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—Xiao Jing-gege, ¿a dónde vamos? —preguntó Su Ziming mientras caminaba por el bosque.

—No seas impaciente —lo reprendió Su Jinwei, lo que hizo que Ziming hiciera un puchero.

—¡Tú también quieres saber! —replicó.

Qi Rong no les respondió. Estaba ocupado tratando de seguirle el paso a la lagartija que las guiaba por el bosque, era condenadamente difícil mantener la mirada puesta en el animalito cuando se escurría por sitios que ninguno de ellos podía cruzar sin darse de bruces contra el suelo.

—Eh, ten un poco de compasión —dijo cuando se enfadó—. Tengo dos niños aquí que no pueden atravesar cosas.

La lagartija hizo caso y el camino fue más sencillo. Finalmente lograron llegar a una posada que en ese momento se encontraba con las luces apagadas y otra lagartija apareció; para este momento, Qi Rong había logrado aprender el idioma de los animales, por lo que pudo entender a la perfección lo que el reptil le estaba diciendo. Cuando la lagartija terminó su informe, el Supremo de los Bosques sonrió.

—En este momento todos están dormidos —dijo.

—¿Quienes? —preguntaron los gemelos al unísono.

—Los idiotas del clan Su.

Los jóvenes se miraron uno al otro con la misma expresión de desconcierto y Su Jinwei preguntó:

—¿Y qué hacemos aquí?

—Ustedes van a vigilar. Yo voy a hacer una travesura —dijo Qi Rong.

El fantasma se giró, hizo un conjuro de protección al lado de sus hermanos y luego de pactar una señal de alerta, se fue. Había aprendido a modular su voz gracias a Zhu Fuzhou, y había aprendido muchas otras cosas que iba a empezar a poner en práctica con estos bastardos que pretendían atrapar a su hijo. Qi Rong se acercó a la posada, entró, y estando en el pasillo lanzó un grito ronco que cruzó las paredes y se centró en las mentes de estos cultivadores, insertando pesadillas que les quitarían el sueño.

Eso sería la primera noche. Era, por así decirlo, un pequeño aviso de lo que les esperaba si insistían en quedarse en las inmediaciones del pueblo. Una vez hecha esta pequeña travesura, los tres volvieron a casa en el momento justo que Lang QianQiu, Xie Bian y Murong Chuyi salían. Gu Zi se encontraba reposando en el hombro de la Impermanencia Blanca, salió volando hacia Qi Rong y se transformó en adolescente, corriendo hacia el fantasma con los brazos abiertos mientras gritaba:

—¡Papá!

—¡Ven aquí! —exclamó Qi Rong abrazando a su hijo, demasiado ocupado para lidiar con las otras tres personas, y cuando se dio cuenta solo dijo—. ¿Qué?

—¿Dónde estabas? —preguntó Lang QianQiu.

Qi Rong arqueó una ceja y replicó:

—¿Qué te importa? No actúes como si fueras mi maldito esposo.

—¡Pero sí me importa! —le gritó Lang QianQiu.

—¿Y por qué? —preguntó Qi Rong.

Xie Bian empujó lejos a Murong Chuyi, mientras Fan Wushe hacía lo mismo con Mo Xi dentro de la casa. Lo que sea que fuera a pasar, no les concernía ni era su asunto. Y... probablemente sería más sensato largarse de allí cuanto antes, sí. Lang QianQiu y Qi Rong se miraron uno al otro en un claro y silencioso desafío, con Gu Zi y los hermanos Su de testigos en el medio. Entonces, para sorpresa de todos, Lang QianQiu dijo:

—Porque tú me importas.

Qi Rong abrió los ojos como platos de la sorpresa. La parte de él, molesta y revoltosa, le instaba a reírse a carcajadas y aducir que todo eso había sido una alucinación, pero...

—¡Bésense ya!

Todos voltearon a ver a Gu Zi, y Qi Rong gritó:

—¿De qué mierda estás hablando, mocoso? ¡Nadie va a besarse aquí!

Y tras decir esto, el Supremo se dirigió a la casa y se encerró en su habitación.

❁❁❁❁❁

Disculpen ustedes la ausencia en toda esta semana, tuve otros deberes que me ocuparon bastante. Así que, como compensación, les traigo doble actualización C:

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora