14

249 53 9
                                    

— Xiao Jing-jiujiu ha estado actuando extraño.

Gu Zi no pudo evitar reírse con las palabras de Su Jinwei, pero debía admitir que tenía razón. Su malhumorado padre había dejado de ser tan malhumorado de un día para otro, y aunque a Gu Zi le alegraba verlo siendo feliz, no podía negar que seguía siendo extraño.

— Algo muy bueno debió haberle pasado— aventuró Gu Zi encogiéndose de hombros, viendo a su padre luchar contra el esposo de su maestro.

Chu WanNing había accedido a la petición de su discípulo y había tomado como alumnos a los gemelos Su, quienes resultaron ser habilidosos para el cultivo, con excelentes raíces espírituales de tierra y metal. Gu Zi tenía raíces de fuego al haberse cultivado como un fénix por lo que los tres se complementaban a la perfección. Ye HuangFei había estado un poco recelosa en cuanto a dejarlos cultivar pero Qi Rong la convenció de que no había nada que temer. 

— Ese mantou blanco puede ser malhumorado al extremo, pero es buen maestro— dijo—. Los niños estarán bien bajo su tutela.

Y ahora, mientras supervisaba el entrenamiento de los chicos, Chu WanNing vigilaba que Mo Ran no asesinara a Qi Rong. Sabía perfectamente que tanto Taxian-Jun como Mo-zongzhi detestaban al fantasma verde, él mismo detestaba a este fantasma grosero e insoportable, pero debía admitir que estaba esforzándose para cambiar y había ayudado mucho a la gente de la aldea. Y definitivamente Gu Zi no perdonaría a quien se atreviera a quitarle la vida a su padre, ya que otra cosa que ambas personalidades compartían era un aprecio sincero por el chico. 

Aún así Chu WanNing no podía evitar estar preocupado, pero era consciente de que esta era la mejor forma que tenía para verificar el progreso de Qi Rong… y se alarmó interiormente de notar que le iba sorprendentemente bien. 

Con un desplazamiento lateral a la izquierda, Qi Rong esquivó la espada BuGui para después lanzar una estocada a su oponente con su propia espada. En palabras de Qi Rong, era un arma común de mierda pero le servía para entrenar así que no se quejaba demasiado al respecto. Sin embargo, esa arma de mierda no era nada comparada al arma sagrada BuGui, sobre todo si el que la empuñaba era el emperador idiota, su aura al pelear era realmente asesina. Si estuviera vivo, los escalofríos recorrerían su piel por enfrentarse a alguien así, incluso muerto como estaba sentía un desasosiego tremendo.

Así que, a pesar de defenderse lo mejor que pudo terminó con la espada del emperador apuntando a su garganta. Qi Rong estaba seguro de que si Chu WanNing no hubiera intervenido en ese momento ya tendría la hoja de BuGui atorada entre sus cuerdas vocales. No moriría ya que sus cenizas las tenía Gu Zi, pero era muy molesto tener que crear un cuerpo nuevo cada vez que alguien lo quisiera matar. Y el que pudiera crear un cuerpo nuevo no quería decir que no le doliera cuando asesinaban al anterior, no era de piedra, ¿saben?

— Sigo sin poder creer que realmente pudiste hacerle frente a este Venerable— dijo Mo Ran, cerrando los ojos.

— Pues creélo, emperador de pacotilla— dijo Qi Rong siendo consciente de que eso sería lo último que Taxian-Jun escucharía.

Cuando Mo Ran abrió los ojos nuevamente, el aura asesina que lo envolvía desapareció. Qi Rong sonrió saludando cortésmente:

— Mo-zongzhi, bienvenido de vuelta.

Mo Ran asintió, desorientado. Aquello había sido cosa de Ye HuangFei, que tiró suavemente de las orejas a Qi Rong y había dicho:

— Fuiste un príncipe una vez, deberías empezar a comportarte como tal. 

Y Qi Rong había replicado sucintamente:

— Solo con quien se lo merezca.

En su mente, Taxian-Jun habrá podido ser emperador pero no merecía ni siquiera el respeto de un perro así que Qi Rong no lo trataría con cortesía. Mo-zongzhi, por otro lado, era una buena persona aunque fuera también un santurrón así que lo pensaría con él. Y Chu WanNing… pues era Chu WanNing. Era el maestro de su hijo, y su propio maestro así que él sí que merecía todos los respetos habidos y por haber. Extrañamente, luego de haber confesado todos sus pecados se sentía ligero, como si el sacar a flote el origen de todos sus resentimientos le hubiera quitado de encima una pesada carga que había sido obligado a llevar encima movido por las circunstancias.

Ahora, esas circunstancias ya no existían y esos resentimientos estaban muertos y olvidados.

Incluso cuando escuchó a Gu Zi, se dio cuenta que el resentimiento más grande de su vida, el que lo había sumido a la locura, definitivamente no existía más y podía ser sustituido por otra cosa. 

Qi Rong volteó hacia el recién llegado y dijo con la misma cortesía dirigida a Mo Ran:

— Primo Príncipe Heredero. Bienvenido.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora