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En la mente de Qi Rong, la imagen del general fantasma Shé Wang se fusionó con la imagen del mocoso somnoliento en una exhaustiva comparativa. En esencia, tenía los mismos rasgos refinados y distinguidos, el mismo porte etéreo, y esos mismos malditos ojos verdes que le permitió reconocerlo al instante. Sin embargo, el fantasma que perseguía incansablemente a Gu Zi se veía delgado, casi famélico, y extremadamente pálido, como una hoja de papel. El chico que se levantaba de la cama, por el contrario, lucía radiante y rozagante, con un tono similar al trigo y una complexión atlética y musculosa.

Por el contrario, pese a escuchar mucho sobre él, no tenía ninguna referencia de Lu Linghe más allá de los ojos naranjas que eran similares a los de Gu Zi. Eso significaba que ambos ya habían alcanzado el cultivo de bestias cambiantes, o estaban en proceso de hacerlo. Este muchacho tenía un cuerpo más ágil y grácil, con una fuerza sobrehumana que quedó clara cuando jaló la cortina del dosel y éste se desmoronó, con el mismo porte distinguido y refinado de su hermano mayor... pero había algo más en él.

Seguridad.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo Lu Linghe—. Lo arreglaré.

—Déjalo, está bien —dijo Lu Qingyu.

—Estoy aprendiendo artesanía —dijo Lu Linghe con una sonrisa—. Mi maestro dice que aprendo rápido.

Lu Qingyu lo escuchó pacientemente, asintiendo con una sonrisa de vez en cuando, y cuando su hermano menor salió del cuarto, miró con cierta decepción la simpleza de su cama con un dosel ahora roto. Después se encogió de hombros y decidió vestirse para salir. No era un hijo precisamente apreciado, pero era el mayor de todos y en algún momento tendría que hacerse cargo de la secta, así que debía actuar como si fuera un futuro líder.

Aunque su hermano Linghe fuera el único del clan que le guardaba respeto.

Como sea, tenía el amor de una sola persona y lo cuidaría como el valioso tesoro que era. Cuando salió, vestido con finas túnicas verdes, su hermano menor corrió a su encuentro, vestido de rojo; y saltó a sus brazos con un grito de alegría.

—Ya basta —dijo Lu Qingyu—. ¿Qué, acaso eres un bebé?

—Soy el bebé de Gege —dijo Lu Linghe con una carcajada, ignorando al resto de hermanos que los miraban con desdén.

Lu Qingyu se echó a reír, dejando en el suelo a Lu Linghe, y siendo consciente de quienes los miraban, dijo:

—Se nos hace tarde. Padre dijo que podíamos ir a cultivar a la montaña sagrada del clan.

—¡Vamos, vamos! —exclamó Lu Linghe, extasiado.

Las miradas de desdén se dividieron en miradas de agravio y envidia. Lu Wenhuan, el líder del clan, había tenido más de veinte hijos, pero solo el primogénito y el segundo hijo habían sido capaces de cultivarse y seguir el sendero de las bestias cambiantes. Así que, obviamente, las mejores ventajas energéticas eran para ellos dos. Lu Linghe ignoraba ese tipo de cosas, pero el ánimo de Lu Qingyu se dividía en dos: aunque le avergonzaba presumir de esas ventajas, una parte de él sentía placer de ver cómo esa gente que lo despreciaba se retorcía de dolor por no ser ellos quienes estuvieran en su lugar.

A pesar de llevarse dos años de diferencia, los dos hermanos estaban igualados en su cultivación, por lo que esta meditación especial era para decidir qué forma sería la suya y cuál sería su identidad como maestros de bestias cambiantes. Ninguno de los dos podía esperar.

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No sé, gente, tener un chingo de hijos parecía ser una costumbre de los padres del pasado. Lo que es no tener con qué entretenerse (?)

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora