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Lang QianQiu no era la clase de persona que se quedaba con los brazos cruzados ante cualquier duda. Si no sabía algo, movía cielo, mar y tierra para descubrir la respuesta a sus preguntas; era algo que su madre solía decir: un buen monarca se preocupa por el conocimiento del mismo modo en que se preocupa por la batalla. Lo cual quería decir que el hecho de que fuera un dios marcial no quería decir que fuera ningún idiota.

Así que, estando decidido a encontrar la respuesta a los balbuceos incoherentes de Qi Rong, Lang QianQiu se sumió en el Palacio de la Literatura para saber lo que había ocurrido durante la guerra civil entre Yong An y Xian Le. Si Ling Wen se sorprendió por su petición, no lo demostró, y en cambio le dio los registros en cuestión, le recordó que no debía maltratarlos y lo dejó llevárselo todo a su propio palacio.

Para su desespero, no encontró lo que buscaba. Leyó cada línea en la que se relataba de manera fría el problema de sequía que aquejaba la que en ese momento era la ciudad de Yong An, leyó cómo la gente había dejado su hogar para intentar buscarse la vida en la capital del reino, los constantes problemas que vinieron con el éxodo y el evento que ocasionó el estallido de la guerra, las muertes que resultaron ser una mentira y desencanedaron incontables muertes verdaderas de personas inocentes. Leyó, con el corazón transido de angustia, los pormenores de la guerra y de la plaga que asoló el reino. Yong An se había asentado sobre la sangre de Xian Le, y el solo pensar eso hizo que su corazón doliera. No era ingenuo, sabía que esa clase de cosas pasaban, pero… aún así dolía.

Ahora podía entender el origen de la rivalidad entre la gente de ambos reinos y el porqué de los diversos ataques de la gente de Xian Le hacia Yong An. Si él, que solo había leído lo sucedido, se sentía terriblemente mal; la gente que lo vivió en carne propia debió sentirse muchísimo peor. De repente, sintió que no tenía derecho de sentir resentimiento hacia las dos personas restantes de Xian Le. Pensaba en eso, alícaido, mientras se dirigía a devolver los documentos, cuando chocó con alguien, se encontraba tan ensimismado que no notó con quién se había encontrado.

—Lo siento —dijo de manera autómata.
—No pasa nada —dijo Xie Lian, notando el estado deprimido del príncipe—. QianQiu, ¿estás bien?

Lang QianQiu levantó la mirada, entre incómodo y alarmado, Xie Lian notó los libros que llevaba en las manos y su semblante se oscureció.

—¿Por qué insistes en remover el pasado? —preguntó—. Saber esto no cambiará lo que pasó.
—¿Qué ocurrió con Qi Rong durante la guerra civil? —preguntó Lang QianQiu.

Ambos se sorprendieron: Lang QianQiu por lo intempestivo de su cuestionamiento, y Xie Lian por el hecho de que estuvieran preguntando por su primo.

—Fue raptado para ser usado como cebo —dijo Xie Lian—. Es mi primo, por lo que la gente que lo capturó sabía que iría en su rescate, y me tendieron una trampa. No sé qué le hicieron, pero eso cambió a Qi Rong.

Xie Lian admitió que en esos tiempos no se preocupaba demasiado por Qi Rong y no podría ser de más ayuda, por lo que Lang QianQiu tendría que averiguarlo por su cuenta o esperar a que el propio Qi Rong le dijera lo que había pasado. El dios del este suspiró pesadamente, ya que era probable que no lo supiera nunca.

πππππ

Una sorpresa esperaba al dios del este cuando regresó a QingDeng.

Apenas entró a la casa, Lang QianQiu fue recibido por un niño de unos tres años que exclamó con una fluidez envidiable para un infante de su edad:

—¡Lang-yifu! ¡Bienvenido!
—¿Gu Zi? —preguntó Lang QianQiu con sorpresa.

El niño asintió con una sonrisa y luego sujetó la túnica del dios con preocupación.

—Papá está mal. Está… —Gu Zi frunció el ceño al no poder encontrar la palabra que quería. Afortunadamente, Qi Rong dijo desde su habitación:
—Preocupado es lo que buscas. Y deja de decirle a todo el mundo cómo me siento, es incómodo.
—Solo le dije a Lang-yifu.
—Peor aún.

Qi Rong estaba recargado en el umbral de la puerta, con una túnica interior puesta descuidadamente. Uno de sus hombros estaba al descubierto dejando ver una de sus clavículas, lo que hizo que Lang QianQiu apartara la mirada.

—¿Qué te hace pensar que a tu Lang-yifu le importa cómo me siento? —inquirió Qi Rong, despeinando el cabello de Gu Zi—. Ve a la cama, es tu hora de dormir.

Gu Zi hizo un puchero y se fue. No sabía cómo explicarlo, pero podía darse cuenta de cómo se sentía la gente a su alrededor. Luego decidió que era muy pequeño para eso y no era su asunto, así que lo dejó ser. Qi Rong se dejó caer en un sillón, con lo que Lang QianQiu hubiera tenido una bella vista de sus piernas si hubiera estado mirando, y dijo:

—Mo Xi me explicó que los fénix tienen un crecimiento acelerado a partir de su segunda resurrección. Va a llegar un momento que Gu Zi será un ave un día y al siguiente volverá a ser un muchacho.

El fantasma soltó un graznido lastimero que pretendía ser una risa, pero en realidad estaba sumido en problemas hasta el cuello, y lo peor era que ni siquiera se los había buscado como era su costumbre. El tipo de la secta de mierda, Su SiChuan, seguía apareciendo frente a su puerta demandando ver a sus sobrinos; ni Ziming ni Jinwei querían tener nada que ver con Moling Su, así que Qi Rong lo echaba fuera constantemente. Y la última vez, Su SiChuan había amenazado con volver trayendo a toda su secta consigo. Sin contar con que Su Ziming estaba a un paso de una desviación de Qi, y el Supremo de verde estaba ocupado rastreando a Lu Qingyu y a Zhang Fei para desterrarlos de la tierra de una vez por todas, y como si todo eso no fuera suficiente, todavía tenía plegarias que atender.

—Que cansado es tener que ser una persona responsable.

Lang QianQiu soltó una risita, diciendo:

—Ni que lo digas.

De repente, ambos se echaron a reír a carcajadas como si se hubieran contado un chiste buenísimo, lo que ayudó a disipar la atmósfera tensa que había entre los dos; y por unos momentos todo lo que les rodeaba dejó de importar.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora