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Ling Wen arqueó una ceja al escuchar a Lang QianQiu, para después sujetarse el puente de la nariz con dos dedos.

—Déjeme entender esto —dijo—. ¿Quiere los archivos del cielo sobre el Reino del Alma Muerta? ¿Por qué?

—Tengo razones para creer que el fantasma que busco irá hacia allá —dijo Lang QianQiu con seguridad—. Y quiero adelantarme a sus pasos.

—Entiendo —replicó la diosa.

Con un suspiro de pesadez, Ling Wen se internó en la biblioteca para revisar sus archivos. Lang QianQiu repasó la última información que Jun Wu les dio antes de retirarse.

—El Reino del Alma Muerta tenía en sus ciernes una terrible maldición —había dicho el antiguo dios—. Ninguno de sus habitantes podía tocar la luz del sol, o moriría irremediablemente, por lo que se desarrolló bajo tierra. Lo último que supe fue que el príncipe heredero había salido del reino para buscar una forma de romper la maldición.

Lang QianQiu intentó recordar si Xie Lian le había hablado al respecto. Aunque era bastante perezoso y solía dormir durante las clases, recordaba todo lo que su maestro le contaba, todo cuánto le había enseñado ya que le tenía mucho respeto... hasta ese día. El día en el Banquete Dorado, cuando toda su familia murió.

Cuando vio a su maestro asesinando a su amado padre a sangre fría.

El dios sacudió la cabeza, apartando los pensamientos de su mente. Ya no tenía caso pensar en ello, ahora que sabía la verdad al respecto de tal suceso y había decidido dejar todo eso atrás. Sobre todo si tenía en cuenta que estaba saliendo con el verdadero culpable de aquella masacre.

"Concéntrate, QianQiu", se dijo a sí mismo. "Qi Rong te espera ahora".

Qi Rong... ¿Cómo había terminado enamorado de él? Lo había perseguido por tanto tiempo para asesinarlo y cuando finalmente lo encontró, se había deshecho en humo. Al enterarse de que había vuelto, comenzó a perseguirlo de nuevo y ahora estaban metidos en este embrollo.

—Alteza Tai Hua, aquí está lo que me pidió —dijo Ling Wen dejando varios pergaminos en el escritorio—. Voy a pedirle que los revise aquí, uno de mis oficiales adjuntos estará a su lado, estos archivos no pueden perderse.

—Entiendo —dijo Lang QianQiu, deshaciéndose de sus molestos pensamientos para concentrarse en la información recibida.

El dios del este comenzó a leer. Según los registros, el Reino del Alma Muerta era una de las tribus primigenias, las tres primeras que habían aparecido antes de que la corte celestial surgiera como tal; siendo las otras dos el Reino de los Sabios Celestiales y el Reino de los Ocultos. El líder del Alma Muerta y la santa del Reino de los Ocultos se casaron, los Sabios Celestiales intrigaron contra ellos, lo que ocasionó que el hombre asesinará a su esposa y a su hijo. En venganza, la santa de los Ocultos maldijo a los otros reinos.

Lang QianQiu se dio cuenta de que la actitud de Qi Rong se le había pegado cuando se brincó toda la historia trágica del reino para buscar su ubicación. Una vez obtuvo lo que quiso, le entregó los pergaminos al aprendiz y bajó, dirigiéndose hacia las afueras del monte TongLu, donde Qi Rong lo esperaba comiendo una brocheta.

—¿De qué es eso? —preguntó el dios.

—De carne —dijo el fantasma como si fuera lo más normal del mundo—. Carne animal. Ya no como carne humana. ¿Nos vamos?

—De acuerdo. Sé a dónde ir.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora