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Algo muy extraño pasó en los meses siguientes.

— Vamos, hijo barato, di el título de este ancestro.

Gu Zi había llegado a los 9 meses humanos de edad. El pequeño había comenzado a balbucear algunas cosas sin sentido, y había pasado de ser una pequeña bola llorona a ser una bola risueña que le gustaba gatear por toda la cueva gritando y riendo escandalosamente cuando lograba pescar a alguno de los demonios que se prestaban a jugar con él, o cuando gateaba alegremente para recibir a Ye HuangFei, que había logrado sobrevivir a la invasión demoníaca sin mayores secuelas.

El pequeño niño fijó sus grandes ojos en Qi Rong mientras se chupaba un pulgar y extendió la otra mano balbuceando cosas incomprensibles y dijo luego de un rato:

— ¡Pa!

Qi Rong se echó a reír cargando en brazos a su pequeña bolita, acariciando la nariz del infante con la suya propia.

— ¿Quién es tu pa?— dijo con una carcajada.

— ¡Papá!— exclamó Gu Zi estridentemente.

El fantasma miró a su hijo con una sonrisa sintiendo ganas de llorar y Gu Zi repitió con los brazos extendidos:

— ¡Papá!

— Bien dicho, mocoso— dijo Qi Rong abrazando al pequeño—. Este ancestro es tu papá.

Qi Rong recordó aquel momento luego del incendio de la capital celestial, cuando estando en las manos de Lang QianQiu admitió finalmente que este niño era su hijo antes de desaparecer. Ahora, que tenía un cuerpo propio y a su niño de vuelta, repitió aquellas mismas palabras que había gritado frente a su primo y esa serpiente tuerta de Hua Cheng.

— Este ancestro tiene un hijo.

Ye HuangFei llegó junto a sus dos hijos cargando un montón de cosas que dejó en manos de los demonios que los recibieron. Qi Rong volteó hacia ellos mirando las cosas con el ceño fruncido y preguntó:

— ¿Qué mierda es eso?

— Ofrendas, Xiao Jing— dijo Ye HuangFei.

— ... ¿Qué?

¿Quién mierda se estaba molestando en enviarle ofrendas? ¿De qué se trataba todo esto? Ye HuangFei se dio cuenta de la expresión de Qi Rong y explicó con toda la calma del mundo:

— La gente del pueblo te ha estado adorando como una deidad desde que apareciste para salvarme. Incluso alguien escribió una leyenda sobre tí.

— ¿Me están adorando? ¿Qué demonios tienen en la cabeza?

Qi Rong no podía creer lo que estaba oyendo. Es que, en serio, ¿quién se tomaría el tiempo para adorarlo?

— No te creo— dijo finalmente—. Si le estás haciendo una broma a este ancestro...

— Ven conmigo para que lo veas.

Qi Rong renegó por unos minutos, pero luego tomó en brazos a Gu Zi, le puso una pequeña túnica y salió siguiendo a la mujer hasta llegar al pueblo. Lo primero que notó fue que en los árboles que colindaban con el pueblo tenían listones verdes atados en las ramas, los cuales también adornaban las puertas de las casas y los negocios del lugar.

— Vede— balbuceó Gu Zi extendiendo la mano hacia uno de estos listones cuando Qi Rong se acercó a mirar.

Una exclamación de sorpresa vino del fantasma al darse cuenta de que ese listón en realidad era un amuleto de protección. ¡Un jodido amuleto de protección con su figura! Esto era una puta broma. Qi Rong siguió a Ye HuangFei hasta una construcción de madera donde la gente se apelotonaba para dejar ofrendas y elevar sus oraciones, el fantasma se acercó para mirar al interior y casi se cae de espaldas.

Alguien había hecho una estatua de él.

¡Por todos los demonios, alguien realmente se había tomado la molestia de hacer una estatua de él!

Qi Rong observó hipnotizado aquella escultura. La efigie representaba el momento en que le había arrancado el corazón a aquel demonio que lo intentó atacar por la espalda para comérselo: con una mano sujetaba el cuello del demonio mientras que en la otra sostenía su corazón con una sonrisa victoriosa en su rostro.

— ¡Papá!— gritó Gu Zi con una carcajada al ver la estatua.

Todas las personas que estaban en el templo voltearon hacia él con molestia, la cual se esfumó al reconocer a su salvador.

— Es él, es él— dijo alguien señalando a Qi Rong—. ¡Es nuestro salvador!

La gente comenzó a acercarse a Qi Rong tratando de tocarlo, como si con eso pudieran tener alguna clase de bendición con solo tener su solo contacto. Gu Zi comenzó a inquietarse por tanta gente desconocida a su alrededor y comenzó a llorar, asustado.

— ¿Y ese mocoso?— dijo alguien.

— Más respeto a este niño, que es mi hijo— dijo Qi Rong con enojo—. Y no les voy a dejar que digan nada sobre él. ¡Quítense!

La gente se apartó dejando el paso franco hasta la salida del... eh... ¿templo? Bueno, no importa, Qi Rong salió de allí y acunó a su pequeño en brazos para calmarlo. De repente, sintió algo de molestia con todo eso, con esa repentina obsesión hacia él y... pensó en Xié Lian.

Más precisamente, pensó en si así se había sentido su primo cuando había ascendido por primera vez.

Ah, ¿por qué demonios estaba pensando en esto ahora?

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora