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Xié Lian se presentó al cabo de un mes acompañado por Hua Cheng.

Durante el transcurso de ese mes, Qi Rong siguió cumpliendo plegarias, se prestó como conejillo de indias para Mo Ran y Chu WanNing y siguió entrenando. El fantasma se carcajeaba pensando que estaba haciendo lo que se suponía que haría en su vida mortal, lo cual también hacía gracia a los gemelos.

Ese había sido otro cambio importante: Qi Rong y Gu Zi habían abandonado el bosque, otra vez, para vivir junto a Ye HuangFei y sus hijos como la familia que eran. En cuanto al caso del envenenamiento de Gu ZI, Chu WanNing le había asegurado que no habría ningún problema y que el joven estaría bien mientras siguiera cultivando para purgar los remanentes energéticos que hubiera en su núcleo dorado.

Qi Rong salió a recibir a Xiè Lian ignorando olímpicamente a Hua Cheng y fijó su atención en el gran cofre que su primo cargaba en un brazo.

— ¿Y eso?— preguntó el fantasma señalando el cofre.

— Traje algunas armas que pensé podrían ser útiles— dijo Xié Lian dejando el cofre en el suelo.

— Genial— dijo Gu Zi asomando la cabeza detrás de Qi Rong.

Hua Cheng se acercó a Gu Zi dándole una pequeña caja lacrada y dijo:

— Acepta esto como una muestra de tregua.

A Hua Cheng no le agradaba Qi Rong, y a Qi Rong no le agradaba Hua Cheng. Tal vez Qi Rong hubiera arrastrado a Hua Cheng de un carruaje cuando era niño, pero ese mismo mocoso le había dado infinidad de palizas al príncipe durante 800 años así que en ese aspecto los dos estaban a mano. Pero ahora que Xiè Lian deseaba resarcir los años de descuido con su primo y Qi Rong estaba dispuesto a darle una oportunidad, a ambos les tocaba aguantarse mutuamente.

Gu Zi tomó la caja y la abrió. Una exclamación de sorpresa salió de sus labios mientras sacaba un abanico dorado de la caja y lo desplegó, asombrado.

— Es increíble. ¡Gracias, Gege de rojo!— dijo el joven.

Hua Cheng soltó una carcajada. Algunas cosas simplemente no cambiaban sin importar el paso del tiempo. Por su parte, Xié Lian y Qi Rong comenzaron a inspeccionar las armas del cofre, donde había armas de todo tipo a excepción de espadas, y los dos comenzaron a husmear: mientras Gu Zi admiraba el abanico que hacía recibido de regalo, Qi Rong comenzó a probar una a una las armas que había en el cofre. Probó una alabarda que le pareció demasiado estorbosa, cientos de espadas cortas que no le gustaron, dagas y estiletes... pero no había nada que le gustará realmente y estuvieron a punto de rendirse cuando en el fondo del cofre Qi Rong encontró un látigo junto a una espada wakizashi.

— Oh, esto me gusta— dijo Qi Rong tomando el látigo.

El fantasma lanzó un golpe con el látigo, que restalló dejando una leve marca iridiscente en el suelo. Qi Rong se vio mucho más animado luego de jugar con el látigo un poco y decidió que esa sería su arma. Ahora solo debía ir a ver a Chu WanNing para que le enseñara a forjar esta cosa como su arma espiritual.

Bueno, fantasmal. Detalles.

— ¿Podría conservar estas dos?— preguntó Qi Rong tomando la alabarda y la wakizashi.

— Claro— dijo Xiè Lian mirando a su primo con extrañeza—. Creí que no te gustaban.

— No son para mí. ¿Podemos hablar a solas un momento?

— Claro.

Hua Cheng volteó a ver a Qi Rong con alerta al tiempo que Gu Zi se acercaba tomando las armas. Después volteó hacia el fantasma de rojo y dijo:

— Papá no le hará nada a Gege chatarra— luego de recordar lo que Qi Rong le había dicho sobre los Generales Fantasmas del inframundo y los Supremos Reyes Fantasmas, el joven añadió—. ¿Gege de rojo podría darme consejos de combate?

Qi Rong había llevado a Xiè Lian a un sitio un poco apartado en el límite del bosque. Había ensayado mucho en su mente lo que iba a decirle al dios, pero como siempre toda su preparación se había ido al demonio así que solo preguntó:

— Primo, ¿recuerdas si yo tenía algún pasatiempo?

Xié Lian ladeó la cabeza con extrañeza, pensando en ello.

— Te gustaba pintar linternas— dijo—. Eras muy bueno en eso. Y solías cantar, también eras bueno en eso. Pero la pintura era más lo tuyo.

Qi Rong no se mostró ni satisfecho ni decepcionado, tan solo emitió un leve "ah". Pero se animó bastante cuando su primo le dijo:

— Pero creo recordar que la tía solía tocar la suona para ti.

El dios sonrió conforme aquel recuerdo emergía de sus memorias.

— Solía tocar por las noches, cuando nadie la molestaba. Mi madre decía que era la mujer más talentosa de todo el reino con la suona, que podría haber reunido a multitudes enteras para escuchar sus melodías si así lo hubiera querido. Incluso una vez tocó para ambos.

Qi Rong sonrió. Las palabras de Xié Lian había despertado esos recuerdos en él, una de las pocas cosas felices que había tenido en su joven vida antes de que la muerte le arrebatara a su madre. Así que decidió que forjaría una suona como instrumento espiritual en honor a ella.

Solo tenía que averiguar si había aprendido a tocar tal instrumento.


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Ahora, información que cura. Esta es una alabarda:

Esta es una wakizashi:

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Esta es una wakizashi:

Esta es una wakizashi:

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Y esta es una suona:

Y esta es una suona:

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Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora