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El día sorprendió a QingDeng lleno de cultivadores de otras sectas. La jefa de la ciudad salió a su encuentro con una sonrisa y dijo:

—Sean bienvenidos a QingDeng. ¿Qué los trae a esta ciudad?

—Venimos a combatir el mal —dijo uno de los cultivadores con orgullo.

—Ya tenemos una deidad que hace eso —replicó la mujer antes de dar media vuelta e irse. 

Los cultivadores se miraron unos a otros, confundidos. ¿Acaso esta mujer no sabía que esa deidad era el mal que iban a erradicar? Se convencieron unos a otros que esa pobre mujer debía estar hechizada, pero cuando terminarán con esa calamidad todo volvería a la normalidad y les agradecerían. 

—¿Dónde está Su SiChuan? —preguntó el que los lideraba, un cultivador al que conocían como el Ojo del Cielo.

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Ajenos a los recién llegados, Luo BingHe y Wei WuXian entrenaban con los gemelos Su. Mientras ellos dos se encargaban de Su Ziming, Shen QingQiu y Lan WangJi estudiaban junto a Su Jinwei, que practicaba con el guqin. Las dos parejas se esmeraban en coordinar a los gemelos para que pudieran cultivar en sincronía y así evitar una nueva desviación de Qi por parte de Ziming. 

Lan WangJi detuvo suavemente a Su Jinwei y dijo:

—Tocas con demasiada dureza. El toque de los dedos con las cuerdas debe ser gentil para que el sonido no sea vicioso. 

—Piensa en algo que atesores —intervino Shen QingQiu—. Algo que tomarías con toda la delicadeza del mundo, y de ese mismo modo debes tocar el guqin.

Su Jinwei intentó de nuevo. Esta vez, el sonido del instrumento fue más suave y melodioso, lo que le hizo sonreír. Qi Rong y Gu Zi llegaron en el momento que la meditación doble terminaba y el fantasma preguntó:

—¿Y bien?

—Ya están listos —dijo Wei WuXian—. Les hemos enseñado lo que sabemos, de aquí en adelante lo demás dependerá de ellos. Pero, decidimos quedarnos para ayudarles a lidiar con la secta Su.

—¿Qué es lo que quieren con nosotros? —preguntó Su Ziming—. No tenemos nada de especial. 

—Lo que sea, no lo tendrán —dijo Gu Zi—. Mi papá es más poderoso que ellos y no permitirá que nos hagan daño. 

Sus ojos brillaron con alegría y Qi Rong se echó a reír.

—Claro que sí. Este ancestro les pateará el trasero a todos. Pero su ayuda será bien apreciada —añadió viendo a Wei WuXian—. Supongo que tienen experiencia lidiando con ellos. 

Lan WangJi asintió sin decir nada. Para sorpresa del grupo, una lagartija se acercó a Qi Rong y trepó con agilidad por su túnica hasta situarse en su hombro. Su pequeña cabeza se acercó a la oreja de la calamidad y susurró algo ininteligible para los demás, pero que le hizo fruncir el ceño a Qi Rong.

—De acuerdo, sigue vigilando —indicó, con lo que la lagartija volvió al suelo—. Su SiChuan convocó un grupo de cultivadores que acaba de llegar a la ciudad.

—Eso no está bien.

—Claro que no está bien.

Qi Rong chasqueó la lengua, pensando qué debería hacer ahora. Hasta el momento, ninguno de esos cultivadores se había metido con la gente de la ciudad, así que no podía ir y correrlos a patadas aunque ese fuera su deseo.

Bueno, toca seguir vigilando a esos idiotas. A ver cuál de todos comete un error que pueda hacerle explotar en la cara.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora