Rong admitía que esto era importante, dada la situación, pero no le apetecía pelearse con Chu WanNing. De hecho no le apetecía pelearse con nadie ese día pero el mantou blanco no le dio otra opción: de un salto se abalanzó contra él usando su espada aterradora y lo único que el fantasma hizo fue retroceder de un salto. Chu WanNing volvió a atacar y Qi Rong sacó su látigo, usándolo para cubrir el golpe de la espada. El latigo verde se enroscó alrededor de la hoja dorada de Huaisha y se prendió en llamas; Chu WanNing movió la espada bruscamente con lo que el látigo se partió en varios pedazos.

—¡Hey! —exclamó Qi Rong.

Ante sus ojos ocurrió algo insólito: las llamas se expandieron uniendo los trozos, creando un látigo más grande de su tamaño original. Qi Rong lanzó un latigazo y la cosa se movió con fluidez, como si nunca se hubiera roto en primer lugar. Chu WanNing cambió su estrategia: guardó la espada y conjuró su guqin, Qi Rong entró en pánico mientras guardaba el látigo y sacaba la suona de su manga en el momento que las primeras notas del guqin resonaban en el lugar; el fantasma se llevó las manos a los oídos, soltando su instrumento, y gritó.

Chu WanNing se detuvo, con el rostro pálido, y se tambaleó como si hubiera recibido un golpe; el guqin cayó al suelo con estrépito y en ese momento Mo Ran corrió hacia Chu WanNing, sosteniéndolo en sus brazos.

—¡WanNing! —exclamó, midiendo su pulso—. ¿Estás bien? ¿Qué ocurrió?

Qi Rong se acercó, deteniéndose al notar la mirada de Mo Ran, y dijo:

—No quise hacerlo.

—Estoy bien —dijo Chu WanNing—. Solo quería probar algo.

—¿Y para eso tenías que ponerte en riesgo? —le increpó Mo Ran.

—Era necesario.

—Maestro WanNing, ¿no puede cuidarse a sí mismo? —intervino alguien más.

Murong Chuyi se acercó a Chu WanNing y revisó su pulso, frunciendo el ceño lentamente, y luego lo miró, diciendo con severidad:

—Si su nivel de cultivo no fuera tan alto, el lamento fantasmal habría roto su núcleo dorado.

—Espera, espera, espera —dijo Qi Rong—. ¿Me estás diciendo que puedo joderle el cultivo a alguien con mi voz?

—El lamento fantasmal puede hacer muchas más cosas que dañar el cultivo de alguien —replicó Murong Chuyi—. El único que sabe la totalidad de sus capacidades es el general Hong Wang, pero...

—Sí, sí, Jiang Qulian está muerto. Bueno, doblemente muerto.

Qi Rong se echó a reír pensando en la idea de un fantasma muerto dos veces. Murong Chuyi lo miró con acritud, pero no dijo nada, en su lugar dirigió su atención a Chu WanNing para seguir regañándolo.

—Usted tiene una fractura en su núcleo dorado —dijo—. Debe ser más cuidadoso porque no resistirá un segundo ataque de ese tipo. ¡Deje de pensar en otras cosas y priorice su propio cuidado!

Chu WanNing se quedó sin palabras. Nunca en la vida había sido reprendido con tal contundencia, por lo que no supo cómo reaccionar. Mo Ran no pudo evitar soltar una risa ahogada por lo curioso de la situación... pero se sentía agradecido con Murong Chuyi por decirle lo que él mismo habría querido decir. En ese momento, Gu Zi apareció volando y se posó en el hombro de Qi Rong, picoteando su oreja para llamar su atención.

—¿Qué pasa? —preguntó el Supremo dirigiendo la mirada a su hijo.

Gu Zi se posó en el suelo tomando su forma humana y dijo:

—El maestro Luo y el maestro Wei quieren hablar contigo. Dicen que encontraron una forma de ayudar a Ziming-jiujiu.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora