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Las hojas crujieron revelando pasos que andaban errantes. Lang QianQiu y Qi Rong se prepararon para la batalla, esperando a que apareciera su oponente...

Y unas características carcajadas resonaron por el lugar.

—¡Basta! ¡Me hacen cosquillas!

Qi Rong sintió como su tensión se evaporaba, siendo sustituida por el desconcierto. A su lado, Lang QianQiu ladeó la cabeza viendo caer a Gu Zi en el suelo, con el cuerpo lleno de insectos. Más concretamente, los insectos que Qi Rong había convocado momentos antes.

—¿Gu Zi? ¿Qué carajo estás haciendo aquí?

Para espasmo de los dos, Mu Qing apareció detrás de Gu Zi. Qi Rong lo señaló diciendo ruidosamente:

—¿Y qué carajo estás haciendo tú aquí?

Gu Zi se puso de pie, sacudiéndose la ropa, y dijo sucintamente:

—Voy a la secta Woyun y el general Xuan Zhen se ofreció a acompañarme. Él va más lejos, pero su compañía fue de mucha ayuda.

—¿Se las arreglará por su cuenta desde aquí? —preguntó Mu Qing, ignorando a los otros dos.

—Sí, le agradezco su preocupación —dijo Gu Zi, con una sonrisa—. Este... ¿nos vemos luego?

Mu Qing puso los ojos en blanco con la pregunta de Gu Zi.

—Se lo prometí, ¿no? —inquirió—. Lo veré luego, maestro LianHua.

Antes de irse, añadió dirigiéndose a Qi Rong y Lang QianQiu:

—Su Alteza está preocupado, deberían tratar de hablar con él.

Sin esperar respuesta, dio media vuelta y se fue. Gu Zi se aseguró de no tener ni insectos ni hojas en la ropa antes de saltar hacia Qi Rong y darle un largo abrazo.

—Te extrañé mucho, papá —dijo.

—Este ancestro también te extrañó —dijo Qi Rong, abrazándolo.

Lang QianQiu se unió al abrazo sin decir nada, y luego de un momento siguieron su camino. Mientras avanzaban, Gu Zi les explicó la situación: había recibido la misiva de la secta donde lo invitaban para hacer una alianza, pero se había tardado en aceptar la invitación debido a que no estaba seguro de dejar QingDeng. Al final, Ye WangXi llamó a Murong Chuyi y ellos aceptaron quedarse junto a los gemelos Su para ayudarlos en lo que necesitaran; fue entonces que Gu Zi emprendió la marcha y por el camino se encontró con Mu Qing.

—Es muy agradable —dijo Gu Zi—. Es muy sarcástico, pero fue amable conmigo. Creo que la gente lo malinterpreta mucho.

Lo que sorprendió al dios y al fantasma, fueron las siguientes palabras del joven.

—Quiero ser su amigo.

Qi Rong y Lang QianQiu se echaron a reír. Gu Zi se cruzó de brazos, fingiendo sentirse ofendido, y aceleró el paso, deteniéndose de golpe al ver una entrada.

—¡Papá! ¡Baba! Llegamos.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora