43

126 32 14
                                    

Lang QianQiu estaba de pie en el bosque, rodeado de árboles rotos. Sus nudillos estaban lastimados y su respiración estaba agitada, el dios se obligó a controlarse y se sentó en posición de loto para meditar después del exabrupto que había tenido.

Como no podía ser de otra manera, todo había comenzado con Qi Rong. Su convivencia forzada con el asesino de su familia había comenzado desde hacía mucho tiempo atrás, luego de la destrucción de la capital celestial. Había metido los restos del alma de Qi Rong en una lámpara solo para mantener contento a Gu Zi y se hizo cargo del niño. Cuando Gu Zi le dijo que quería aprender a cultivarse, Lang QianQiu le enseñó lo que sabía confiado en que las pequeñas llamas fatuas no podrían convertirse en un espíritu completo y mucho menos revivirían al fantasma verde. ¿Quién diría que Gu Zi podría ser capaz de revivir a Qi Rong?

Después de eso, Lang QianQiu le perdió la pista a Gu Zi hasta que lo halló de nuevo, siendo un bebé. Y desde que había decidido quedarse al lado de Qi Rong para cuidar de Gu Zi, había notado que el pequeño lo rehuía disimuladamente.

—No estoy molesto contigo, si es lo que te preocupa —le dijo esa mañana, mientras intentaba cambiarlo—. No comprendo como puedes querer a alguien tan mezquino como tu padre, pero respeto el amor que le tienes aunque él no me agrade.

El amor de Gu Zi por Qi Rong le recordó, irónicamente, al amor que había sentido por su propio padre. Incluso llegó a pensar que si hubiera tenido la oportunidad que tuvo el niño, Lang QianQiu sin duda la aprovecharía. Gu Zi solo era una víctima inocente en todo esto y no iba a dejar que su conflicto lo lastimara.

—Hey —llamó Qi Rong apareciendo de repente—. ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
—Intento cambiar a Gu Zi —dijo Lang QianQiu, sin voltear a verlo.
—Pues lo estás haciendo del carajo. Deja que este ancestro te enseñe.

Qi Rong entró al cuarto e inopinadamente se colocó al lado de Lang QianQiu arremangando su túnica, le dio un codazo al dios para que le prestara atención y dijo:

—Mira como lo hago. No eres un idiota, así que estoy seguro que puedes aprender con la vista.

Así que Lang QianQiu miró cómo Qi Rong le ponía un pañal de tela a Gu Zi de manera bastante decente para vestirlo poco después… pero realmente no le puso atención: su mente estaba extrañamente enfocada en los roces ocasionales que la piel fría del fantasma había tenido contacto con la suya y en lo suave que era a pesar de ser algo muerto. El impulso de tocar más esa piel se apoderó del dios, y dado que Lang QianQiu nunca había sido alguien que reprimiera sus impulsos sujetó bruscamente el brazo de Qi Rong; los dedos de su mano libre recorrieron el antebrazo del fantasma acariciando su piel y frunció el ceño. ¿Cómo podía ser que tuviera una piel tan tersa? Estaba muerto, no se supone que fuera así.

—¿Qué mierda crees que haces tocando tan descuidadamente? —le increpó Qi Rong, jaloneando para soltarse.

Lang QianQiu lo sujetó con más fuerza, lo que provocó que Qi Rong terminará chocando contra él y el rostro del fantasma se estrelló en su pecho. Al levantar la mirada, los ojos de Qi Rong se encontraron con la mirada de Lang QianQiu, notando la corta distancia que había entre los dos… y Lang QianQiu pensó en si esos labios groseros y muertos serían tan suaves como el resto de su piel. Pensar en esto hizo que se le pusieran los pelos de punta, soltó a Qi Rong y salió corriendo de la casa en dirección al bosque.

Y allí estaba, más tranquilo después de golpear árboles, preguntándose qué demonios había sido eso. Qi Rong era su enemigo, no podía tener esa clase de pensamientos sobre él. No podía permitirse sentir simpatía por él.

πππππ

Su Ziming estaba jugando con Gu Zi, sujetando sus manitas mientras las movía de un lado a otro simulando bailar, tarareando una canción. El bebé reía encantado, agitando los pies como si quisiera seguir el ritmo.

—Tú notaste lo que hay entre Xiao Jing-gege y el general Tai Hua, ¿verdad? —preguntó.
—Voy a fingir que no dijiste eso —dijo Su Jinwei, acurrucado en una esquina.
—¿Estás celoso?
—Cállate.

Su Ziming se echó a reír viendo la expresión agria de su gemelo, y al poco tiempo comenzó a toser. Su Jinwei se puso de pie en un salto y se acercó con preocupación.

—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí, sí —dijo Su Ziming asintiendo—. No es nada. Ahora tenemos algo más urgente que resolver, y es sobre Xiao Jing-gege.
—¡Eres un idiota!

Su Ziming disimuló. Tenía que distraer a su hermano, y tenía que buscar a Hua Cheng.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora