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Todo ocurrió en cámara lenta.

Su SiChuan estaba preparado para atrapar a Gu Zi. Mientras el resto de sus aliados y sus discípulos se entretenían planeando la entrada a la ciudad, él había creado una trampa para atrapar al chico: una red de cuerdas vinculantes que lo apresarían, junto a un campo de fuerza irrompible. Por más poderoso que fuera en ese momento, seguía siendo un mocoso y aún no había alcanzado la cúspide de su poder. Sería sencillo de atrapar.

Y claro, con la tortura necesaria, sería sencillo de manipular.

El hombre había desplegado aquella trampa, listo para capturar al muchacho, cuando un látigo con un resplandor verde se interpuso, desbaratando lo que con tanto trabajo había hecho. Un solo golpe de esa cosa había bastado para destruirla. Gu Zi volteó en el momento que una persona se colocó frente a él y sonrió, alegre, gritando:

—¡Papá!

—Tú... —siseó Su SiChuan, desenvainando su espada—. ¡Tú lo arruinaste todo!

Qi Rong observó a Su SiChuan como si estuviera frente a algo que le parecía asqueroso. La arrogancia del que había sido el príncipe de Xian Le había aparecido, y parecía estar a punto de ordenar que ataran al hombre a su carruaje para arrastarlo hasta la muerte. Con un nuevo golpe de látigo, destruyó los últimos restos de la trampa vinculante hasta dejarla completamente destruida.

—¿Cómo te atreves? —masculló, avanzando con lentitud, amenazante—. Vienes aquí a amenazar a mis hermanos, a mi hijo, ¿y creíste que te dejaría ir? ¿¡Creíste que iba a dejar que te salieras con la tuya, bastardo hijo de puta!? ¡Ahora verás lo que este ancestro es capaz de hacer!

La calamidad lanzó un latigazo con tanta fuerza que resquebrajó la tierra, a lo cual siguió un grito agudo por parte del fantasma que hizo resurgir fantasmas de aquella grieta en el suelo. Una densa neblina oscura se arremolinó alrededor de Qi Rong; y con un gesto de la mano los fantasmas se dispersaron en todas direcciones, apresando a todos aquellos que el Supremo había señalado como enemigos. Su SiChuan se arrojó contra Qi Rong con la espada en alto, su ataque fue bloqueado por el látigo del Supremo de los bosques, y sin darle tiempo a nada, atacó de nuevo haciendo retroceder al cultivador.

Qi Rong había escuchado hasta el cansancio eso de que no debía dejarle oportunidad a su contrincante de contraatacar, por lo que siguió arremetiendo contra Su SiChuan sin detenerse, y lo habría hecho comer tierra de no ser porque alguien de su secta llegó hasta ellos y le lanzó un talismán que lo desconcentró. La dichosa cosa tenía un hechizo de fuego, y el ver aquello hizo que Qi Rong se alejara presa del pánico, recordando aquel incendio en el que casi murió.

Su SiChuan aprovechó la ventaja que había obtenido y atacó, dispuesto a atravesar a Qi Rong con su espada; pero de nuevo tuvo una interrupción: Lang QianQiu se interpuso, bloqueando la espada de Su SiChuan para después patearlo lejos. Gu Zi gritó de alegría mientras esquivaba un ataque enemigo, mientras que Qi Rong estaba perplejo.

—¿Por qué lo salvaste? —preguntó Su SiChuan, confundido—. ¡Es un fantasma!

—Pero es mi fantasma —dijo Lang QianQiu.

Qi Rong no supo cómo tomar esas palabras. Si estuviera vivo, seguramente su corazón latiría a mil por hora, desbocado, con tanta fuerza que se saldría del pecho. Lang QianQiu siguió luchando contra Su SiChuan, hasta que lo derrotó en pocos minutos, y todos sus aliados fueron expulsados del lugar. Con una orden del fantasma verde, los espíritus resentidos se apoderaron de los cuerpos de la secta Moling Su, devorándolos desde el interior, antes de ser devueltos al inframundo.

La amenaza sobre Gu Zi había terminado. Pero aún había otra cosa pendiente: Qi Rong se acercó a Lang QianQiu y dijo:

—¿Qué quisiste decir con eso de que soy tu fantasma?

Lang QianQiu ladeó la cabeza. Había meditado mucho al respecto y decidió que ya no tenía caso seguir negando lo evidente, así que dijo:

—Que me gustas.

—¿Acaso te golpeaste la cabeza? —dijo Qi Rong, aunque sonrió.

En realidad, mientras entrenaba con Mobei-Jun, había admitido que le gustaba Lang QianQiu. Era extraño, ilógico, y todo lo que sea, pero el sentimiento allí estaba y no lo podía negar. El dios del este tomó la mano del Supremo de los bosques, y preguntó:

—¿Estás dispuesto a dejar ir el pasado y encontrar otra razón para estar juntos?
—¿Qué clase de pregunta es esa? Claro que quiero, pedazo de bobo.

¿Era extraño? Claro. ¿Inesperado? No después del tiempo que pasaron juntos. ¿Funcionaría? Bueno, iban a averiguarlo.

❁❁❁❁❁

Le yo: Eres la autora, mantén la calma.
También yo: VIVAN LOS NOVIOS AAAAAAAHHHHHH

Y bueh, así termina este bello arco, con Moling Su valiendo verga como debe ser. 

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora