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Qi Rong explicó la situación a Lang QianQiu más detalladamente mientras se internaban en lo que había sido el reino de Wuyong, poniéndolo al corriente de lo sucedido después de la intempestiva llegada de las dos Impermanencias. Ambos se tomaron un momento para contemplar el sitio en el que se encontraban antes de seguir adelante.

—Con que así se veía el famoso horno de Supremos —dijo Qi Rong, fingiendo sorpresa.

—Creí que estabas aquí la última vez que se abrió —dijo Lang QianQiu—. Y yo como un idiota buscándote en otro lado...

Qi Rong ladeó la cabeza, pensando en si debería decir algo, pero el sonido de una rama al romperse llamó su atención. Lang QianQiu desenvainó su espada, Qi Rong conjuró su látigo y los dos se pusieron en guardia, listos para luchar. La voz de Mei Nian Qing se escuchó proveniente de los árboles, sin que pudieran identificar su origen.

—Creí que no volvería a verte, niño.

—Pues... lamento decepcionarle, Guoshi —dijo Qi Rong.

El sacerdote apareció, situándose frente a la pareja, y puso las manos en la cintura mirando al fantasma como si lo estuviera juzgando. Después dirigió la mirada hacia el dios y la sorpresa se hizo patente en su rostro. ¿Cómo era que estos dos estuvieran juntos sin matarse?

—Que impresionante es verte con un arma funcional —dijo Mei Nian Qing, indicando que podían guardar sus armas y que no habría peligro—. Síganme.

Qi Rong y Lang QianQiu obedecieron, siguiendo a Mei Nian Qing hacia el volcán del que, en otros tiempos, dos Supremos habían emergido y que había causado la extinción del reino. Mientras ascendían, Qi Rong se preguntó si habría sido capaz de haber salido del volcán, del mismo modo en que Hua Cheng y He Xuan lo habían hecho... y realmente le dolió admitir que seguramente habría sido comida de los fantasmas allí dentro.

Era un duro golpe a su orgullo, pero había que ser realistas.

Pensar en todo eso era deprimente para Qi Rong, así que decidió hacer lo que mejor le sale y se acercó a molestar a Lang QianQiu.

—Oye, ¿jamás le preguntaste a mi primo por su maestro? —preguntó.

Lang QianQiu se llevó una mano al mentón con gesto pensativo y luego negó con la cabeza.

—Yo pensé que era un artista circense callejero, por lo que mi primera idea fue que había aprendido en la calle para sobrevivir —dijo—. A decir verdad, nunca me preocupé por ello... y mi maestro tampoco me dejó margen de preguntar al respecto.

—¿Pero, y ahora? —siguió insistiendo Qi Rong.

—¿Qué importancia tiene ahora? —preguntó a su vez Lang QianQiu, confundido.

Qi Rong señaló a Lang QianQiu y le susurró al oído:

—Ese es el maestro de mi primo.

—¿¡Qué!? —soltó Lang QianQiu, que sabía el tiempo real que Mei Nian Qing llevaba en este mundo—. ¡Pero si es realmente viejo!

—Los estoy oyendo, jovencitos —dijo Mei Nian Qing, sin darle importancia—. Alteza Tai Hua, no debería hacerle tanto caso a Qi Rong. Solo busca molestarlo.

Lang QianQiu volteó hacia Qi Rong, y el fantasma se echó a reír enganchando el brazo con el suyo. Ante la incipiente mirada de reproche del dios, el fantasma dijo:

—Tú sabías en lo que te estabas metiendo cuando te enrollaste conmigo.

Un momento después, Qi Rong se acercó dejando un beso en la mejilla de Lang QianQiu. Mei Nian Qing se detuvo, y negó con la cabeza, murmurando:

—¿Por qué está aquí...?

Qi Rong y Lang QianQiu miraron hacia donde miraba Mei Nian Qing. Al pie del volcán, se encontraba un hombre con una sencilla túnica blanca y un sombrero de paja en la cabeza. La brisa matutina agitaba su cabello levemente mientras éste mantenía la cabeza levantada hacia el cielo. El hombre estaba tan quieto que parecía ser una estatua muy realista de un simple observador. Mei Nian Qing se acercó apresuradamente a él y dijo:

—Su Alteza...

—No tienes nada que temer —dijo Jun Wu, volteando hacia el Guoshi—. Te estaba esperando. Creo que estoy listo para darle una segunda oportunidad al mundo.

Mei Nian Qing sonrió, tomando su mano. Fue entonces que Jun Wu volteó hacia los visitantes, y su rostro sereno se deformó en una expresión de confusión. Era la primera vez que alguien iba a visitarlo desde que fue sellado en el monte TongLu, y vaya visitas.

—¿Cómo es que ustedes dos están juntos? —preguntó Jun Wu.

Qi Rong y Lang QianQiu se miraron uno al otro y luego el dios se encogió de hombros, decidiendo no ahondar en ese tema.

—Su Alteza, necesitamos su ayuda con algo —dijo con tacto, pensando que era mejor llevar el tema con calma.

Para su desgracia, Qi Rong pensaba lo contrario, por lo que dijo sin consideración alguna:

—Necesitamos que nos hables sobre Lu Linghe.

—¡Qi Rong! —exclamó Lang QianQiu con un claro tono de reproche.

—¿Qué? Ni mi hijo ni yo tenemos tiempo para sutilezas.

—Así que finalmente hay un segundo maestro fénix... —dijo Jun Wu, sorprendido—. Creí que este día jamás llegaría.

Después, haciendo un gesto para que lo siguieran, se internó en el bosque que rodeaba el volcán.

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Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora