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Hasta ese momento, Qi Rong creyó que solo había dos fantasmas con más de 800 años de existencia que provenían del reino de Xian Le. Uno era él, por supuesto, el otro era el imbécil de Hua Cheng. Y ahora de buenas a primeras había aparecido un tercero: el hermano mayor de su madre, un bastardo llamado Zhang Fei que había sido particularmente feliz atormentándolo hasta que fue encerrado y ejecutado como la rata rastrera que era. El fantasma se vio obligado a revivir su propio trauma por el bien de Gu Zi: tenía que estar atento a cualquier signo de aislamiento que su hijo comenzara a mostrar porque a la primera señal de alarma lo iba a sacar fuera del pozo de desesperación en el que podría sumirse.

A diferencia de él, Gu Zi no estaba solo.

— ¿Quién fue? ¿Quién se atrevió a dañar al protegido de este venerable?

Cuando Mo Ran y Chu WanNing se enteraron de lo sucedido su rabia fue infinita, sumando el hecho de que Mo Ran estaba en sus días de Taxian-Jun, la reacción de ambos no fue tan buena. Y cuando Zhu Fuzhou lo supo se puso loco gritando que el que se atrevió a ponerle la mano encima a su gran maestro conocería la ira de las aves y si ellas lo destrozaban a picotazos podía considerarse afortunado. Por su parte, los gemelos Su se volvieron más protectores con Gu Zi y Ye HuangFei lo llenó de mimos y habló a solas con él asegurándole que estarían a su lado cuando lo necesitarán.

Sorprendentemente, Lang QianQiu también hizo acto de presencia. El dios ignoró por completo a Qi Rong y se dirigió con Gu Zi para averiguar cómo se sentía y si estaba bien, diciéndole que estaría a una plegaria de distancia si lo necesitaba para algo.

El resultado fue que al final de ese día, Qi Rong encontró a Gu Zi llorando nuevamente con la cara bien apretada contra la almohada para hacer el menor ruido posible.

— ¿Ahora por qué estás llorando?— le preguntó Qi Rong.

— Estoy feliz, papá— dijo Gu Zi—. Antes no tenía a nadie para defenderme pero ahora estás tú, están la abuela Ye y los tíos Su, Lang-yifu, Mo-shishu y Chu-shifu.

Qi Rong sonrió abrazando a Gu Zi.

— Papá siempre estará contigo— dijo—. Lo prometo.

Y si para cumplir su promesa tendría que arrancarle el corazón a Lang QianQiu en unos años... pues tocaba hacerlo.

πππππ

Anteriormente, Qi Rong no podía creer a Xiè Lian cuando él le decía sobre ciertas cosas que no podía recordar. El fantasma se burlaba del dios diciendo que no tenía caso que fuera un dios marcial si no podía recordar lo que le había pasado a lo largo de toda su existencia.

Ahora, mientras permanecía tumbado en la cama con un dormido Gu Zi abrazado a él, Qi Rong tuvo que hacer el duro esfuerzo de comerse una a una sus palabras. La presencia de Zhang Fei despertó en Qi Rong el recuerdo de la única vez que estuvo cerca de hacerle daño, un recuerdo que había sepultado en lo profundo de su memoria al ser algo demasiado doloroso para él. Tendría cerca de diez años en ese entonces. Su madre había muerto y su tía se hacía cargo de cuidarlo pero ella no podía estar todo el tiempo así que, eventualmente, una noche Qi Rong cayó en manos de Zhang Fei. El hombre había hecho uso de su fuerza para cargar al niño hasta llevarlo a un sitio solitario dentro del mismo palacio mientras el menor pataleaba, forcejeaba y trataba de gritar para llamar la atención.

Qi Rong se detuvo abruptamente cuando sus ropas fueron aflojadas y sintió que mordían su cuello con fuerza.

— Te dije que me gustan los niños— susurró Zhang Fei al oído del niño—. Te advertí que si te quedabas jugaría contigo y no te iba a gustar.

Zhang Fei volteó bruscamente a Qi Rong para después besar sus labios al tiempo que sujetaba las manos del niño detrás de su espalda, lo cual hizo que el menor saliera de su estupor producido por el shock y volvió a patalear golpeando al hombre en la entrepierna, con lo que logró que su tío lo soltara y cayó al suelo. El niño comenzó a gatear para alejarse pero el mayor lo sujetó de un tobillo, arrastrándolo de vuelta a él, aprovechando la oportunidad para tocarlo indebidamente conforme lo tenía más cerca. Con un grito, Qi Rong lo pateó en la cara y se acercó a él sujetando su horquilla para el pelo, con la cual le apuñaló la mano que lo sujetaba, subiendo al antebrazo, y así pudo escapar de ahí con lo que le quedaba de dignidad intacta.

Qi Rong no dijo nada a nadie. Él sabía que no importaba lo que dijera, nadie le creería, nadie lo apoyaría y nadie haría nada contra su tío. Después de todo, era el distinguido hermano de la reina de Xian Le mientras que él era un recogido adoptado por lástima, adoptado por la inmensa gratitud de la reina. Después de todo, nadie haría nada en contra de la realeza. Zhang Fei se lo demostró mejor que nadie.

Y Qi Rong vivió toda su vida basada en esa premisa.

— ¿Papá?

La adormilada voz de Gu Zi sacó a Qi Rong de su atormentado recuerdo y volteó hacia el chico. Su piel aún tenía esos moretones provocados por el fantasma vicioso de su tío, y Qi Rong dirigió sus ojos al rostro somnoliento de su hijo.

— ¿Qué pasa?— preguntó la calamidad.

— No puedo dormir— dijo Gu Zi.

— Estás mintiendo— replicó Qi Rong con una sonrisa—. Te oí roncar hace cinco minutos. ¿Sabes cómo castigo a mi hijo mentiroso?

Los ojos de Gu Zi se ampliaron y echó a correr. Qi Rong esperó un momento y luego persiguió a su hijo hasta que salieron de la casa, entonces lo atrapó y comenzó a hacerle cosquillas. Gu Zi se retorció riendo a carcajadas y ambos pudieron pasar un rato agradable, lejos de lo sucedido, felices en su propia burbuja.

Lejos de la desgracia.


❁❁❁❁❁

Mis disculpas por actualizar a estas horas, pero el trabajo estuvo difícil.

Por otro lado... AAAAAAAAAAAHHHHHH, LLORO BRILLITOS QAQ Qi Rong y Gu Zi compartiendo tiempo padre e hijo me dan años de vida.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora