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Luo BingHe y Wei WuXian estaban discutiendo cuando Gu Zi y Qi Rong llegaron a la casa.

—Te digo que lo dejes así —dijo Luo BingHe, sosteniendo una pequeña campana adornada con demasiadas borlas.

—Vamos, Luo-ge, va a usarlo todo el tiempo, así que debe verse bonito —dijo Wei WuXian tratando de recuperar el colgante.

—Eso no se ve bonito, se ve escandaloso — intervino Shen QingQiu.

—De hecho, se ve bien —dijo Lan WangJi.

Gu Zi se cubrió la boca con una mano para reír bajito y Qi Rong se cruzó de brazos con una expresión divertida en el rostro, esperando en silencio hasta que los gemelos notaron su presencia.

—Hola, Gege —saludó ruidosamente Su Jinwei.

—Hola, enano —dijo Qi Rong.

Luo BingHe y Wei WuXian voltearon hacia Qi Rong y el demonio celestial dijo:

—Logramos estabilizar el núcleo dorado de Ziming. Pero ahora necesita un talismán para mantener ese equilibrio.

—Así que decidimos darle una campana de claridad —dijo Wei WuXian con una sonrisa—. De ese modo, si llega a verse asediado por demonios internos, la campana le devolverá la consciencia.

—¿Y por qué no le preguntan al chico si quiere tantas borlas en la campana? Digo, él la va a usar.

Su Ziming se echó a reír con las expresiones aturdidas de sus maestros. Luo BingHe volteó hacia él, mostrándole el colgante, y preguntó:

—¿Te gusta así?

—Claro que no —dijo Su Ziming de manera tajante—. Las borlas son estorbosas.

—Ah, me hieres —dramatizó Wei WuXian llevándose una mano al pecho—. Lan Zhan, sujetame, voy a morir por tanto desprecio.

—No seas exagerado —dijo Shen QingQiu poniendo los ojos en blanco.

Luo BingHe ladeó la cabeza y dijo:

—La campana debe tener energía divina y energía demoníaca para funcionar. Y debe ser de las personas que lo ayudaron a cultivar.

Para fortuna de Qi Rong, Lang QianQiu llegó en ese momento, por lo que no tuvo que recurrir a su primo para encontrarlo. Shen QingQiu le explicó sucintamente al dios lo que sucedía y después ambos sostuvieron el colgante para imburlo de la energía necesaria. Lan WangJi le dio un leve empujón a Su Ziming y dijo:

—Tómalo. Nadie más que tú puede tocarlo a partir de ahora.

Su Ziming asintió, tomó la campana y se la colgó en la cintura, sonriendo.

—Me gusta —dijo.

—¿Con esto ya no corre peligro? —preguntó Qi Rong.

—No, al menos no corre peligro por su cultivo.

Eso significaba, que todavía tenía otros peligros al acecho.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora