28

151 31 0
                                    

Chu WanNing le entregó una botella a Ye HuangFei indicando:

—Tome un vaso cada 24 horas y estará mejor.

—Chu-zongzhi, le agradezco la preocupación —dijo Ye HuangFei tomando la botella—. Pero no es necesario.

—Le ayudará a aliviar el dolor —dijo Mo Ran con calma.

La enfermedad de Ye HuangFei no podía curarse, pero los efectos más destructivos de la misma podían paliarse para que no fueran una molestia. Lo único que a la mujer no le gustaba era que esto podía alargar su vida innecesariamente y temía convertirse en una carga para sus hijos: Qi Rong tenía a Gu Zi, y los gemelos estaban en edad de casarse, algún día los tres tendrían sus propias familias y no quería que sus vidas se detuvieran por ella. Si bien, como toda madre, deseaba poder estar presente en el día que sus tres hijos se casarán, tampoco creía necesario forzar las cosas.

Pero si con esto podría ahnelar una muerte tranquila y sin dolor, entonces estaba bien.

—Gu Zi está por cumplir 17 años —dijo Ye HuangFei después de que los visitantes se fueron—. ¿Por qué no vamos a celebrar a la capital?

—Papá, ¿podemos ir? —preguntó Gu Zi asintiendo con emoción—. Siempre quise conocer la capital.

—Bien, bien. Iremos a la capital —dijo Qi Rong.

Así, mientras la familia preparaba las cosas para el viaje, Qi Rong reunió algunos de sus demonios para instruirlos en la forma correcta de cumplir plegarias, ya que mientras él estuviera fuera ellos serían los responsables. De todas formas, hizo un clon por si acaso las cosas se le salían de las manos y éste se aseguraría de que todo marchara bien.

Y en el peor de los casos, siempre podía contar con Mo Ran y Chu WanNing... aunque eso implicara tener que aguantar las burlas del emperador idiota.

—Papá, estamos listos —dijo Gu Zi yendo a su lado—. La abuela Ye quiere viajar en carreta, así que Jinwei-gege fue a buscar una.

—Está bien —dijo Qi Rong chasqueando los dedos, con lo que su apariencia cambió para estar acorde a los demás y no llamar la atención.

Gu Zi sonrió tomando su mano y los dos se dirigieron al carruaje, que ya había llegado.

πππππ

Para Qi Rong, que había visto la opulencia de Xian Le, de Yong An y de tantos otros reinos, la capital imperial no fue la gran cosa. Era muy grande y bonita, claro, pero no se sintió especialmente impresionado al contrario de toda su familia, que observaban a su alrededor anonadados.

—Papá, mira— dijo Gu Zi señalando hacia una multitud.

Qi Rong dirigió la mirada viendo a un hombre en medio de un montón de gente tocando la suona y sonrió. Al terminar su melodía, el hombre extendió la mano señalando un gran peluche y dijo:

—El que pueda tocar mejor que yo se llevará esto de regalo.

—Wow... —dijo Gu Zi viendo el peluche.

—Ahora vuelvo —dijo Qi Rong haciendo aparecer su instrumento.

Haciendo girar la suona entre sus dedos, Qi Rong llamó la atención de todos diciendo:

—Yo puedo hacerlo.

Entonces comenzó a tocar, interpretando una canción de cuna, algo que su madre solía tocar para él cuando era niño. Al poco tiempo el hombre le acompañó en un concierto que complació a los presentes, pero que en realidad era una competencia entre los dos intérpretes.

Y al final, Qi Rong logró la victoria.

—Eres bueno —dijo el hombre con una sonrisa—. Soy Gu Mang. ¿Puedo saber el nombre de Su Excelencia?

Dándole un vistazo a Gu Zi, Qi Rong dijo:

—Soy Qi Jing. Y ese de allá es mi hijo Qi LianHua.

—Pues, fue un placer— dijo Gu Mang entregando el peluche a Qi Rong, quien volvió junto a su hijo. 

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora