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Un chillido estridente despertó a Qi Rong de su sueño inquieto durante la madrugada. Por alguna extraña razón, había soñado con algo en lo que no se dio el lujo de pensar en 800 años: el secuestro que sufrió a manos de la gente de Yong An durante la guerra civil. Todo para atraer a su primo el príncipe heredero a una trampa; pero de eso se había enterado después, y esa fue una de las razones por las que odió al reino y trató de causar su destrucción más adelante.

Sin embargo, desechó esos pensamientos cuando sintió movimiento a su lado y volteó listo para calmar a su pequeña ave… viendo que, en su lugar, había un pequeño bebé. Una pequeña bolita de carne rosada que se agitaba constantemente tironeando su túnica, buscando consuelo. Qi Rong se quedó estático, sus ojos abiertos como platos estaban fijos en el infante, que seguía llorando y retorciéndose, rodando fuera de la túnica de su padre; quien se apresuró a sujetarlo antes de que cayera al suelo. El Supremo estaba tan impactado que solo atinó a mantenerlo sujeto, y no fue hasta que el bebé comenzó a jalar su cabello que gritó:

—¿¡Qué mierda es esto!?

πππππ

Chu WanNing tomó en brazos al pequeño Gu Zi de manera torpe ante las miradas atónitas de los gemelos Su y Lang QianQiu. El pequeño pataleó alegremente soltando una carcajada, alzando una manita para tomar uno de sus mechones de pelo pero su mano fue sujetada suavemente por Mo Ran.

—Pequeño Gu Zi, no está bien jalar —dijo pacientemente.

Gu Zi hizo un puchero adorable que le derritió el corazón a Mo Ran, pero aún así no lo soltó. Ambos midieron el pulso energético del niño lentamente, mientras que Lang QianQiu sacudía a Qi Rong como si se tratara de una matraca.

—¡Dijiste que tardaría diez años en transformarse! —exclamó.
—¡Eso tardó la vez pasada! —gritó Qi Rong.

No entendía qué había sucedido. Después de su primera muerte, Gu Zi vivió como ave por diez años, luego se transformó en bebé y tuvo un crecimiento normal. ¿Qué había cambiado? ¿Por qué de repente pasaban estas cosas? ¿Acaso tendría que ver con su nombramiento como maestro fénix? De nueva cuenta, sus pensamientos fueron borrados de un plumazo cuando escuchó a Gu Zi llorar, y la preocupación se convirtió en espanto en el momento que vio el rostro congestionado de su hijo.

—¿Qué le pasa? —preguntó corriendo hacia él.

Chu WanNing estaba asustado, Mo Ran estaba perdido, ninguno de los dos sabía qué hacer y el terror se apoderó de todos cuando su rostro se puso levemente morado. Qi Rong se apresuró hacia el niño dispuesto a cargarlo, pensando que se estaba ahogando, cuando una pareja de desconocidos se abrió paso, uno de ellos tomó la manita derecha del bebé y el otro tomó la mano izquierda para después tomarse las manos entre ellos. Al mirarlos más detenidamente, Qi Rong se dio cuenta de que no eran desconocidos.

—Juez Mo —dijo el Supremo. Para su sorpresa, Lang QianQiu dijo detrás de él:
—General Nan Lian.

Qi Rong recordaba a este general Nan Lian: había tenido un duelo de suona con él tiempo atrás. No sabía qué estaban haciendo, pero tampoco le importó mucho al ver que la cara de su hijo volvía a su color normal y respiraba como se suponía que las personas vivas lo hacían. Entonces, Gu Zi se agitó y comenzó a llorar a todo pulmón; el Supremo de verde reconoció ese ruido estridente como el llanto usado para pedir comida y tomó en brazos a Gu Zi, corriendo a la cocina. Había empezado a comprar lo necesario para preparar comida de bebés, por lo que rápidamente sacó la indumentaria necesaria con un brazo mientras con el otro mecía torpemente al niño.

—Dame a Gu Zi.

Había dicho "dame", pero Lang QianQiu le arrebató al niño inopinadamente para arrullarlo. Qi Rong ignoró el hecho y preparó una mamila para Gu Zi, en cuanto estuvo lista le arrebató el bebé a Lang QianQiu, se sentó en una silla y le dio de comer a su hijo mientras le cantaba una canción para que se calmara y comiera. El niño devoró todo el líquido y se tranquilizó, entonces Qi Rong tomó un pañuelo, se lo puso al hombro y acomodó a su hijo, listo para darle palmaditas en la espalda.

—Espera, ¿qué haces? —preguntó Lang QianQiu.
—Sacar los gases —dijo Qi Rong—. Sirve de algo y trae ropa para el niño, se va a congelar.

Gu Zi llevaba un pañal de tela, pero su cuerpo se sentía caliente por el esfuerzo realizado y el aire estaba frío, por lo que podía pescar un resfriado. Lang QianQiu estuvo a punto de replicarle pero en ese momento entró Su Jinwei con ropa para Gu Zi, diciendo:

—Los dos señores quieren hablar con ustedes.

Qi Rong comenzó a darle palmaditas a Gu Zi en la espalda, con cuidado de no lastimarlo, y comenzó a eructar en el momento que Mo Xi y Gu Mang entraron en la cocina. Su Jinwei se cubrió una mano con la boca al ver las expresiones de Lang QianQiu y se mordió la lengua para no mirar.

—¡Jinwei! —gritó Su Ziming—. ¡Shizun nos llama!

Su Jinwei se escabulló fuera de la cocina luego de dejar la ropa sobre la mesa y sus carcajadas se escucharon fuera de la habitación, seguidas por un regaño de Chu WanNing y reiteradas disculpas. Qi Rong volteó hacia la pareja y preguntó:

—¿Qué diablos pasó?
—Gu Zi tuvo una desviación de Qi —dijo Mo Xi.
—¿¡Una qué!? ¿Me estás jodiendo?
—Ojala, pero al que jode es a mí  —replicó Gu Mang con descaro—. No, mira, Gu Zi es un maestro de bestias cambiantes, y las bestias cambiantes cultivan doble energía. Pueden ir al cielo, por lo que deben cultivarse de la forma tradicional para tener energía espiritual que les permita andar en el reino celestial y en el reino mortal; y como también pueden ir al inframundo, deben cultivarse siguiendo el camino demoníaco para tener la energía fantasmal suficiente como para cruzar los dominios del inframundo sin sufrir daño en su dantian.
—Por lo tanto, es primordial que comience a recibir energía resentida y espiritual desde temprana edad —dijo Mo Xi—. Por eso su desarrollo de fénix se recorta, tomando su forma humana después de dos años.
—Nosotros les daremos guía y formaremos el núcleo dorado de Gu Zi —dijo Gu Mang—. Les diremos qué deben hacer para que ustedes nutran su cuerpo hasta que pueda cultivarse por su cuenta.

Sobre eso, con una idea repentina en mente, Qi Rong corrió a buscar a Chu WanNing, preguntándole en cuánto lo vio:

—¿Todavía tiene algo del antídoto contra el veneno de Shé Wang?
—Sí, aún nos queda bastante para varios años —respondió Chu WanNing—. ¿Por qué?
—Se lo voy a dar a Gu Zi —dijo Qi Rong—. De ese modo podrá desarrollar inmunidad contra la toxina.

Chu WanNing tuvo que admitir que ese era un buen razonamiento y elogió:

—Bien pensado, Qi Rong.

Qi Rong sintió una calidez indescriptible al recibir tal reconocimiento y fue feliz.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora