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— Todos ustedes. ¡Discúlpense ahora!

El Príncipe Heredero estaba furioso, como pocas veces lo habían visto a su corta edad. Detrás de él se ocultaba un niño pequeño, el recién llegado a la familia real.

El miembro no deseado y despreciado por todos.

Sin embargo, en ese momento todos se arrodillaron ante ellos diciendo al unísono a ese niño:

— Pequeña Alteza, lo sentimos.

Con un gesto del Príncipe Heredero, se fueron. Entonces él volteó hacia el pequeño escondido a sus espaldas y le tendió la mano, diciendo:

— Ven, hagamos otra linterna. ¿Sí?

— Está bien— dijo Qi Rong tomando la mano que Xiè Lian le había ofrecido.

A partir de ese momento, su admiración nació, un sentimiento que crecería con el paso de los años. 

Una admiración que se convertiría en un odio profundo y devastador.

πππππ

— ¡Estúpido Príncipe Heredero!

Qi Rong arrojó un mueble contra la pared de la cueva y este se hizo añicos. No conforme con eso, la calamidad le prendió fuego a los restos del mueble como si de ese modo pudiera dejar salir la rabia interna que lo ahogaba.

Sin embargo, no había nada que pudiera paliar ese sentimiento. 

Aunque Qi Rong no pudo sacar a patadas a Xiè Lian y su serpiente tuerta, sí pudo hacerles frente el tiempo suficiente para que decidieran largarse de allí por su propio pie. Antes de salir del bosque, Xiè Lian había volteado hacia él y dijo simplemente:

— Me quedaré en el pueblo unos días más, por si deseas que nos veamos. 

— ¿Y quién quiere ver tu espantosa cara?— increpó Qi Rong—. ¡Lárgate!

De todas formas, a Xiè Lian nunca le importó Qi Rong. En su mente estaba todo el mundo excepto su pequeño primo. ¡Incluso los inútiles de Feng Xin y Mu Qing tenían prioridad por encima de él! Como sea, Qi Rong no lo necesitaba, no estuvo con él cuando sí lo necesitó… 

Y pensar en eso le hizo nacer esa furia asesina que lo carcomía por dentro. 

¿Dónde estaba su flamante primo que todo lo podía cuando él fue aprisionado por la gente de Yong An? ¿Dónde estaba el Príncipe Heredero que complació a Dios mientras era vituperado como un delincuente? ¿Dónde estaba ese falso loto blanco cuando lo colgaron y la gente celebró por su muerte?

— ¿Dónde habías estado, Xiè Lian?— gritó Qi Rong fuera de sí.

Los gemelos Su se habían llevado a Gu Zi al pueblo, lo cual estaba bien: el fantasma de los bosques no quería que su hijo lo viera en este estado tan patético, a decir verdad no quería que nadie lo viera en ese estado tan patético y desolado, lamiendo sus propias heridas como un perro desesperado por no morir.

Pero Ye HuangFei lo vio. Solo que Qi Rong se había quedado sin fuerzas para recriminar nada.

— Creo que deberías hablar con él— dijo.

— No— dijo Qi Rong, para después gritar—. ¡No! ¡Qué se pudra! ¿Acaso te vas a poner de su lado? Todo el puto mundo se la pasa diciendo y llorando de cómo sufrió mi primo, el Príncipe Heredero, de cuánto hay que compadecerse de ese falso loto blanco. ¿Y qué hay de mí, eh? ¿Acaso a nadie le importa mi sufrimiento?

— Xiao Jing, a mí me importa— dijo Ye HuangFei.

Qi Rong la miró entre sorprendido y consternado. Todos estos años había creído que esta pequeña humana se quedó cerca por Gu Zi… ¿Y ahora le estaba diciendo que se quedó también por él? ¿En serio? Ye HuangFei se acercó a él y acarició su cabeza con ternura.

— Rong-er, aunque sé que no puedo y ni tampoco pretendo suplantar a tu madre, eres como un hijo para mí— dijo—. Quiero que estés bien, y por eso creo que debes hablar con tu primo. Esto no se trata sobre quién sufrió más, sino de que él sepa lo que pasaste. Que tú sepas lo que él pasó. Así ambos podrían dejar esto atrás, y así tú podrás cerrar ese ciclo y seguir adelante. Si después de esto pueden reconciliarse, está bien, y si no, ¿qué importa? La deidad de los bosques no necesita de nadie más que de sus creyentes y la familia que eligió tener. 

Qi Rong se derrumbó después de eso. A pesar de llorar desconsolado en los brazos de Ye HuangFei, se sentía feliz de saber que había alguien en este mundo que se preocupaba sinceramente por él. Alguien a quién no le importaba lo grosero, molesto e irritante que fuera.

Era feliz porque alguien lo había elegido a él como hijo.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora