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Fue sencillo para Qi Rong llegar hasta el centro de la batalla: solo necesitó seguir el rastro de destrucción que habían dejado. Había árboles rotos, carbonizados, dejando un sendero que cualquiera podía transitar.

Y justo en el sitio dónde había establecido su hogar cuando llegó a QingDeng, un fénix y una enorme serpiente se enfrentaban.

Para cualquier entendido de las luchas entre bestias cambiantes este enfrentamiento era algo glorioso de ver: la gran serpiente lanzaba su cabeza de un lado a otro tratando de atrapar al pequeño fénix que volaba esquivando la cabeza del reptil, abriendo el pico para lanzar llamaradas de fuego verde que eran evitadas por la serpiente. En un movimiento arriesgado, el reptil arremetió con violencia contra el fénix, quien aprovechó la oportunidad para clavar sus garras en los ojos de la serpiente, rasgando sus cuencas antes de aterrizar en el suelo tomando su forma humana, con un abanico dorado en las manos. La serpiente tomó su forma humana con la cara rasgada y dos lagunas sangrientas dónde deberían estar sus ojos. Una de las cosas que Hua Cheng le había dicho a Gu Zi era que no podía dejar a su enemigo recuperarse, por lo que de inmediato desplegó el abanico y lo agitó contra Lu Qingyu lanzando una andanada de armas doradas que el fantasma se arregló para evitar mientras se llevaba las manos a la cara.

—¡Ríndete! —gritó Gu Zi lanzando otra andanada de armas doradas.

—En tus sueños, niño —dijo Lu Qingyu detrás de él.

Gu Zi maldijo entre dientes volteando con brusquedad. Había olvidado estúpidamente que los fantasmas podían crear clones de sí mismos y ahora uno de éstos se arrojaba en su contra. Para su sorpresa, Qi Rong se interpuso entre ambos partiendo al clon en dos con un golpe de látigo y volteó hacia su hijo.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí —dijo Gu Zi asintiendo con la cabeza.

—No por mucho tiempo.

Qi Rong empujó a Gu Zi hacia un costado en el momento que Lu Qingyu se abalanzó contra ellos usando una espada, la cual se clavó en el abdomen de Qi Rong. Lu Qingyu aprovechó su impulso para retirar la espada, hizo un desplazamiento hacia un costado quedando detrás de él y clavó nuevamente la espada con tal fuerza que Qi Rong cayó al suelo y la hoja del arma se clavó en el suelo. Unas pequeñas dagas cayeron en su cuerpo, inmovilizando al fantasma por completo y con una lentitud aterradora, Lu Qingyu se dirigió a Gu Zi.

—Ahora tu padre no podrá interrumpirnos más —dijo.

—¡Lu Qingyu, si le haces algo a mi hijo voy a asesinarte! —gritó Qi Rong—. ¿Me oíste, maldito bastardo? ¡Voy a despedazarte y me comeré tu puto corazón!

Lu Qingyu lo ignoró, lanzando la hoz hacia Gu Zi. El muchacho logró esquivarla lanzando otro ataque con el abanico mientras trataba de acercarse a su padre. Sin embargo, Lu Qingyu lograba cerrar su paso hasta que la hoz del maestro serpiente se enterró en el abdomen del joven maestro fénix; Gu Zi buscó entre su ropa recordando que tenía una dosis del antídoto que Chu WanNing había creado, pero Lu Qingyu logró quitárselo mientras lo empujaba al suelo y analizó la sustancia.

—Es un buen antídoto —dijo tirando el líquido al suelo—. Lástima que no podrás usarlo.

El fantasma sonrió, seguro de su victoria mientras evitaba una nueva lluvia de armas. Gu Zi miró a Qi Rong con tristeza para después mirar las armas doradas desperdigadas a su alrededor.

—¡No te atrevas! —le gritó Qi Rong.

—Lo siento, papá —dijo Gu Zi tragando saliva.

Y antes de que Lu Qingyu lo alcanzara con la hoz, Gu Zi tomó una daga del suelo y se apuñaló el corazón con ella. De ese modo, con el corazón atravesado, la sangre se estancaría y el veneno que ya hubiera entrado en su torrente sanguíneo no se esparciría. Ante las miradas de Qi Rong y Lu Qingyu, Gu Zi cayó muerto al suelo y su cuerpo se encendió en una pira carmesí que lo cubrió completamente.

—¿Crees que no puedo acabar contigo así? —dijo Lu Qingyu dando un paso hacia el fuego, deteniéndose de golpe al escuchar gritar a Qi Rong.

La desesperación se apoderó del fantasma verde mientras veía como el cuerpo de su hijo se consumía convirtiéndose en cenizas. Hacia poco tiempo había visto morir a Ye HuangFei, ahora veía morir a Gu Zi y desconocía el destino de Su Jinwei y Su Ziming, sin contar lo sucedido en QingDeng. Tal vez este era el fracaso más grande de su vida fantasmal y gritó. Gritó de rabia, de dolor y de tristeza. ¿Cómo había permitido que las cosas llegarán a este punto? Cerró los puños, lanzando un último alarido desgarrador...

Y entonces, el bosque completo se prendió en llamas. 

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora