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— ¡Xiao Jing-jiujiu!

Qi Rong salió al escuchar la voz de Su Jinwei. El niño se encontraba solo y su estado era lamentable, apenas vio a la calamidad emerger de su casa se aferró a él llorando lastimeramente.

— ¡Hay demonios atacando la aldea!— gritó.

El fantasma estuvo a punto de decirle al niño que eso no le importaba y que no era su asunto, pero en ese momento recordó a Ye HuangFei, quien había decidido quedarse a su lado aún sabiendo lo que era realmente. Qi Rong finalmente había decidido decirle la verdad: él era una de las calamidades del cielo, la temida calamidad de los bosques a quien habían dado por muerta en el incendio de la capital celestial. Como lo esperaba, vio un destello de miedo en los ojos de la mujer, pero cuando estuvo a punto de gritarle que se fuera al diablo y la iba a devorar Ye HuangFei le puso una mano en la cabeza, acariciando su cabello.

— Estuviste solo mucho tiempo, ¿no es así, Xiao Jing?

Por primera vez en todo lo que llevaba vivo desde su resucitación, Qi Rong no supo qué decir y durante unos minutos estuvo en silencio.

— ¿Así se siente que se preocupen por tí?— preguntó en voz baja.

Ye HuangFei, esa pequeña humana...

— Quédate aquí— dijo Qi Rong a Su Jinwei llevándolo hacia la cuna de Gu Zi y ordenó a uno de sus demonios—. Dale una manta decente a este niño, y si algo le pasa a él o a mi hijo los devoro a todos.

Entonces salió del lugar dirigiéndose al pueblo, que efectivamente estaba siendo asediado por demonios que prendían fuego a las casas y devoraban a las personas. Qi Rong avanzó entre el pandemonio mirando a todos lados en busca de la humana, sin encontrarla hasta que un chillido agudo llamó su atención; al mirar hacia allá vio a Su Ziming, que agitaba las manos hacia él. A sus pies se encontraba Ye HuangFei con un bebé en brazos, inconsciente. Qi Rong se dirigió hacia ellos y su atención se fue directamente a la mujer, cuyo pulso era muy débil.

— Mierda— escupió—. No te atrevas a morir, ¿me oíste?

Los gritos ensordecedores rodearon a Qi Rong conforme la horda de demonios se acercaba a él. Rápidamente se agachó para cargar a Ye HuangFei y le indicó a Su Ziming que subiera a su espalda, el pueblo entero podía quemarse hasta las cenizas; el único interés de Qi Rong estaba en las dos personas que intentaba sacar de allí. Pero tal parecía que solo por ser primo de Xié Lian se le había pegado su mala suerte: justo cuando estuvo a punto de salir de allí fue rodeado por los demonios.

Un nuevo recuerdo emergió de su mente con este panorama.

El escenario general era el mismo, pero en lugar de demonios, quienes lo rodeaban eran las personas del reino de Yong An una vez que la guerra terminó. Xian Le había caído, su adorado primo y sus venerables tíos habían desaparecido del radar y de la familia real que no había sido absorbida por el pueblo de Yong An solo quedaba él.

Él, que había enloquecido destruyendo todo lo que le recordara a su primo, el fracasado Príncipe Heredero.

— ¡Atrapenlo!— gritó alguien—. ¡No lo dejen escapar! Es el único de la realeza que pudimos encontrar, tenemos que ejecutarlo rápidamente.

¿Ejecutarlo? Qi Rong rió amargamente mientras era apresado por cientos de manos que lo asfixiaban al sujetarlo. La realeza lo odiaba... ¿y ahora iba a morir por eso? Que risible. Era todo un maldito chiste de cuarta. Su vida había sido una tragicomedia barata, y su muerte sería el chiste final de esta patética obra que ahora cerraba el telón de una existencia que deambuló ciegamente tratando de pertenecer a un círculo que nunca estuvo dispuesto a aceptarlo.

Al final murió colgado, y su resentimiento le había abierto la puerta a otro mundo donde tal vez pudiera tener un poco de respeto.

Y ahora, su firme determinación de no dejar morir a las únicas personas que se habían abierto paso en su corazón acompañando a Gu Zi le dio un nuevo impulso a seguir adelante.

— ¿Quieren meterse con este ancestro?— gritó dejando de nuevo a Ye HuangFei en el suelo para tener las manos libres—. ¡Entonces vengan de a una, hijos de puta!

No tenía conocimientos de pelea, y había recibido infinidad de palizas a lo largo de su vida, pero uno no había pasado a ser un casi Supremo por 800 años en vano. Qi Rong conocía algunos trucos, por lo que extendió los brazos creando un hechizo de fuego que lo rodeó a él y a la mujer inconsciente a sus pies. Con un chasquido de los dedos, extendió ese fuego esmeralda en una marejada que carbonizó a una gran cantidad de demonios y obligó al resto a retroceder. Aún así hubo uno que saltó por la espalda para tratar de quitarle al apetitoso niño que colgaba de su cuello.

— ¡Xiao Jing-jiujiu!— chilló Su Ziming aferrándose con fuerza a Qi Rong.

Qi Rong volteó para encontrarse con un demonio de fuego azul que saltó hacia él. Estaba demasiado cerca para ser carbonizado, por lo que el fantasma verde lo sujetó y en un impulso hizo acopio de sus fuerzas y le abrió el pecho dejando al descubierto su corazón. Algo que era bien sabido era que la debilidad de un fantasma eran sus cenizas, pero algo poco conocido era su principal fuente de poder venía de su corazón, esa cosa muerta que solo parecía ocupar espacio pero que albergaba todo el poder espiritual que el fantasma había juntado tal como juntaba la sangre cuando el fantasma era una persona viva.

Con una mirada de avaricia, Qi Rong tomó ese corazón y se lo comió de un solo bocado.

El poder espiritual de este fantasma lo recorrió como una poderosa corriente eléctrica, y sus llamas verdes tomaron mayor fuerza, aniquilando a toda la horda de demonios que había estado cerca, salvando a aquel pueblucho cuyo bosque había adoptado como su hogar. La gente de aquel lugar lo miró como su salvador, y antes de que alguien se acercara Qi Rong tomó en brazos a Ye HuangFei y se largó de allí.


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Primer acto de redención de Qi Rong, listo. Ahre xD

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora