83

57 10 2
                                    

Qi Rong cerró los ojos y respiró hondo para serenarse. Pensó en lo gracioso que era el solo hecho de respirar estando muerto, y eso le ayudó a aclarar su mente. Recordó la voz de Chu WanNing, como si el hombre estuviera arrodillado a un lado suyo, susurrando a su oído, y eso le hizo abrir los ojos.

"Conoce a tu oponente. Encuentra sus puntos débiles. Explótalos a tu favor"

Bueno, el primer punto era fácil: su oponente era un fantasma nivel Ira que devoraba a otros fantasmas fatuos para aumentar su poder. Algo así como lo que hacía Qi Rong en un principio, cuando empezó a devorar los corazones de otros demonios antes de convertirse en un Supremo. Su nombre tenía una mierda rara como Sun... ¡Sun Qiao! Claro que sí. Qi Rong se había encontrado con él una vez, mientras deambulaba por ahí como fantasmita fatuo intentando crearse un cuerpo.

Ese cabrón estuvo a punto de devorarlo de un bocado. Y al ancestro Qi Rong nadie se lo zampaba como bocadillo sin consecuencias.

El problema es que no conocía sus debilidades, y se maldijo por ser tan estúpido en ese entonces. Si hubiera sabido lo que sabía ahora... el fantasma sacudió la cabeza, no tenía sentido pensar en ello. Sun Qiao nunca se presentaba en una forma física, así que era difícil atacarlo, y los patrones de su forma energética... ¡Eso era! Si no supiera que su vida dependía de su silencio, Qi Rong se hubiera echado a reír estruendosamente. Solo debía recordar los patrones de sus ataques energéticos y ya estaba.

Qi Rong se apartó de la pared, caminó hasta el centro de la habitación y se sentó con las piernas cruzadas en posición de loto, recordando otra de las enseñanzas de Chu WanNing: la introspección para recordar. Claro que, para esto debía armarse de paciencia y él no tenía mucha que digamos... pero debía hacer el esfuerzo o moriría aquí y este era un jodido mal momento para morir. El Supremo de verde cerró los ojos nuevamente, volvió a respirar hondo y comenzó el recorrido mental.

Lo primero que emergió en su mente fue la primera introspección que hizo: en esa ocasión, Xie Lian estaba frente a él mientras Chu WanNing los guiaba, aquello había sido un intento de retomar los buenos recuerdos que habían tenido en conjunto durante su crecimiento en Xian Le. A los dos les sorprendió encontrar que sí había buenos momentos que conservar en la memoria, antes de todo: antes de la ascensión de Xie Lian, antes de la devoción insana de Qi Rong, antes de la muerte, la guerra, la destrucción.

Antes del odio.

El segundo recuerdo que emergió estaba lleno de odio, y Qi Rong se aferró a ello. Durante el tiempo que pasó como fuego fatuo, había odiado por igual a Jun Wu y a Lang QianQiu: al primero por la obvia razón de que él lo había puesto en esta puta situación al prenderle fuego a su cementerio celestial y al segundo... pues porque estaba criando en su lugar a su hijo barato. Ese odio había atraído a Sun Qiao hasta él, un apetitoso fantasma sin cuerpo que podía absorber como un fideo. Qi Rong se adentró en ese recuerdo, en ese rencor, mientras prestaba atención a lo sucedido en el lugar.

Podía ver las garras azules moviéndose de un lado a otro, de arriba abajo, en zigzag, persiguiendo a la presa que siempre había sido experta en huir. Podía rememorar como esas garras lo buscaban, lo perseguían, lo cazaban sin cansancio. Y entonces, reconoció el patrón. Reconoció la debilidad.

Qi Rong abrió los ojos con una gran sonrisa y un plan en mente.

—Sun Qiao, ¿de verdad crees que podrás comerte a este ancestro? —vociferó el fantasma.

La puerta se abrió de golpe, y aquellas garras azules entraron al espacio de la habitación buscando atrapar al fantasma que buscaba. Su primer ataque, un golpe de frente intentando pescar al hombre, fracasó cuando Qi Rong se desplazó a la derecha, lanzando llamas verdes hacia la izquierda para despistar. Su ardid funcionó, ya que las dos garras se dirigieron a esa dirección.

—Adivina qué: este ancestro es un jodido Supremo que ahora te va a patear el puto trasero.

Qi Rong se adentró en la oscuridad blandiendo el látigo, cargando su poder espiritual en el arma, y lanzó un golpe hacia el sitio que identificó como el centro del lugar. Escuchó un grito de dolor, hubo un resplandor que cegó su visión... y cuando todo se aclaró encontró algo que nunca se esperó.

❁❁❁❁❁

Se abren las apuestas, señoras y señores. ¿Creemos que el ancestro lo logró o, por el contrario, valió madres?

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora