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Qi Rong decidió ser demasiado optimista, como lo era Lang QianQiu.

El Supremo acudió a la planta médica del palacio imperial con la esperanza de que Hei Junxing estuviera lo suficientemente bien para hablar y pudiera decirle lo que necesitaba. Había hablado con Gu Zi al despertar y, tras asegurarle que todo estaba bien, el joven le dijo:

"Papá, te extraño. ¿Cuándo vuelves? Hice muchas cosas en la secta que quiero mostrarte"

"Este ancestro volverá pronto", le había mentido Qi Rong.

Por eso mismo estaba allí, preocupado por una persona que nunca antes había visto y que seguramente nunca más volvería a ver. Porque si este tipo estiraba la pata, su única oportunidad se perdería en la nada. No le sorprendió ver a Qianchen y a Shen Song en el lugar, a la espera de noticias.

—Wu Ruo ha entrado a verlo —dijo Qianchen, con voz ausente.

—¿Y ha dicho algo? —preguntó Qi Rong.

—Todavía no sale.

Así que... tocaba esperar. Qi Rong se sentó al lado de Shen Song, cerrando los ojos, mientras pensaba en otras cosas para no perder la paciencia, ya que no era muy bueno esperando. Pensó en la primera vez que vio a su hijo, sintiéndose idiota al recordar que pensaba comérselo como un bocadillo cuando dejara de servirle como escudo humano ante su primo y el idiota tuerto de Hua Cheng. Pensó en cómo al final había decidido sacrificar su vida por el niño, aceptando con orgullo que tenía un hijo que lo admiraba.

Y luego despertó siendo una luz fatua en el interior de una linterna. Bueno, al menos así podría estar junto a Gu Zi, aunque tuviera que soportar la cercanía de Lang QianQiu. Qi Rong sonrió al recordar la emoción con la que Gu Zi iba a su lado y le preguntaba cuándo podría volver a abrazarlo después de contarle todo lo que había hecho durante el día. Habían sido buenos tiempos, debió reconocer, pero seguía sin arrepentirse de haber creado un cuerpo nuevo para poder abrazar a su pequeño fénix.

Entonces, un recuerdo fugaz de Lang QianQiu junto a la linterna apareció. El dios estaba frente a la lámpara, y Qi Rong pudo enfocar su mirada empañada, siendo una luz fatua le era difícil saber si estaba llorando o estaba ebrio, cualquiera de las dos era factible.

—¿Por qué? —se lamentó el joven—. ¿Por qué Gu Zi te admira tanto?

A Qi Rong le hubiera gustado responder, pero la verdad era que no lo sabía. Desde que se vio obligado a cuidarlo siendo un bebé, se había preguntado todo esto; había crecido y madurado lo suficiente para admitir sin sentirse ofendido que era un absoluto desastre, inútil y vergonzoso. ¿Por qué Gu Zi lo había aceptado como su padre así como así? ¿Por qué había suplicado por años que volviera a su lado? ¿Por qué se había aferrado a él?

Los movimientos simultáneos de Shen Song y Qianchen poniéndose de pie hicieron que Qi Rong abriera los ojos. Wu Ruo se acercó a ellos, y fue Qianchen el que se apresuró a preguntar:

—¿Cómo está?

La túnica de Wu Ruo estaba completamente manchada de una sangre oscura, y un olor nauseabundo y familiar penetró en las fosas nasales de Qi Rong, quién tuvo un mal presentimiento al respecto, algo que se confirmó cuando Wu Ruo dijo:

—Su sangre fue envenenada. Intenté drenar el veneno, pero se ha disuelto, y sin un antídoto cerca, solamente pude mantenerlo inconsciente para evitar la circulación de la sangre.

Un momento...

—¿El fantasma que atacó a Hei Yunxing tenía una hoz y vestía de verde? —preguntó Qi Rong al par que estaba a su lado.

—Sí —dijo Shen Song—. Parecía un joven maestro de alguna secta... pero era un fantasma.

—Carajo. ¡Carajo!

Se había equivocado. Quien atacó a Hei Yunxing no había sido su asqueroso tío, sino el mismísimo Lu Qingyu. Saber eso... bueno, añadía un toque mayor de urgencia al asunto pero le daba una mejor idea de cómo resolver este desastre.

—¿Cuánto tiempo puede mantenerlo con vida? —preguntó el Supremo, dirigiéndose a Wu Ruo.

—Un par de semanas, más o menos —dijo Wu Ruo, luego de meditar al respecto.

—Perfecto. Tengo el antídoto.

En realidad ese antídoto lo tenía Chu WanNing en Qiandeng, pero eso no importaba. Qi Rong salió llevándose una mano a las sien para contactar a Xie Lian, estaba seguro de que su primo podría ayudarle a transportar el antídoto con más rapidez.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora