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Hei Xuantang irrumpió en la habitación de Qi Rong con particular alegría.

—¡Xiao Jing! —exclamó feliz—. ¡Tengo una idea que podría ayudarte! Espera... ¿Dónde está Lang QianQiu?

Qi Rong, cuyo ánimo estaba bastante decaído, lo miró en silencio. A decir verdad, su ánimo estaba por los suelos y la repentina desaparición de Lang QianQiu no hacía más que ponerle los pelos de punta. Hei Xuantang se dio cuenta de ello y se sentó a su lado diciendo rápidamente:

—Lo siento, lo siento, no debí preguntar. Pero su compañía nos habría venido de perlas.

—¿Para qué? —preguntó Qi Rong.

—Hablé con Shen Song. Es el hombre de confianza de Hei Junxing, así que supuse que sabría algo sobre la alabarda Diyu, ¡y resultó ser que sí!

Qi Rong lo miró con interés, y Hei Xuantang le explicó todo. Anteriormente, el reino del Alma Muerta solía tener 16 pisos bajo tierra debido a la maldición del sol, y los últimos pisos eran de la parte familiar a la que pertenecía Hei Yunxing. Así que si había algún rastro de la alabarda infernal, debía estar en la antigua residencia Hei.

—Shen Song aún recuerda muchas cosas del lugar, así que se ofreció a acompañarnos para buscar —dijo Hei Xuantang con una sonrisa, esperando animar a Qi Rong—. Anda, hombre, será divertido.

"¿Así qué esto es lo que hacen los amigos?", se preguntó el fantasma de verde mientras se paraba de la cama y seguía a Hei Xuantang. Wu Xi y Wu Zhu estaban esperando fuera del palacio, y Hei Xuantang dijo con alegría:

—¡Cuñado! ¿Vienes a acompañarnos?

Wu Zhu asintió solemnemente, y Wu Xi añadió:

—Mi hermano cree que es peligroso que vayamos solos. Yo le digo que los pisos inferiores están vacíos y nadie nos va a atacar.

—Pues yo creo que tu hermano hace bien en preocuparse —dijo Qi Rong.

Wu Xi lo miró sorprendida, y Wu Zhu esbozó una sonrisa victoriosa.

—No se diga más —dijo—. ¿Nos vamos?

Shen Song se les unió en poco tiempo, y el grupo bajó al antiguo reino subterráneo. Los primeros pisos aún estaban iluminados, ya que muchos preferían tener sus negocios bajo tierra para mantenerlos a salvo de los ataques sufridos por el reino de la superficie. Sin embargo, conforme más bajaban, la luz iba disminuyendo hasta que se vieron rodeados por la oscuridad. De inmediato, Qi Rong alzó las manos con un aspaviento y cientos de llamas verdes se dispersaron por doquier, haciendo un camino para ellos.

No era un bosque, pero aún así Qi Rong estaba en su elemento, por lo que se sintió más cómodo cuando llegaron a su destino: una ruinosa mansión señorial, llena de hiedras subterráneas y toda clase de animales que la habían hecho su hogar. Shen Song fingió sorpresa, y dijo:

—Bueno, la mansión ya estaba bastante deteriorada cuando los miembros de la familia real vivían aquí. Dudo mucho que los animales los dejen pasar.

—Ah, ya lo arreglé —dijo Qi Rong, que sostenía un gran ciempiés en la palma de su mano—. Nos dejarán buscar siempre y cuando no matemos a ninguno de ellos.

Para el asombro de los hombres y el espanto de la chica, el fantasma acercó el ciempiés a su rostro y dijo:

—Buscamos una alabarda con aura infernal, o algún rastro de su paradero. Nos ayudaría mucho si pudieran darnos alguna información.

Hubo una serie de chasquidos incomprensibles para la mayoría, y después Qi Rong dejó ir al animalito. Luego de esto, el grupo entró a la casa y Shen Song les indicó posibles lugares dónde podrían comenzar su búsqueda, separándose poco después. Saber que Lu Qingyu estaba tras él en lugar de acosar a su hijo le dio a Qi Rong la certeza de que esa alabarda, el arma que podía quitarle la vida, existía de verdad y estaba más que dispuesto a encontrarla para metérsela por el trasero a ese desgraciado hijo de puta. Sin embargo, por más que buscaba no podía encontrar nada y comenzó a sentirse estafado. Estaba lleno de polvo, telarañas, y vaya a saber el cielo qué otras cosas. Estaba a punto de juramentar contra Hei Xuantang cuando se dio cuenta del repentino silencio en el que se encontraba sumida la casa.

Hasta hacía poco tiempo, había escuchado a Shen Song parlotear sobre los viejos tiempos de la casa, cuando estuvo llena de lujos, a Hei Xuantang quejarse por la cantidad de polvo que había, y a los hermanos Wu rezongando entre sí. ¿Por qué ahora no escuchaba nada? Ni siquiera podía oír a los animales que vivían en la mansión.

El repentino silencio le hizo ponerse en alerta. Qi Rong avanzó con cautela hasta asomarse por el umbral de la puerta, topándose con oscuridad, lo que le hizo confirmar que algo malo estaba pasando: había dejado varias de sus llamas verdes para alumbrar el lugar y todas habían sido extinguidas sin que él lo notara. Tenía que tomar una decisión: podía quedarse allí, o podía aventurarse al exterior para averiguar qué diablos estaba pasando. Recordó como Xie Lian insistía en que siempre había una tercera opción, y después de devanarse los sesos pensando, a Qi Rong se le ocurrió qué hacer: el Supremo creó una llamarada verde que dirigió hacia la oscuridad del vestíbulo.

Un par de garras azules emergieron de la oscuridad y devoraron su pequeña creación.

Qi Rong dio un respingo silencioso y se ocultó dentro de la habitación en la que se encontraba mientras, lenta y silenciosamente, entraba en pánico. Conocía esa cosa, pero esa información no le ayudó a calmarse. La buena noticia era que sus amigos estaban a salvo.

La mala era que él estaba atrapado sin tener ayuda.

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¡Buenas! Anduve una semanita de vacaciones, pero aquí estamos de vuelta, a la orden pa'l desorden (?)

¿Les gustaría que al final ponga las novelas con la que se hizo crossover? Porque pienso incluir varias en esta historia.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora