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Gu Mang cargó a Gu Zi sujetándolo por las axilas mientras Mo Xi lo analizaba cuidadosamente. El hombre midió el pulso del menor, recorrió sus brazos y finalmente observó al pequeño con una expresión satisfecha.

—Todo está bien —dijo.
—Claro que está bien —replicó Qi Rong—. ¿Quiénes crees que somos?

Tenía que darle mérito a Lang QianQiu por, primero, no golpearlo; y segundo, mantener la compostura el tiempo suficiente para mantener a Gu Zi estable. El buen ancestro debía admitir que el cariño del dios por su hijo barato era mucho mayor al desagrado mutuo que se tenían y se sintió tranquilo; porque eso significaba que Lang QiangQiu no tomaría venganza contra Gu Zi luego de matarlo. A Qi Rong ya no le importaba morir a manos del idiota, todo lo que le importaba era que Gu Zi y los gemelos estuvieran bien. Un segundo después sacudió la cabeza con desdén. ¿Por qué hacía planes como si no fuera a sobrevivir? Iba a salir airoso de esto sin importar cuánto le tomara.

Gu Zi se llevó un dedo a la boca y balbuceó cosas ininteligibles mientras agitaba la otra mano, lo que le arrancó una carcajada a Gu Mang.

—¿Quieres que te devuelva a tu padre? —inquirió, y Qi Rong se apresuró para cargarlo. Apenas estuvo en brazos del Supremo, el bebé tomó su túnica y comenzó a mordisquearla.
—Está en esa época —dijo Qi Rong sin darle importancia. Al ver los gestos de confusión en los demás, añadió—. Sus dientes están saliendo, así que se siente tranquilo mordiendo cosas.
—No lo había notado —dijo Lang QianQiu, cuyas ropas ya habían sido babeadas por Gu Zi anteriormente.

Qi Rong puso los ojos en blanco y abrió la boca para burlarse de él, pero en ese momento Su Jinwei se acercó corriendo y exclamó, asustado:

—¡Ziming está mal!

Qi Rong dejó a Gu Zi en brazos de Lang QianQiu y corrió a la habitación de los gemelos, viendo a Su Ziming convulsionando en el piso. De inmediato asomó el rostro por el umbral de la puerta y gritó:

—¡QianQiu! ¡Trae tu trasero real aquí de inmediato!

Había urgencia en la voz de Qi Rong y una vida estaba en peligro, por lo que Lang QianQiu ignoró la manera en la que Qi Rong le había hablado y corrió dejando a Gu Zi en brazos de Su Jinwei. Con solo ver a Su Ziming, Lang QianQiu supo qué tenían que hacer y sin decir nada tomó la mano derecha del joven; Qi Rong tomó la mano izquierda y ambos comenzaron a regular la energía interna del chico hasta lograr estabilizarlo, la mirada vidriosa de Su Ziming se enfocó en Qi Rong y dijo:

—Xiao Jing-gege, lo siento.

Tras estas palabras, se desmayó. Qi Rong lo recostó en la cama y Lang QianQiu dijo detrás de él:

—Creo que deberías llamar a Hua Cheng.

πππππ

Los dedos de Hua Cheng se posaron con suavidad en la muñeca de Su Ziming, tomando su pulso, y frunció el ceño mirando el rostro sereno del muchacho, que dormía profundamente.

—Este niño tonto…
—¿Qué? —soltó Qi Rong.

Hua Cheng se mantuvo en un obstinado silencio hasta que Xie Lian intervino.

—¿Qué pasa, San Lang? —preguntó, sosteniendo a Qi Rong en caso de que las cosas salieran mal. Quería tener una buena relación con su primo, pero eso no quería decir que le permitiría pelearse con su esposo… más que nada por su propio bien.
—Comenzó a cultivar energía resentida. Claramente no iba a terminar bien, su cuerpo no puede manejar este tipo de energía.
—¿Se puede remediar?
—No lo sé. Gege, no me mire así —añadió el rey fantasma notando la mirada acerada de su príncipe—. Realmente no lo sé. Pero conozco a alguien que podría saberlo.
—Pues vas y lo traes —dijo Qi Rong—. Y sin pedir nada a cambio, que mi hermano esté así es por tu culpa, para empezar.

Sorprendentemente, no estaba enojado. De hecho, le sorprendió la iniciativa que Su Ziming había demostrado al aprender formaciones demoníacas para proteger a Gu Zi… ¿pero por qué precisamente tuvo que pedirle ayuda a Hua Cheng? Bueno, eso no importaba en este momento. Hua Cheng abrió la boca para burlarse de Qi Rong por ser tan osado, pero Xie Lian intervino sorpresivamente.

—San Lang, se lo debes al niño —dijo.
—Como digas, Gege —dijo Hua Cheng con un suspiro de derrota—. Tendré que buscarlos personalmente.
—¿A quienes?

Una sonrisa orgullosa se formó en los labios de Hua Cheng.

—A mis hermanos jurados —dijo—. El señor del Reino Demoníaco y el gran maestro del cultivo demoníaco.

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Obviamente esta referencia es de su talla (?) Y si no, ¡deshonor a sus vacas!

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora