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—¿Podemos ir al Reino del Alma Muerta cuando obtengamos la alabarda?

Lang QianQiu asintió. Habían prometido volver allí para que la familia Hei viera el arma que habían ayudado a proteger así que no habría ningún problema. Además, les quedaba de camino. Sin embargo, la atención del dios se encontraba puesta en otro tema... que acababa de pasar justo por enfrente.

—Su Alteza —dijo Mo Tianliao con una sonrisa mientras guiaba a un grupo de chicos hacia el bosque colindante.

—Maestro Mo —saludó Lang QianQiu asintiendo con la cabeza.

No parecía ser muy amenazante para ser un señor demonio, pero aún así pensó en que sería una buena idea vigilarlo un poco. Es decir, ¿qué hacía un señor demonio en una secta justa? Casi rió por la ironía que suponía pensar en eso cuando él estaba enredado en una relación con una calamidad que hacía años había pasado a ser un fantasma de nivel Devastación. Con esa perspectiva, ¿quién era él para juzgar? Ling Wen le había dicho algunas cosas, pero no eran suficientes para aclarar...

Lang QianQiu vio a Mo Tianliao abrazar a QingTong y darle un beso, que el otro aceptó reticentemente. Bueno, eso ya explicaba mucho.

—Baba, no está bien espiar a otros mientras se besan —lo regañó Gu Zi.

—¿Quién te dijo eso? —le preguntó Lang QianQiu, mirándolo con interés—. Tienes razón, ¿pero quién te lo dijo?

—Shizun —dijo el joven, refiriéndose a Chu WanNing.

—Oh.

Qi Rong estaba sentado frente a la casa donde los habían alojado cuando llegaron. El Supremo estaba absorto mirando la figura de mimbre que había traído consigo del subterráneo Reino del Alma Muerta. El pequeño fénix iba de un lado a otro entre sus dedos, con una mirada meditabunda como si estuviera analizando un rompecabezas. Claro que, él nunca fue bueno con los rompecabezas así que lo guardó de nuevo en su bolsa Qiankun y materializó una suona, tocando tranquilamente una melodía suave.

Era la misma melodía proveniente de su memoria, la misma que su madre solía tocar para él cuando estaban en el palacio de Xian Le. Una melodía tan llena de paz que sirvió para calmar su espíritu. Qi Rong solía tocar con los ojos cerrados cuando no se requería usar la música en combate, así que cuando terminó se sorprendió de ver a Gu Zi y a Lang QianQiu sentados frente a él, ambos embelesados por su canción.

Y al siguiente momento Gu Zi se transformó en fénix y saltó a sus brazos. La forma en la que se movía le indicó al fantasma que quería recibir mimos en ese modo, lo que le hizo reír.

—¿Acaso tienes tres años? —preguntó Qi Rong, dándole mimos a su hijo barato. Luego dirigió la mirada a Lang QianQiu y preguntó—. ¿También quieres un mimo de este ancestro?

—Creo que tendré que esperar mi turno —dijo el dios con una risita.

—Patrañas.

Qi Rong se puso de pie con el fénix en brazos y se dejó caer en el regazo de Lang QianQiu, besando sus labios con rapidez para seguir dándole atención a su hijo.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora