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Al tercer día de su llegada, Qi Rong y Lang QianQiu se encontraron con una pareja que no habían visto antes. Al ver a uno vestido de negro y al otro vestido de blanco, Qi Rong pensó tanto en Xie Bian y Fan Wushe como en Murong Chuyi y Ye WangXi. ¿Es que nadie conoce otros malditos colores en las sectas de cultivación?

—Sean bienvenidos a mi residencia —dijo el sujeto de blanco—. Soy el anciano QingTong.

Qi Rong, Lang QianQiu y Gu Zi se hicieron el recordatorio mental de preguntar a alguien porque había gente joven a la que le llamaban "anciano" indiscriminadamente. Gu Zi carraspeó, dio un paso adelante y se presentó, a lo que QingTong ladeó la cabeza con repentino interés y preguntó:

—¿Así que tú eres el sucesor de Lu Linghe? Finalmente Tianlang podrá deshacerse de esa cosa inútil.

—Baobei, esa alabarda no es una cosa inútil —susurró el hombre de negro, el cual recibió una tremenda bofetada de QingTong.

—¡No me interrumpas! Discípulo tonto —le regañó.

La pequeña familia notó dos cosas. Uno: la mano de QingTong que había golpeado al hombre tenía garras en los dedos, similares a los de un felino. Y dos: el hombre mostraba sendos arañazos en el lugar del golpe, pero no sangraba en absoluto. Con una sonrisa, el hombre se disculpó y se presentó cómo...

—Mo Tianliao, segundo señor demoníaco.

—¿Segundo qué? —soltaron Qi Rong y Lang QianQiu, el primero con interés y el segundo con un ligero tono de alarma.

—No importa —dijo Gu Zi—. Anciano QingTong, ¿cree que me permitan ver la cosa inútil?

Mo Tianliao hizo una mueca como si hubiera sido herido físicamente.

—Esa alabarda es una pieza excelsa de arte —dijo, ofendido.

—Esa pieza de arte está sellada, lo que la convierte en una cosa inútil —dijo QingTong sin miramientos—. En cuanto a verla...

QingTong se encogió de hombros sin decir nada y se fue, con Mo Tianliao siguiéndole los pasos.

—¿Qué mierda ha sido eso? —increpó Qi Rong, molesto.

—Tal vez sea una prueba —dijo Lang QianQiu—. Mi maestro me explicó que solía haber pruebas de paciencia para obtener algunas cosas valiosas.

Gu Zi pareció pensar en algo de repente.

—Papá, ¿sabes cuánto tiempo tardó la alabarda en ser forjada? Tal vez debamos esperar ese mismo tiempo.

Qi Rong se encogió de hombros y Lang QianQiu se llevó dos dedos a su cabeza, dispuesto a averiguarlo. El Supremo abrió la boca para molestar al dios, pero su hijo jaló de su túnica y dijo con los ojos brillantes de emoción.

—Escuché que papá conoció el Reino del Alma Muerta. ¿Me cuentas sobre él?

—Claro que sí, hijo— dijo Qi Rong—. Este ancestro te contará todo lo que quieras.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora