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— ¿Cómo que no tienes idea de qué hacer?

Gu Zi se agitaba en su cuna, llorando ruidosamente. El demonio que lo tenía a su cuidado se encogió de terror y dijo:

— Le ofrecí comida y no quiso, le ofrecí agua y no quiso, me fije si necesitaba un cambio y tampoco era eso…

— Quítate, eres un inútil— gruñó Qi Rong tomando en brazos al bebé.

Su niño tenía seis meses humanos de edad. En esos seis meses, el fantasma había aprendido a distinguir los distintos llantos de Gu Zi para pedir comida, para cuando necesitaba un cambio de pañal, para cuando quería compañía, entre otras cosas. En este momento, a su hijo le dolía algo pero no podía saber qué era, revisó su pequeño cuerpo de un lado a otro pero no tenía heridas en ningún lado.

— Gu Zi, este ancestro no puede ayudarte si no le dices qué pasa. Haz una seña o algo.

Qi Rong decidió que salir de la cueva era una buena idea. Después pensó que dar un paseo con el bebé en brazos era una idea aún mejor así que empezó a caminar mientras arrullaba a su bolita llorona. Inesperadamente, un viejo recuerdo sepultado en siglos de odio resurgió. Él era pequeño, no tanto como Gu Zi pero sí lo bastante pequeño para ser cargado en brazos, y vio el rostro de su madre. Un rostro hermoso, brillante, sin los signos de golpes y evidente deterioro de años posteriores.

— Eres tan lindo, mi querido Rong-er. Voy a cuidarte como lo merece alguien de la realeza.

Por supuesto, esa había sido una flagrante mentira: ni siquiera la realeza lo quería, y aunque él era consciente de eso decidió fingir demencia para no ser abandonado a la deriva… algo que eventualmente sucedió. Qi Rong sacudió la cabeza para sacudirse aquella fea sensación y vio a su niño dormido entre sus brazos, lo cual le hizo soltar un suspiro de alivio.  

Un segundo después un grito aterrador lo hizo dar un salto del susto. 

Qi Rong usó su túnica exterior para envolver a su hijo aún dormido y cargarlo en su espalda mientras se dirigía al origen de aquel espantoso sonido. Conforme se acercaba notó que los molestos gritos en realidad eran palabras sonoras.

— ¡Auxilio!

— ¡Cállate y dame al niño, mujer!

Cuando se acercó lo suficiente vio a una mujer forcejeando con un par de idiotas que querían quitarle un bulto de los brazos similar al pequeño bulto que él cargaba en su espalda. Siendo sincero, aquello no le importa demasiado, lo único importante…

— ¡Buaaaaaaa!

Un chillido ensordecedor tronó en el oído de Qi Rong, tan fuerte que si el joven no estuviera muerto seguro se le habría reventado el tímpano. Las tres personas voltearon hacia donde estaba Qi Rong, quién lleno de furia gritó:

— ¡Hijos de puta! ¡Me costó un puto huevo poder dormir a mi bola de carne como para que vengan ustedes a despertarlo! ¡Cabrones!

Sin perder tiempo, el fantasma corrió hacia ellos. Los dos hombres intentaron atacarlo, pero al fin y al cabo no pudieron hacer mucho contra él… en teoría. La triste realidad fue que Qi Rong solo tuvo el tiempo suficiente de arrojar a Gu Zi a los brazos de la mujer antes de que estos dos idiotas le pegaran una paliza. No le dolía tanto como las veces en que los imbéciles de Hua Cheng y He Xuan se acercaban a pegarle una paliza, pero el que ahora fueran dos mortales quienes lo estuvieran haciendo puré a patadas era simplemente humillante.

Dos. Putos. Mortales.

¿Qué se han creído estos cabrones para tratarlo así? ¡Él es una jodida calamidad, por el amor a todos los demonios!

Bastó solo un chasquido de los dedos para prenderlos fuego hasta las cenizas. Estos bastardos no servían ni para ser su comida, así que miró encantado como desaparecían hasta convertirse en un montón de polvo, y no conforme con eso el fantasma pateó esos restos hasta que no quedó absolutamente nada que se pudiera recoger. Después se dispuso a buscar a su niño, para encontrarse con que se había dormido de nuevo y lo arrebató de brazos de la humana. 

— ¿Qué mierda es eso?— increpó viendo la cosa que su niño mordisqueaba entre sueños.

— Es… algo para aliviar su dolor— dijo la mujer con temor—. Morderlo le ayuda ahora que le están saliendo los dientes para aliviar el malestar. Puedo traerle más cosas mañana, si gusta.

— ¿Qué te hace pensar que necesito tu estúpida ayuda? Este ancestro puede lidiar con su bola de carne solo. ¡Lárgate! ¡Y si vuelves a aparecer voy a devorarte!

La mujer salió corriendo. Sin embargo, al día siguiente apareció por allí con una canasta en las manos, y Qi Rong se encontró con ella.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora